El futuro divergente

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El futuro que pudimos imaginar antes de la pandemia de la COVID-19 ya cambió. Es un escenario diferente y aún más desalentador. 

Lo primero que deberíamos de recoger, como una lección inevitable, es que la crisis sanitaria es resultado de un modo de vida basado en la depredación de nuestro entorno natural. El desequilibrio de los ecosistemas es el medio que genera las nuevas enfermedades y, evidentemente, la condición de emergencia global que representa el cambio climático.

La salud de la población y la economía de las naciones han sido seriamente afectadas. Por ser determinante en el desarrollo cognitivo y de capacidades en la niñez y en la juventud, la educación es una de las actividades humanas que más trastocada se ha visto por la pandemia. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) indica que la crisis sanitaria generó la perturbación más grave de la educación en toda la historia: en el pico de la crisis más de 1,600 millones de educandos de más de 190 países dejaron de asistir a la escuela. En México, según datos de la propia Secretaría de Educación Pública, 36.5 millones de estudiantes que cursaban el ciclo escolar 2019-2020 pasaron repentinamente a tomar clases a distancia; una situación totalmente nueva y en un contexto de desigualdad social que no permitía vislumbrar buenos resultados. 

De 30 países con información comparable, México fue el que más días mantuvo cerradas las escuelas y sin clases presenciales por la pandemia, de acuerdo a lo que señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo cual ha representado un grave rezago para los alumnos en términos de aprendizaje y de experiencias significativas. 

No obstante las modalidades de educación a distancia que se pusieron en marcha, apoyadas en las más modernas tecnologías de la comunicación, la evidencia demuestra que no se puede sustituir la experiencia formativa que implica para los estudiantes la interacción personal y la socialización de la educación presencial. 

Las estimaciones que ha hecho la UNESCO sobre la perturbación que ha sufrido la educación básica con la pandemia son verdaderamente preocupantes. Específicamente en matemáticas y español -áreas fundamentales para el aprendizaje- señala que la recuperación de los niveles de competencia de la generación que en 2020 se encontraba en tercer grado de primaria, se alcanzaría hasta el año 2030. Solo podría darse antes si durante los años siguientes se acelera el aprendizaje; por ejemplo, si los niños y niñas aprendieran un 10 % más de lo esperado, la recuperación podría darse en 2027.

Imaginar el futuro de nuestro país con estos rezagos acumulados en la educación de quienes, entre el 2030 y 2040, serán los jóvenes y adultos que deberían incorporarse al mercado de trabajo, y asumir tareas de liderazgo en diferentes ámbitos, puede ser desde ahora una pesadilla. 

Es muy posible que, como efecto del acelerado desarrollo del conocimiento y tecnológico global que ya se observa, las competencias de las generaciones con rezago educativo queden muy abajo de los estándares requeridos por el sistema productivo. Esto, evidentemente, será un freno al crecimiento económico; un factor que agravará el desempleo, la pobreza y la desigualdad; el caldo de cultivo para que se afiance el clima de violencia, de inseguridad y de impunidad; una condición social que puede alentar una mayor conflictividad social, polarización política e ingobernabilidad. 

La única alternativa es formular estrategias desde las comunidades locales y los gobiernos estatales y municipales para, además de cuidar de la salud pública, la seguridad ciudadana e impulsar la reactivación económica, establecer un gran acuerdo social por la educación. Este pacto exige la corresponsabilidad de todos, no es un tema solo de los estudiantes, de los padres de familia y de los maestros; es una prioridad social de primer orden. La educación es la clave del futuro de calidad al que aspiramos. 

Construyámoslo desde hoy. 

https://oscarpimentel.com

Otra colaboración del autor: El desafío que no se quiere ver

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