La Mataviejitas: crónica de una asesina serial a 17 años de su captura

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Ese jueves 26 de enero del año 2006, Juana caminaba por la calle Antonio Jasso de la colonia Moctezuma del extinto Distrito Federal. Traía las pestañas coloreadas con rimel azul, delineador plateado sobre los párpados, la boca roja carmesí y acababa de ahorcar con una delgada manguera de hule de un estetoscopio a Ana María Reyes Alfaro de 82 años de edad. 

Ana María tenía un amigo e inquilino, Joel. Él acostumbraba a silbarle cuando llegaba a casa y ella respondía de la misma manera. Entre silbido y silbido, ambos se saludaban hasta ese jueves, cuando Ana no contestó más. Los cajones de la alacena estaban abiertos, había ropa revuelta. Joel vió a su casera muerta, tirada en la sala de televisión. 

Sentado en su oficina en el Consejo de la Judicatura de la Ciudad de México y a 17 años de distancia de la captura de Juana Barraza Samperio, más conocida como La Mataviejitas, Bernardo Bátiz Vázquez le cuenta a Cuestione detalles de la captura de la asesina serial que puso en jaque a las autoridades capitalinas cuando él era Procurador de Justicia de la capital mexicana y el presidente Andrés Manuel López Obrador era el jefe de Gobierno de la Ciudad de México. 

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Un gesto macabro

Joel estaba en shock. Escuchó un ruido y vio a la asesina saliendo de su casa, pasando por su costado. “Ese pequeño instante fue de mirarnos a los ojos, se da la media vuelta, sale por la salita y fui lentamente siguiéndola y en ese momento mi impulso fue gritar: ¡detengan a esa mujer! ¡detengan a esa mujer!”, cuenta el arrendatario de Ana para Netflix que recién estrenó La Dama del Silencio, un documental sobre La Mataviejitas y sus víctimas. 

En la calle Jasso, la patrulla DCA350 de la policía local realiza un operativo serpentina, que consiste en dar vueltas a poca velocidad con la sirena encendida “y se nos viene corriendo un muchacho y nos dice ‘por favor apoyenme’”, recuerda uno de los policías en el documental. 

La patrulla acelera, alcanza a Juana Barraza a punto de entrar al Metro Moctezuma y ella intenta defenderse con golpes. Los policías cuentan en entrevista que la recién capturada traía con ella dos bolsas, credenciales del INE, tarjetas de apoyo alimenticio para adultos mayores, un spray para el cabello, un baumanómetro para tomar la presión, monedas antiguas, dijes, una estampa de San Lázaro y otra de la Santa Muerte. 

Juana Barraza Samperio de 48 años de edad, fue detenida después de asesinar a la señora Ana Maria de los Reyes de 82 años de edad dentro del domicilio número 21 de la calle Juan Jasso en la colonia Moctezuma primera sección en la delegación Venustiano Carranza. Foto: Cuartoscuro.

Lo que parecía ser un arresto por homicidio cualquiera a plena luz del día, terminó siendo la captura de la primera asesina serial en la Ciudad de México. 

Al llegar a la Procuraduría de Justicia, el equipo de dactilografía de Bernardo Bátiz descubrió que la huella de la señora detenida en la colonia Moctezuma coincidía con la de al menos 10 homicidios de adultas mayores en la Ciudad de México. Se trataba de una mujer y no de un hombre como siempre pensaron las autoridades capitalinas. Creían que era hombre “por la fuerza que traía en las manos y brazos para asfixiarlas”, rememora Bátiz .

“Teníamos un archivo muy grande de huellas dactilares que íbamos completando como una pieza de rompecabezas”, recuerda el ex procurador y agrega que en ese 2006, último año del gobierno de Andrés Manuel, habían empapelado la capital mexicana “con un millón de volantes,  trípticos, donde describíamos el modus operandi de el o La Mataviejitas con sus características físicas”. 

El día de su arresto y después de haber asesinado a su última víctima, Juana Barraza sacó un sandwich y empezó a comer en la patrulla. 

Una asesina muy… peculiar

En la ficha de detención, Juana Barraza Samperio aparece de perfil y su cabeza llega hasta la medida de 1.80 metros de estatura. Lleva puesto el suéter rojo con el que la detuvieron ese jueves de enero, su perfil derecho deja ver un lunar a la altura de la boca y una espalda ancha, poderosa. 

Bátiz lo recuerda como si la tuviera de frente. El día del interrogatorio describe a Barraza como “una persona fuerte, de edad madura y nos contó una historia que de alguna manera explica su actitud frente a las ancianas”

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“Ella relató y consta en el expediente, que cuando tenía 12 años la mamá la entregó a un riquillo de su barrio a cambio de un cartón de cervezas y se la entregó a este señor que abusó de ella y la mantuvo mucho tiempo ahí hasta que ella logró liberarse”, detalla Bátiz y dice que aunque no justifica sus crímenes, sí habla del conflicto sicológico que tenía Juana Barraza con las mujeres de la tercera edad que le recordaban a su mamá. 

Bernardo Bátiz, ex procurador del entonces Distrito Federal en entrevista para Cuestione. Foto: Margarita Solano.

El interrogatorio de Barraza Samperio quedó grabado para la historia y entre otras cosas dijo esto:

– ¿Por qué la mató? Le pregunta el Ministerio Público haciendo referencia al asesinato por asfixia de Ana María Reyes Alfaro.

– No le puedo decir, responde tajante Juana.

– ¿Era amiga suya?

– No señor.

– ¿Robó algo del domicilio?

– No.

– ¿Ha cometido otros crímenes?

Se queda en silencio.

Minutos más tarde, Juana comienza a confesar.

– ¿Te maltrataban de niña?

– Sí.

– ¿Quién?

– Mi mamá, mi mamá me trataba muy feo y siempre me maldecía (…) Ella me regaló con un señor grande y yo fui abusada y por eso odiaba a las señoras

Por primera vez llora y se hace responsable del asesinato de la señora Ana María: “sé que no es excusa y no merezco perdón de Dios ni de nadie pero… yo lo hice”.

Patricia Payán, criminalista y con un diplomado en medicina forense, cuenta para el documental cómo Juana Barraza asesinó a sus víctimas. 

Le pidió a La Mataviejitas que, con unas pantimedias, le mostrara cómo lo hacía y un agente ministerial se ofreció a participar. La escena es perturbadora; Juana relata en el mismo interrogatorio de hace 17 años que perdió la cabeza mientras hace una llave china apretando con la media el cuello del agente de la procuraduría que se ve con la circulación entrecortada y la cara roja hasta que Barraza dice: “y así la apreté” y lo suelta.

En el 2008 La Mataviejitas fue sentenciada a 746 años de prisión y a una multa de 791,382. En las pantimedias que Barraza utilizó para recrear sus crímenes, le dejó a la criminalista Patricia Payán dos autógrafos, uno de cada lado. 

Juana Barraza Sampeiro, conocida como La Mataviejitas fue sentenciada a 759 años con 17 días, esto tras dos años de proceso. Foto: Cuartoscuro.

Ninguna relación entre las víctimas

Bernardo Bátiz, que actualmente es consejero del Consejo de la Judicatura Federal, recuerda que una característica de su gestión como procurador capitalino es que nadie antes que él había cumplido los 6 años completos de su mandato porque los anteriores “duraban un tiempo y se iban”.

En el año 2000, cuando Bátiz recibió el expediente que lo llevaría a la captura de La Mataviejitas, “teníamos alrededor de 500 asuntos diarios de todos los delitos, de homicidios culposos y accidentales y dolosos, intencionales, ese era el promedio”.

La investigación de la primera asesina serial de la Ciudad de México, reconoce el ex procurador, fue “una cosa muy científica y muy difícil por la falta de relación entre las víctimas”. 

Juana Barraza, explica Bátiz Vázquez, no tenía ninguna relación personal con las mujeres que asesinaba. Ni era vecina, ni familiar, ni amiga, ni enemiga de ninguna de ellas. La Mataviejitas las localizaba en cualquier parte del Metro donde se bajaba y vestida de enfermera “se mostraba solícitas con ellas, las ayudaba en algo y luego las ahorcaba”, explica el funcionario. 

Un estudio publicado por The Journal of Forensic Psychiatry & Psychology cuenta que las asesinas en serie son letales y los detalles de los crímenes de las mujeres difieren de los cometidos por los hombres porque casi todas las mujeres implicadas han matado a personas que conocían, normalmente a sus maridos e hijos. Pero este no era el caso de Juana Barraza Samperio y de ahí lo difícil de una investigación que llevara a su paradero.

Al principio la procuraduría no tenía muchas pistas de Juana. Encontraban algunas huellas en las escenas del crimen que no coincidían con la de ningún delincuente en la robusta base de datos de dactiloscopía.

Familiares de las víctimas referían que quien mataba a sus madres, abuelas y tías, se robaba objetos de las casas pero la autoridad no tenían manera de saber qué tipos objetos porque Juana los guardaba en su casa y todavía no había sido detenida. 

Lo que sí sabían, argumenta Bernardo Bátiz, es que entre el año de 1998 y el 2005, había por lo menos 45 casos de adultas mayores asesinadas en la Ciudad de México y encontrar a la o los responsables “se convirtió en el principal reto de su administración”.

Una de las víctimas apuntada en el pizarrón de ancianas asfixiadas era Gloria Eréndira Rizo, asesinada en su domicilio ubicado en la calle de Adolfo Prieto en la colonia Del Valle el 28 de octubre de 2003. Su hija cuenta para el documental de La Mataviejitas, que su mamá estaba tramitando la tarjeta de ayuda para la tercera edad al momento de su homicidio.

“Era su única hija, imagínate, era su todo. Más o menos a la 1 suena el teléfono y digo hola mamita qué pasó y era la voz de mi sobrino. ‘Murió tu mamá’, que alguien la había asfixiado con un cable”, cuenta Verónica Rizo, hija de Gloria Eréndina Rizo.

Bernardo Bátiz revisa Las Memorias de los foros: 6 visiones del asesinato serial, un caso resuelto, un libro de la Universidad La Salle donde participó documentado la actuación ministerial del caso de Juana Barraza. 

Mirando el único ejemplar que le queda de esa investigación, le cuenta a Cuestione el modus operandi de la asesina serial que puso en jaque su permanencia como procurador.

“Juana Barraza les decía a sus víctimas que ella podía arreglarles la pensión de adultos mayores para que ganen más y ese era el gancho. Nunca se forzaron las puertas, las abuelas la hacían pasar a la casa porque la veían como una enfermera bondadosa que prometía ayudarlas con un poco de dinero y ya que estaba dentro, las robaba y con una mascada, media o cable, las privaba de la vida asfixiándolas. Esto es terrible, pero ese era su modus operandi”.

Entre marzo del año 2003 y octubre del mismo año, Juana Barraza asesinó a seis adultas mayores en las colonias Benito Juárez, Cuauhtémoc y Coyoacán. 

Primero ahorcó a Guillermina León, el 2 de marzo, después a Alicia Cota el 11 de septiembre. El 9 de octubre estranguló a dos; a María Guadalupe González y María Guadalupe de la Vega, ambas residentes de la colonia Benito Juárez. 15 días después, le quitó la vida a María del Carmen Muñóz -el 24 de octubre en la delegación Coyoacán- y cuatro días más tarde asfixió a Gloria Erendina Rizo, el 28 de octubre de 2003.

La Dama del Silencio

El día de su detención y tras más de siete años asesinando abuelas en la capital mexicana, Juana Barraza dejó ver su gusto por la lucha libre. Dentro de su cartera traía tarjetas de presentación de luchadores, tarjetas de renta de rines profesionales para eventos de lucha libre y un llavero con su tarjeta de presentación que traía su nombre completo y un saludo personal: ¡La Dama del Silencio! Campeona mundial femenil, le desea feliz Navidad y próspero Año Nuevo. 

“Era un pan dulce”, cuenta una de sus amigas enmascaradas de la lucha libre en el documental, sentada en una silla de La Arena México y agregan que nunca la veían enojada. Aunque La Dama del Silencio había escogido un nombre de técnica ella “era ruda, muy ruda”, confiesan sus amigas en la televisión después de ver su detención en las noticias. 

Dentro de sus declaraciones ministeriales, Barraza contó que levantaba hasta 100 kilos en pesas hasta que se lastimó la espalda. Ese mismo año, por allá en 1998, comenzó a matar. 

En realidad, Juana Barraza se había mandado hacer un traje de luchadora pero no luchaba. Iba a la Arena México a disfrutar del espectáculo tradicional mexicano y se le veía siempre “con distintos tonos en el cabello” relatan sus amigas que sí se subían a pelear en el ring. Al parecer, La Dama del Silencio nunca existió.

Seducción, ejecución y “me llevo un recuerdo”

Dentro de la procuraduría capitalina en la década de los 2000 había una especie de obsesión por dar con el paradero de La Mataviejitas, recuerda Bernardo Bátiz. “Primero hicimos con la Universidad de La Salle un foro para traer especialistas internacionales en asesinatos seriales y se hizo un estudio científico para entender el comportamiento de la asesina”.

La investigación arrojó que Juana Barraza mataba siempre en casas que se ubicaban frente o muy cerca de un parque y que había tres fases de operación: seducción, ejecución y recuerdo.

La fase de seducción, le permitía a La Mataviejitas ingresar a los domicilios de sus víctimas y ganarse su confianza. Después venía la fase de ejecución donde las estrangulaba en el interior de sus viviendas y por último estaba la fase del recuerdo, donde Barraza se llevaba algo que le recordara a sus víctimas. 

Tras años de estudiar el comportamiento de asesinos seriales, realizar foros, utilizar técnicas de retratos hablados, la procuraduría decidió en el 2003 empapelar el entonces Distrito Federal con un millón de volantes y trípticos. El rostro hablado de Barraza, su modo de actuar, llegó a todas las patrullas de la policía, estaciones del Metro, parques, a la televisión y por eso Bátiz asegura que la captura de Juana se logró “gracias a la ciencia”.

“Un año antes de terminar mi mandato yo encuentro a La Mataviejitas”, reconoce Bernardo Bátiz con un dejo de alivio “por el placer del deber cumplido”.

Bernardo Bátiz relata a Cuestione cómo lograron capturar a Juana Barraza a partir de una investigación científica. Foto: Margarita Solano.

La policía ministerial llegó a la casa de Juana Barraza para recabar evidencia de sus víctimas. En la fachada que muestra el documental de televisión, se observa la vivienda de Samperio pintada toda de color rojo como sus labios carmesí a la hora de su detención. Al interior había una cantidad de ropa y zapatos que mostraban que Barraza tendía a ser una mujer acumuladora.

La policía encontró también varios recuerdos de las víctimas; una peineta amarilla, una flor artificial, una carta de naipes, un pastillero, una botellita de agua de rosas, unos lentes, una llave, una porcelana, un estuche de agujas, relojes, anillos, cadenas. 

A mano derecha junto a la puerta de ingreso, la policía se topó con un altar de la Santa Muerte y en la estancia principal había una foto de 80 centímetros de Juana Barraza con los brazos cruzados al frente en pose de luchadora. 

Para el año 2003, la procuraduría capitalina tenía un pizarrón con varias víctimas asesinadas por estrangulamiento y Patricia Payán, criminalista de profesión, comenzó a decirle a sus compañeros que quizás se trataba de una asesina serial y ellos le respondieron que estaba viendo muchas series de televisión. 

La última vez que se le vio de manera pública a La Mataviejitas fue en el juzgado 67 de Santa Marta Acatitla. La mujer aparece de camisa beige de manga larga detrás de un cristal. Le leyeron una decena de nombres de sus víctimas y la nieta de una de ellas le gritó que amaba a su abuelita y ella se la quitó. “Sí, pero la dejaste sola”, le respondió Juana con dureza. La nieta corrió al baño a vomitar. 

Tras dos años de proceso judicial, Juana Barraza Sampeiro conocida como La Mataviejitas fue sentenciada a 759 años con 17 días, esto. Foto:Cuartoscuro.

Hoy en la calle Victoria 82 de la Ciudad de México, el busto de Juana Barraza es uno de los más fotografiados del Museo de la Policía también conocido como el museo de asesinos seriales y la serie de La Dama del Silencio, uno de los estrenos más esperados de la televisión de paga que se estrenó  en  julio.

Develan el busto de Juana Barraza “La Mataviejitas” en el museo de seguridad pública donde se exhiben historias y figuras de asesinos seriales. Foto:Cuartoscuro.
Cuberto Enriquez Pineda museógrafo de la exposición de asesinos seriales, muestra el busto de Juana Barraza “La Mataviejitas” que se develó en el museo de seguridad pública. Foto: Cuartoscuro.

Desde su oficina, Bernardo Bátiz recuerda “una historia terrible y muy dolorosa para las familias de las víctimas”. Un caso histórico para la memoria y no repetición de la primera asesina serial de la capital, la Dama del Silencio. 

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