Amores Lujuriosos

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Vivo una relación abierta desde hace casi nueve años y, a veces, todavía sigo comprendiendo cómo funciona esto de implicarme sexual y afectivamente con más de una persona y mantener la salud mental. 

La idea de involucrarme en este esquema de relación surgió de la infidelidad que siempre me ha rodeado: desde joven tuve novio tras novio, a veces dos al mismo tiempo. Ya casada, después de haber sido adornada con sendas cornamentas en diversas ocasiones, decidí que quizás la fidelidad no era lo mío y empecé a compartir mi mundo interior e interno con múltiples hombres. 

Los seres humanos no somos monógamos por naturaleza, la fidelidad es un asunto de decisión. Nos es ajena. Como escribió Esther Perel en su inigualable libro The State Of Affairs: Rethinking Infidelity: “La infidelidad posee una tenacidad que el matrimonio sólo puede envidiar. Es tan así que es el único pecado que tiene dos mandamientos en la Biblia, uno por ejecutarla y otra solo por pensar en ella”. Sin embargo, rompe corazones, destruye autoestimas y dinamita amores despiadadamente.

Las relaciones abiertas son una alternativa de pareja en las que la infidelidad es consensuada, lo que requiere altos niveles de compromiso, confianza y fortaleza del vínculo principal. Lo más importante para hacerlas funcionar es determinar acuerdos claros con las mismas reglas para ambos; equilibrio y capacidad de comunicarse ante todo. Y mucho amor, amor de verdad, de ese que acepta de manera incondicional.

Al descubrir que existían las relaciones abiertas dejé de sentirme fuera de lugar en el mundo; me sentía culpable, como si mi incapacidad para mantener el interés en una sola persona por demasiado tiempo me convirtiera en alguien descompuesto. “Somos demasiadas las que no encajamos en el modus operandi de la relación tradicional. Y en vez de crear nuevas formas de vínculo, estamos absortas intentando una y otra vez que encaje la pieza donde no encaja, como un niño de dos años insistente”. 

Cuando leí estas palabras de Carla Castelo en su Manifiesto contra el amor romántico me sentí como exploradora en pleno hallazgo del santo grial; no era yo la única descompuesta y por fin podría comenzar a vivir sin miedo ni remordimientos la vida que siempre había soñado.

¿Me causa conflicto que mi pareja tenga relaciones sexuales con otras mujeres, otras relaciones afectivas de profundidades variadas? Sí, a veces. En ocasiones más conflicto que otras, dependiendo de mis hormonas y de la calidad de mi sueño de la noche anterior. 

Cada vez que me predispongo al drama y a colocarme en modo víctima, recuerdo que yo soy igual, o tal vez peor. Me fascina tener aventuras sexuales, secretos, vivir las historias que después convertiré en ficción; entonces logro dominar esa maldita sensación de corazón acelerado, mador involuntario, boca seca y miserabilidad tan instintiva, no puedo seguir enojada y mejor convierto lo que imagino cuando intuyo que está con alguien en fantasías que me provoquen más deseo por él. 

A mí el amor me llegó en una presentación inesperada, porque existen tantos esquemas de relación como parejas. La mayoría de los divorcios y separaciones son por infidelidad y celos, lo que quiere decir que la mía es una relación en la que se cumple lo único que yo deseaba: una pareja incondicional que no me mintiera. Y que valorara su libertad tanto como la mía. 

Cuéntame, ¿tú podrías compartir a tu pareja, si tu pareja también está dispuesta a compartirte?

Más de la autora: Provocadora

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