Pintas de protesta, ¿iconoclasia o vandalismo? La delgada línea que separa uno del otro

Compartir:

“Yo todo lo quemo, yo todo lo rompo, si algún día un fulano te apaga los ojos”, es una de las líneas más poderosas del tema Canción Sin Miedo, de Vivir Quintana, una compositora y cantautora mexicana, originaria de Coahuila. Esa frase -y muchas otras de la canción- representa una buena parte de la frustración de las mexicanas ante la violencia interminable contra nuestro género.

Y también expresa la necesidad de plasmar estas demandas de justicia al alcance del público para ver, si al menos por presión, alguien, alguna autoridad, las escucha. Esto se llama iconoclasia, que se refiere al rechazo o la destrucción de símbolos o monumentos con fines políticos o ideológicos, y los hemos visto en muchos tipos de movimientos, no solo en los feministas.

Algunos movimientos son también más feroces que otros, como el de los normalistas que siguen en pie de lucha para exigir el esclarecimiento de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. El más reciente sucedió el 6 de marzo de 2024 cuando derribaron la puerta del Palacio Nacional mientras se llevaba a cabo la conferencia matutina del presidente López Obrador con una camioneta de la Comisión Federal de Electricidad.

Dos días antes, el 4 de marzo de 2024, los normalistas estrellaron un camión de alimentos en las instalaciones del Centro Federal de Arraigos de la Ciudad de México y se dieron otros tres ataques similares desde el 27 de febrero de 2024 a dependencias de Gobierno en la capital mexicana, desde que familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos instalaron un campamento en el Zócalo. 

Te puede interesar: Evitar el protagonismo y facilitar la asistencia de las mujeres a la marcha: así pueden apoyar los hombres el 8M

Muchos otros movimientos también han generado protestas violentas que provocaron daños a la propiedad pública y privada.

Un ejemplo son las manifestaciones en contra del ex presidente Enrique Peña Nieto al momento de llegar al poder en 2012, cuando grupos armados con palos y piedras se enfrentaron con la policía antimotines y después arremetieron contra el Hotel Hilton y muchos otros establecimientos comerciales, tiendas y restaurantes de la zona de la Alameda Central, en la Ciudad de México.

Pero también hemos visto a otros grupos haciendo destrozos, como los aficionados del equipo de futbol Chivas de Guadalajara, que en 2022 fueron al hotel donde se concentraba el equipo, antes de un juego con el equipo Cruz Azul, para reclamarles su mal desempeño. Los elementos de animación -o la porra- La Insurgencia que llegaron al lugar rompieron cristales del inmueble y brincaron el cerco de seguridad del hotel para poder cuestionar a los jugadores. 

En las marchas feministas este es el aspecto más criticado. Como en agosto de 2019, cuando en una marcha llamada No me cuidan me violan, grupos de mujeres realizaron varias pintas en distintos puntos de la Ciudad de México e incluso pintaron consignas y prendieron fuego al monumento del Ángel de la Independencia. 

Situaciones parecidas han sucedido en los siguientes años. En 2021 se reportaron 81 mujeres heridas durante la marcha del 8M, en su mayoría policías, según los datos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana capitalina. Las manifestantes trataron de tirar la valla metálica que se colocó para proteger al Palacio Nacional y acusaron que las autoridades usaron sustancias irritantes para disolver la concentración.

Todas estas acciones parecen similares, pero ¿cómo podemos distinguir entre vandalismo e iconoclasia? ¿Qué parte es una válida herramienta de protesta y cuál no?

Las pintas y el arte urbano 

Vanesa Silva, vocera de la colectiva feminista Coatlicue Siempre Viva, consideró que primero las pintas -los graffitis sobre una demanda social- se tienen que diferenciar del arte urbano, sin criminalizar a ninguno de los dos.

“El arte urbano o la gráfica urbana está muy estigmatizada, señalada como algo negativo. La expresión de arte o de la gráfica en las calles tiene que ver con productos culturales de dinámicas que generalmente son criminalizadas, asociadas al narcomenudeo o el crimen organizado”, nos dijo.

Te puede gustar: TERF: feminismo radical que alimenta la violencia machista contra mujeres trans

“De un primer momento, al hacer la diferenciación de iconoclasia y marcar lo otro -los graffitis urbanos- como vandalismo, no estaría tan de acuerdo. Me parece que eso estaría criminalizando esas otras expresiones gráficas de la calle”, continuó.

“Yo pienso que sí es necesario diferenciarlo, pero no seguir marcando los graffitis urbanos como vandalismo. Sobretodo porque muchos movimientos sociales, no solo el feminista, se han servido de la gráfica en las calles para colocar nombres, demandas, posturas y me parece que puede ser un ‘autogol’ localizar al arte urbano como que es negativo y a lo que hace el feminismo como positivo”, detalló.

La activista consideró que en la historia de los movimientos sociales las pintas tienen que ver más con el momento y el motivo para realizarlas. Añadió que todas las acciones de los movimientos deben ser coordinadas con base en un plan general y la fuerza que impulsa un movimiento que requiere de esa o de otra acción.

“En el caso de las pintas, pienso que hay sus momentos de utilidad, usarlas siempre puede hablar de un desgaste de la estrategia y de no entender para qué sirve. Las pintas sirven para presionar a instituciones, sobre todo a personas que han agredido o han violentado derechos, y para visibilizar un tema”, resaltó. 

También nos explicó que en las colectivas feministas, como en la que ella participa, las pintas generalmente se hacen en edificios de instituciones públicas para reclamar aspectos como la violencia de género institucional, impunidad o en edificios de empresas que tienen que ver con las demandas de la protesta.

“Dentro de la organización, si en algún momento se llega a utilizar una pinta como estrategia de presión, nunca va a ser sobre propiedad de algún vecino, a menos de que sea el agresor o la persona contra quien va la demanda, porque creemos que, como hay este sentir por parte de la población de la criminalización hacia la gráfica de las calles, lo que menos queremos es que sea una estrategia que se entienda como una agresión hacia la gente en general, el pueblo”, destacó.

El vandalismo

Por otro lado, vandalizar, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española (RAE) se define como “el espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana”. O “maltratar o destruir una instalación o un bien público” 

En el texto Intervención y destrucción de monumentos públicos en América Latina como respuesta ante el dominio cultural e ideológico del espacio público (2020) escrito por Jonathan Lukinovic Hevia, del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, el autor expresa que el vandalismo “pasó de significar la destrucción de obras de arte y monumentos, a la de cualesquiera objetos en tanto se pudiera denunciar como trato bárbaro, ignorante o inartístico desprovisto de sentido”.

Lukinovic Hevia sostiene que con los trasfondos sociales e históricos que tienen tanto la iconoclasia como el vandalismo, “es posible comprender que cada uno de estos posee una fuerza motriz evidente, que en el vandalismo es irreconocible no por su ausencia, si no por su silenciamiento”. 

Y que por estas razones han surgido subcategorías en el concepto de vandalismo: vandalismo ideológico como el que busca la protesta social o imponer un pensamiento; vandalismo convencional que busca destruir propiedades sin sentido; vandalismo adquisitivo que se usa para para conseguir dinero o bienes ajenos; y más categorías que dan cuenta de la complejidad del fenómeno.

Si bien la iconoclasia y el vandalismo de alguna manera van de la mano, tenemos que distinguir sus diferentes funciones y momentos de utilización. Las marchas feministas usan la iconoclasia para exponer sus demandas, quienes lo hacen conscientes de la fuerza de esta herramienta, lo hacen con un plan. 

Romper parabrisas de automóviles, destruir cafeterías, restaurantes o tiendas no va a hacer que los movimientos feministas se escuchen más fuerte y en estos tiempos, quizás, no podemos darnos el lujo de que se desprestigie el alcance que han conseguido.

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.