Wendy sigue desaparecida y su comunidad, San Pancho en Nayarit, cambió para siempre

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La violencia no solo impacta a las víctimas, sino a comunidades enteras. Genera miedo y desconfianza, haciendo que la población se sienta vulnerable. Esto es lo que pasó en un pequeño pueblo de Nayarit.

Wendy (o Wen, como le decían sus amigas) dejó su vida en Guadalajara hace cuatro años, para mudarse al pueblo de San Francisco, una pequeña localidad en Nayarit, donde sus 1,600 habitantes bien podrían caber en una plaza de solo 400 metros cuadrados. 

Lo hizo persiguiendo su sueño: abrir una tienda de arte y dedicarse a las creaciones que hacía como diseñadora.

La vida de Wendy Sánchez, de 33 años, parecía perfecta para ella: tenía las aguas del océano Pacífico a cinco minutos caminando de su casa y estaba en la comunidad de San Pancho –como conocen popularmente al pueblo–, que es considerado la capital cultural” de Nayarit por su producción de arte, sus galerías y el cuidado del medio ambiente.

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A diferencia de la vecina comunidad de Sayulita, en donde el ánimo fiestero de los surfistas y turistas extranjeros predomina la mayor parte del año, San Pancho es un lugar tranquilo, donde la mayoría de los bares y restaurantes cierran a las 9 o 10 de la noche y a las 12 “ya no hay ni un alma”, según narran sus habitantes.

Wen manejaba entre seis y siete horas, cada 15 días, a Guadalajara para visitar a su familia. Pero el fin de semana del 9 de enero de 2021, salió de su casa por última vez. Desde entonces, nadie sabe de ella y su rostro se ha convertido en el protagonista de innumerables carteles y afiches que sus amigas y amigos han hecho para visibilizar su desaparición.

“Mi amiga Wen se mudó a San Pancho para vivir mejor… no merecía ser desaparecida”, se lee en un letrero que cuelga ahora en la puerta de la casa donde vivía Wendy.

Casa de Wendy. Foto: Scarlett Lindero

En Tercer Mundo, la calle principal de San Pancho, hay una lona de unos dos metros que te recibe a la entrada del pueblo, que en vez de dar la bienvenida a este lugar turístico, alerta sobre la desaparición de Wendy. 

En esta misma calle está la tienda de arte “Marea”, en donde Wendy organizaba talleres de arte y exhibía algunas de sus piezas. Sólo que en lugar de ver sus obras, ahora hay una manta grande con su nombre y un mural con su rostro.

Los nombres de todas las demás calles en el pueblo transportan a otros lugares, pues son de países y continentes del tercer mundo, como Kenia, Pakistán, India y América Latina, donde vivía Wendy.

Ella es la primera mujer desaparecida en San Pancho, nos dice Claudia, de 35 años, originaria de este lugar. “Han habido otros hechos violentos, pero no recuerdo alguna desaparición como la de ella, no ha habido”, cuenta.

En cada cuadra, además de haber locales donde venden artesanías o ropa de playa para los turistas, hay letreros y fotografías de Wendy. Están por todas partes.

“Desde que desapareció Wendy, el ambiente no se siente igual”, nos dice Karina, otra habitante de la zona, quien trabaja en un restaurante. “Caminar por las noches aquí es distinto, algunas mujeres hemos aprendido a cuidarnos más y estar más atentas”, dice la joven de 28 años.

Karina antes no pensaba en su seguridad porque este lugar era muy tranquilo, pero cada vez que ve la fotografía de Wendy cuando sale de trabajar, además de sentir tristeza por ella, tiene miedo, al igual que las mujeres turistas que visitan la zona y que se enteran del caso de la joven.

La desaparición de una persona o de un hecho delictivo en una localidad no sólo afecta a sus familiares; también alcanza a toda la comunidad, pues infunde terror y miedo en la localidad que la padece, explica Juan Carlos Gutiérrez, director de I(dh)eas Litigio Estratégico, una organización civil que defiende a las víctimas de desaparición forzada.

Las personas habitantes de una comunidad que son afectadas por una desaparición son consideradas víctimas colectivas, porque sus intereses en común (la seguridad o la confianza) se ven afectados como resultado de un delito o de una violación de derechos humanos, y es la obligación del Estado reparar el daño, nos dice Guitiérrez.

En México hay 86,442 personas desaparecidas y no localizadas (21,464 son mujeres), de acuerdo con los datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, actualizados hasta este 30 de marzo.

Algunos habitantes de San Pancho narran que es mejor no salir muy noche aquí, pues está prácticamente vacío y en los últimos meses hay más incertidumbre porque nadie sabe qué pasó con Wendy.

Entre los principales efectos psicosociales que genera una desaparición están: “confusión, miedo, desesperanza, vulnerabilidad, pérdida de confianza, dolor psicológico e ideas angustiantes en torno a la figura del desaparecido y su destino”, de acuerdo con Valeria Moscoso Urzúa, coordinadora del Área de Atención Psicosocial de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos.

Claudia y Karina no conocieron a Wendy, pero su vida ahora tiene una percepción distinta: que sus amigas o ellas mismas estén en riesgo de desaparecer.

Hay una doble afectación en las comunidades cuando ocurre la desaparición de una mujer. Puede ser revictimizada o también lo son las otras mujeres de la localidad, pues se podría decir que “por algo la desaparecieron” o seguro “andaba en cosas raras”, nos explica Juan Carlos Gutiérrez.

“No te vamos a fallar, te vamos a encontrar”

Afuera de la casa de Wendy hay una lona con la leyenda “#TeBuscamosWendy”, acompañada de sus fotos y de letreros que escribieron sus amigas. “No te vamos a fallar, te vamos a encontrar”, dice uno de ellos. “Esta es la ex casa de mi amiga Wen, donde pasó la última noche antes de que la desaparecieran”, se lee en otro.

Las fotos de Wendy no sólo están en cada cuadra de San Pancho, también en las redes sociales, pues sus familiares han encontrado en estas herramientas la forma de denunciar su desaparición.

¿En qué va el caso?

Hace unos días, la familia de Wendy levantó una queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco porque el fiscal del estado, Gerardo Octavio Solís, dijo públicamente el 11 de marzo que durante la búsqueda de Wendy se encontraron restos incinerados que podrían corresponder a ella, sin ninguna prueba o evidencia forense realizada.

Esta información fue rechazada por sus familiares, quienes además no estaban enterados de ello. Además es la Fiscalía de Nayarit la que tiene en sus manos la investigación de la desaparición de la joven y no la de Jalisco, según denunciaron en redes sociales.

Reprobamos que el fiscal general del estado de Jalisco emita ante la opinión pública información tan delicada sin haber tenido antes comunicación con nosotros, su familia, y sin contar medios probatorios que lo sustenten”, denunciaron.

“Mi hermana Wendy aún no aparece, no hay avances contundentes en la investigación”, tuiteó su hermano este 29 de marzo.

Mientras tanto, San Pancho vive un hecho histórico en esta pequeña localidad que ya ha causado conmoción entre las mujeres que habitan en ella.

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