Apuntes de una poliamorosa. Parte 2

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En la vida de toda persona llega el momento en que decidirá cuál será su manera de relacionarse respecto al amor. O eso sería lo ideal. A veces no eres tú quien decide, sino que deciden la inercia, la educación, los prejuicios, los temores, las opiniones ajenas, el autor de un personaje, el director de una película y otros factores ambientales que van dibujando en los anhelos el pliego petitorio para la posible pareja.

En ocasiones esa idea permanece inamovible durante la existencia entera; pero en otras hace falta hacer una introspección para darse cuenta si realmente está funcionando para ti. Como escribió Enriqueta Ochoa en su poema Pieza extraña

Se asomaba a la vida

Y las olas del mundo irrumpían contra ella.

Siempre volvía maltrecha al sitio de partida

En donde fría era la soledad,

Cuchillo que penetraba hasta el centro de los huesos.

Y es que ella fue una pieza extraña

que jamás encajó en el rompecabezas.

No faltó quién limara sus cortes,

puliera sus aristas

tratara de meterla a presión en el hueco apropiado.

              Todo inútil,

porque como votada por un resorte

desalojaba el sitio que querían asignarle.

Tal vez por eso

sólo encontró su huella en la voz del infinito.

Cuarto apunte: Relación fallida tras relación fallida, casi siempre por la misma razón: infidelidad, tanto de parte de mis parejas, como mía, entendí que quizás eso de tener a un solo camarada de lujuria de por vida no era para mí. Aunque debo confesar que entré en el poliamor como una coleccionista, para adherir con el semen de otros las fisuras de mi corazón roto.

Esa no es una de las mejores ni más sanas razones para abrirle la posibilidad al amor libre y, sin embargo, es una de las más comunes, por eso resulta tan importante evaluar si lo estás eligiendo porque de verdad te gusta compartirte con más de un sexo y si saber a tu pareja con alguien más te provoca más placer que sufrimiento, o si es indefensión aprendida porque crees que jamás vas a conocer a alguien que te quiera solamente a ti. 

En mi caso resultó la primera opción, la patada de los celos trajo consigo una consecuencia colateral inesperada: mi deseo se multiplica cuando los sé sujetos del deseo de múltiples prospectos. Y me encanta que, a pesar de compartir la erección y la piel con alguien más, siempre, siempre, vuelven a mí con amor y apetito renovados.

Quinto apunte. En lo que respecta a mí como individuo, adoro poder ser diferentes personas con mis diferentes amantes. Ninguna combinación de lenguas da el mismo resultado; ninguna mezcla de sudores, de salivas ni de palabras en las conversaciones. 

De algunos me fascinan los besos, de otros las palabras impúdicas al oído. De algunos me gusta el cuerpo, de otros la imaginación. De unos me gusta el tono de voz, de otros el silencio. De algunos los labios, de otros el volumen y la consistencia. No hay dos papilas gustativas iguales, así como no hay dos huellas dactilares idénticas.

A veces soy un pasón de adrenalina, a veces un lago de madrugada; en ocasiones una mujer fatal, en otras una muñeca de vestidos vaporosos y labios color de rosa. Puedo bailar desnuda o danzar en vestido de noche; tener un intercambio de ideas muy intelectual, o reírme a carcajadas de bromas absurdas y chistes malos. A veces parezco una maratón, a veces un salto de garrocha. A veces una mimosa de mañana, a veces un jugo de naranja.

Y siempre, siempre, soy yo.

Te invitamos a leer la primera parte de este título: Apuntes de una poliamorosa. Parte 1

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