Días de libros

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Los libros en mi vida han sido todo. Mis amores incondicionales. Mis dolores de cabeza, y de espalda, y de ilusiones. Los lugares a donde siempre quiero volver. Aunque les he sido infiel incontables veces (me gusta leer más de dos al mismo tiempo), ellos, siempre seductores, me dejan insaciable, aunque sí que me han provocado más de un orgasmo intelectual.

Los conocí en casa. Comencé a leerlos, como casi todas las personas, en la escuela. Me apasioné por ellos a los 14 años, en las vacaciones de verano de 1994, gracias al aburrimiento hacia la sosa programación televisiva, de mi único videojuego, de la soledad que implica ser la hermana menor, que tus hermanas crezcan y su última intención sea jugar contigo.

Una mañana fui al librero en la estancia en la búsqueda del ejemplar más gordo, pensé que leer el libro con más páginas posibles me ayudaría a pasar el tiempo sin tanta consciencia de cada segundo. Había varios, pero llamó mi atención un lomo amarillo con letras negras e ilustración algo caótica. La suma del grosor más el tema, muy de mi interés por aquellas épocas -la Conquista-, me hizo elegirlo. El corazón de piedra verde, de Salvador de Madariaga.

Cuando la niña de 14 años que fui abrió esas páginas y sus ojos se posaron por primera vez en las letras: “Cuando vinieron a decir al rey Nezahualpilli que su mujer Xochotzincatzin o Pezón-de-Fruta le había dado una hija, su rostro permaneció inmóvil ocultando con su impasibilidad la profunda alegría que inundaba su corazón. En su otra mujer, hermana mayor de Pezón-de-Fruta, así como en las cuarenta y tantas mujeres que entre sus dos mil concubinas solía frecuentar, Nezahualpilli había sembrado y recogido ya más de cien hijos e hijas. Pero Pezón-de-Fruta no era sólo una de sus mujeres legítimas, hijas de Tizoc, emperador de Méjico, sino también la primera y única mujer que había amado de verdad”, jamás imaginó que ese libro en sus manos sería el hallazgo de su máxima pasión en la vida, de su adicción y su delirio; que el deleite provocado por las imágenes que los vocablos dibujaban en su mente le revelarían su vocación.

En ese momento no pude imaginar que me convertiría en la mujer que soy ahora: escritora de libros eróticos; periodista especializada en sexo, erotismo, relaciones. Pero, sobre todo, en constructora de puertas: me cerraron tantas por trabajar y difundir mi literatura a mi manera que aprendí a construir mis propias puertas. Gracias a ello soy creadora y creativa, igual puedo escribir una novela que diseñar una portada, o que ponerme chaleco reflejante y botas de casquillo para entregar los ejemplares de mis ideas convertidas en papel y tinta en los centros de distribución de las librerías.

Desde aquel Corazón de piedra verde han desfilado por mis ojos cientos de ejemplares, si no es que ya más del millar, y el asombro no me ha abandonado. Soy una lectora versátil, por eso me convertí, también, en una escritora versátil. Me fascinan las novelas, los cuentos, la poesía, el ensayo, los libros experimentales; la no ficción. De temas ilimitados, desde historia, hasta fantasía, pasando por psicología, finanzas, botánica, ventas, arquitectura, arte…

Los autores y las autoras que más han cautivado mi corazón y mi intelecto son Stefan Zweig, Amèlie Nothomb, Gabriel García Márquez, Gioconda Belli, Liliana Blum, Julio Cortázar, Lenore Kandel, Jorge Luis Borges, Michael Ende, Charles Bukowski, John Kennedy Toole, Haruki Murakami, Esther Perel, Charles Dickens, Horacio Quiroga, Rosa Montero, Isabel Allende, Rabindranath Tagore, Manuel Scorza, Alberto Ruy Sánchez, Safo, Erik Satie, Anne Sexton, Idea Vilariño, Catherine Millet, Jane Austen, Colette, J. R. R. Tolkien, G. K. Chesterton y muchos más personajes inolvidables.

Y aunque Piedad Bonnet en su novela Qué hacer con estos pedazos afirma: “porque a los veinte, una biblioteca es una ilusión, a los cuarenta un lugar de plenitud y a los sesenta un recordatorio permanente de que la vida no te va a alcanzar para leerlos todos”, no hay día que no me encuentre con un libro que no deseo que acabe nunca o con una larga lista de páginas por descubrir.

¡Larga vida a los libros!

Más de la autora: Sexualidad y prejuicios. Parte 1

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