La luz al final del túnel. La toma de posesión de Joe Biden y Kamala Harris

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Este 20 de enero pasará a la historia como una anhelada bocanada de aire tras la asfixia generada por una de las peores presidencias en los Estados Unidos de América.

Donald Trump dejará el sistema político estadounidense en los huesos; secretarías y departamentos agraviados por su forma personalísima y ególatra de comandar, un departamento de justicia vilipendiado, una comunidad de inteligencia difamada y una Suprema Corte hiperpolitizada.

Se espera que el discurso inaugural de Joe Biden sea uno de reconciliación y llamado a la unidad sabiendo, muy probablemente, que tomará un largo periodo remediar el divisionismo exacerbado por la administración Trump. 

A la administración Biden/Harris le espera un enorme reto. Además de tener que priorizar sobre las variadas promesas hechas durante la campaña, lidiar con la gravedad de la pandemia (400 mil muertes en los Estados Unidos) y generar y administrar lo que será prácticamente un plan de reconstrucción económica, también tendrá que resolver la crisis de seguridad interior generada por la retórica incendiaria del aún presidente Trump.

Aún más preocupante, tanto Joe Biden como Kamala Harris van a tener que ser protegidos (no solo el miércoles sino de manera permanente) por un reforzado cuerpo de guardias del servicio secreto debido al riesgo que representa la probabilidad (reducida, pero latente) de algún atentado en su contra. 

La reacción generada por las falsas acusaciones de fraude e incluso de traición han puesto en alerta a los variados cuerpos de seguridad nacional y la ciudad de Washington D.C. ha tenido que ser prácticamente amurallada para maximizar la seguridad de ambos. ¿Difícil creer que en verdad suceda un atentado contra Biden o Harris? Bueno, recordemos que la historia moderna de la democracia estadounidense incluye el asesinato de uno de sus presidentes en 1963 (John F. Kennedy) y, en 1981, el entonces presidente Ronald Reagan a penas sobrevivió a un intento de asesinato en su contra.

Se puede esperar que tres agendas sean puestas en marcha de manera prácticamente inmediata por la administración entrante: primero, un robusto conjunto de apoyos económicos para aliviar el impacto de la pandemia; segundo, la aceleración de la distribución y aplicación de vacunas anti-COVID-19 y; tercero, una serie de medidas legales que abran un camino viable hacia la legalización (especialmente hacia la obtención de residencia) para millones de personas sin documentos. 

Esta última propuesta sobre el tema de migración será complementada con la ampliación de la admisión de refugiados y con una estrategia para atacar las razones de expulsión masiva de población de países del triángulo norte de Centroamérica.

A pesar de los dichos, aquí y allá, sobre las expectativas de la política exterior del gobierno de Biden, es importante señalar que las prioridades serán la reconstrucción de los vínculos con los países europeos, el replanteamiento de la política hacia Asia (especialmente con China) y recomponer el camino desandado para con el gobierno iraní. 

El resto muy probablemente tendrá que esperar.

Más del autor: Las últimas batallas de Trump. Parte 2


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