El desafío que no se quiere ver

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Los adultos mayores en nuestro país es un segmento de la población en un proceso intenso y acelerado de crecimiento que tendrá efectos muy importantes, en los próximos años, en el desarrollo económico y en las condiciones de bienestar del conjunto de la sociedad mexicana. 

No obstante, salvo los apoyos económicos directos que reparte el Gobierno Federal con fines político electorales a una parte de la población con más de sesenta años, no se reconoce la importancia y la dimensión que significa este desafío -inédito en la historia humana- de una población cada vez más grande de personas mayores. 

De acuerdo con los estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en los países que integran esta organización había una media en 1980 de sólo 20 personas de 65 años o más por cada 100 personas en edad productiva; para 2015 esta cifra había aumentado a 28 y para 2050 se proyecta que casi se duplique hasta alcanzar 53. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anticipa que entre el 2020 y el 2030 el porcentaje de habitantes del planeta mayores de sesenta años se incrementará en un 34%.

Lo anterior significa que en menos de una década la población mayor de sesenta años será la más alta de la historia. Y esto generará una enorme presión sobre los sistemas sanitarios y sociales de cada país, además de cambios nunca vistos en la estructura del mercado laboral y en el crecimiento económico. 

En México, según los datos censales del INEGI, la población de más de sesenta años creció de 5 millones de personas en 1990 a 15.1 millones, lo cual representa el 6% y el 12% de la población total, respectivamente. Casi tres millones (2,993,653) de adultos mayores -el 20%- no están afiliados a algún sistema de salud.

Este proceso de envejecimiento poblacional se da en una situación económica y social muy desfavorable para el país, y más rápidamente que en otras naciones, lo cual implica que se tendrá menos tiempo y menos recursos para adaptarse a la graves consecuencias económicas, sociales y culturales que ello traerá consigo. 

En cuestión de salud, por ejemplo, México no está preparado para enfrentar este reto. La supresión que hizo el Gobierno Federal del Seguro Popular dejó a millones de personas mayores sin servicios de salud, a lo que deben sumarse las grandes limitaciones de infraestructura, equipo y personal que tienen los sistemas de salud y asistencia social para atender adecuadamente a las personas mayores. 

Lo urgente es que se reconozca este fenómeno demográfico y las  repercusiones profundas que tendrá en nuestra vida social. Es un desafío que se debe analizar, dimensionar y para el cual es necesario dar un gran impulso al crecimiento económico, mejorar la educación, establecer un sistema de protección social universal, elevar la productividad, abrir oportunidades reales a los jóvenes y, por supuesto, fortalecer la atención a los adultos mayores. 

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