¿Un beso? ¡Sí!

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Imagina algo que mejora tu sistema inmune, previene las caries, regula tu presión arterial, tonifica los músculos de tu cara, disminuye el estrés, ayuda a aliviar dolores de cabeza, menstruales o de dientes, te provoca calma, alegría, satisfacción y además te acerca a la persona que deseas.

No, no creas que se trata de uno de esos productos milagro que por una módica cantidad —nada módica, en realidad—, te ofrece una vida mejor. Tampoco se trata del argumento gancho para un seminario, ni de la invitación a descargar un libro gratuito plagado de publicidad, ni de un masterclass, ni de un video de Reels o TikTok que te enseñe algo o te haga sentir un imbécil porque necesites instrucciones para existir. Para nada.

Se trata de uno de los pocos placeres gratuitos existentes, para los que sólo se necesitan unos labios y un ser anhelante, fluir con la circunstancia y cerrar los ojos —o no—: los sexis, acuosos, sutiles o salvajes, intensos o relajantes besos, esos intercambios de bacterias y hormonas que sucede al acercar las pupilas, las narices y los labios para “jugar a los cíclopes” (gracias, Julio Cortázar, por tu capítulo 7 de Rayuela).

Algo tan cotidiano como los besos es, evolutivamente, una de las mejores estrategias para probar compatibilidades que garanticen mejores descendientes. La científica, médica, neuropsiquiatra y neurobióloga Louann Brizendine en su libro El cerebro masculino lo explica: “en el juego del apareamiento, un beso es más que un beso, es una prueba de sabor. La saliva contiene moléculas de todas las glándulas y órganos del cuerpo, así que un beso con lengua indica el aroma característico de la otra persona. […] La información sobre la salud y los genes del otro se recopila y almacena en secreto en el cerebro”.

No hay besos de lengua inofensivos; Brizendine también afirma que “existe abundante testosterona bioactiva en la saliva del hombre, tanta que puede activar el centro de excitación sexual del cerebro femenino”.

Todo esto lo sabemos gracias a investigaciones científicas sobre el tema del placer humano, en especial de la Filematología, la ciencia de los besos.

En el Kama Sutra también hay una sección dedicada a los besos. Según este clásico del erotismo, los lugares para besar son la parte de adentro de la boca, los labios, el pecho, los senos, la frente, el cuello, los ojos, las mejillas. También se puede besar en la entrepierna, los brazos y el ombligo, pero sólo en algunos casos (yo opino que en cualquier parte del cuerpo es bueno, como las corvas).

Los besos de las mujeres jóvenes (y de las maduras, y de los hombres, digo yo) son: el “beso nominal”, que es como el de piquito. El “beso palpitante”, que es cuando se apresa en la boca el labio y sólo se mueve el inferior (uff). Y el “beso de tocamiento”, que sucede cuando se juntan las lenguas, con los ojos cerrados y las palmas de las manos en coincidencia mutua.

Así que ya sabes: si eres como yo y un buen beso funciona como la combinación correcta para abrir una caja fuerte, pero trasladada a las piernas, puedes entregarte a la faena sabiendo que no nada más gozarás de un momento de humedades y potenciales orgasmos, sino que estarás celebrando lo instintivo de la naturaleza humana, y como dijo la fabulosa Marilyn Monroe: “el sexo forma parte de la naturaleza, y yo me llevo de maravilla con la naturaleza”. 

Quiénes somos nosotros para contradecirla.

Más de la autora: Experiencia expandida

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