Las mamis y las novias

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Escucha esta columna leída por L’amargeitor dando Play aquí:

Cuando la de 17 tenía 6, una mamá me mandó un mensaje para decirme que su hijo (también de 6) estaba enamorado de la mía, quería ser su novio y que si por favor le podía yo preguntar de su parte que si ella también quería.

Mi respuesta fue muy sencilla:

Uno, me parecía que estaban muy chiquitos para empezar con eso del “somos novios”, que ya tendrán tiempo para esas cosas y que por ningún motivo yo pensaba empujar esa etapa (¿¡cuál es la pinche prisa por adelantarlos todo el tiempo a todo!?). Dos, que si alguien quiere andar con uno de mis hijos (cuando sea) solo habrá una manera de saber si es posible: que el o la interesad@, le pregunte directamente a ellos.

El interesado nunca preguntó y por lo tanto el romance nunca sucedió (por suerte porque, insisto, nadie necesita tener un novi@ a los 6 años, qué hueva). 

Me voy enterando de que lo de pedirle a alguien que sea tu novia ahora que son pubertos sigue incluyendo, muchas veces, la ayuda de la mamá. Me reportan mis fuentes cosas que me cuesta trabajo creer como que los chavos le piden permiso (sí, permiso) a los papás de la chava antes de llegarle (¡ni que se fueran a casar por Dios y la verdad… ya ni así!). Que, en las salidas, el noviecito le tiene que estar reportando a la mamá de la susodicha qué hacen, dónde están y cómo va todo; solicitar permiso directo para ir a visitar a la hija a su casa (en lugar de que la hija visitada sea la que pregunte a sus papás). WTF, ¿es netaaaa? Y demás monadas por el estilo…

Luego, si ya de por sí lo de dar un anillo se había vuelto un espectáculo absurdo (que más que otra cosa parece, y es, una competencia pendeja que no garantiza nunca el éxito de ningún matrimonio y muchas veces incluso, todo lo contrario), declararle tu amor a alguien, a cualquier edad, se ha vuelto también un show (en cuestión de presupuesto y de hacerle a la mamada) que, por si no fuera suficientemente ridículo, requiere además de la ayuda de la mamá (y muchas veces de un crimen al medio ambiente).

Si esto no me lo hubiera contado alguien muy cercano, no lo creería… 

Resulta que el muchachito en cuestión preguntó a la mamá de la susodicha en cuestión si podía ir a “adornar” el cuarto de la dueña de su corazón para pedirle que fuera su novia. Mi amiga, haciendo un esfuerzo por cooperar y ser empática con la nueva generación, accedió, y así, el día acordado el chamaco llegó a su casa. El chavo llegó armado con todos los props: globos, regalos, pancartas y… además… con su mamá. 

Mi amiga sale, saluda, conoce a la mamá  y piensa, inocentemente, que la función de la mamá fue llevar al puberto a cumplir con su romántica misión y que, mientras, tendrá que platicar tantito con ella en lo que el chavo hace lo que tiene que hacer y se va. Inocente. Cuál va siendo su sorpresa al darse cuenta de que la mamá es quién lidera la operación y que, agarrando todos los globos, y sin ningún reparo, se mete a su casa y ante la mirada atónita de mi amiga todavía le pregunta: ¿no nos quieres ayudar? ¿Dónde es el cuarto?

Mi amiga, en shock, los sigue y se pone a seguir instrucciones de la futura consuegra obedientemente hasta que, a la mitad de estar inflando un globo, se da cuenta de la situación y se dice a ella misma: “¡¿qué chingados estoy haciendo?!” Y en ese momento anuncia que “ya así está bien” y que “ya con eso”, invitando a los intrusos a salir incluso si todavía quedaban miles de globos por inflar.

No digo intrusos a la ligera. Que el chavito quisiera decorar puede o no parecernos bien y podemos o no cooperar con la idea. Ok. Pero el tema de que la mamá se meta a tu casa sin siquiera preguntar (y si me preguntan a mi: hasta preguntando) es una intrusión absoluta y un contundente fuera de lugar.

Aparentemente no es la única historia similar y las mamás estamos de más en más ejecutando, financiando y gerenciando estos eventos y les digo una cosa….

#todopinchesmal

No sé ni por dónde empezar a deshebrar este pollo… 

Si por el lado de: ¿no tienen nada mejor que hacer?, el de ¿no les da pena?, o mejor el de  ¿qué chingados están pensando mamis? Pero como no quiero que digan que a mí qué me importa, que qué amargeitor y que la chingada, me voy a ir a lo seguro  y cuestionaré simplemente algo que cuestiono de manera recurrente en todos mis espacios: ¿qué tipo de personas estamos formando, mamás y papás?

¿Sí se lo preguntan de vez en cuando? ¿Qué tipo de adultos van a ser estos escuincles (as) que estamos “educando”?

Porque si pensamos que ayudarle a un hijo a declararle su amor a alguien más es algo que le ayuda y para lo que nos necesita, pues creo que no hemos entendido nada

Y si el escuincle es quién nos pide que lo ayudemos a expresar su amor a alguien más, pues me parece un enorme foco rojo que es urgente revisar y que, lejos de ayudarle a hacer este display, hay que llevarlo, de emergencia, a una terapia.

Así que me permito recordarles que:

1. Meterse así en la vida emocional de los hijos disque para “ayudar” es intervenir en una relación que no nos corresponde y que, de insistir, lo que sigue es ser la suegra nefasta, controladora, metiche y manipuladora que noooooo queremos jamás de los jamases ser porque lo único que vamos a lograr con eso es que: 

a) Nuestros hijos se alejen de nosotras irremediablemente  (porque la verdad nadie aguanta a estas suegras ¿no han visto las pelis?).

b) Seamos la principal fuente de problemas en sus relaciones (que me parece la peor tragedia que les podemos infringir a los hijos: ser el problema recurrente de su vida).

2. Les estamos quitando  la oportunidad de pararse enfrente de alguien y decirle “me gustas” que es tan formativa para tantas cosas. Y que, paralelamente, le estamos diciendo: “no vas a poder solo” “yo te lo resuelvo” “tu no hagas nada” “yo me encargo”, lo cual probablemente provocará que tengamos que seguirles resolviendo todo el resto de sus vidas y metiéndonos en lo que no nos importa, sistemáticamente. 

Solo encuentro dos razones por las cuales estarnos metiendo en lo que ya no nos corresponde sucede:

a) No hemos entendido que la manera más rápida de aplastarle la autoestima a la gente es diciéndole: no puedes hacer esto solo y que al sobreprotegerlos (entendiendo por sobreproteger: hacer por ellos cualquier cosa que pueden hacer solos, a cualquier edad) lo único que les estamos comprando es un boleto para ser perfectamente infelices por el resto de sus vidas. 

No les estás ayudando. Le estás balaceando los pies

Por más amor y buena onda con las que les estés resolviendo los días, los estás inhabilitando para el resto de sus vidas

Lo que hay que replantearse cada vez que nos agarre la tentación de organizar, es preguntarnos a nosotros mismos: ¿esta persona es capaz de hacer esto sola?, ¿me necesita realmente para esto?, ¿me corresponde a mí resolverlo? 

No se auto engañen, plis. 

Hay que aprender a decir: tú puedes resolverlo solo.

Aunque “pobrecitos” o “qué ternura”.

Cuestiónense y sean honestos. Cada vez. Mandarlos a resolver su vida a veces duele. Y cuesta. Pero es la mejor herramienta que les podemos dar: aprender a hacerse bolas.

b) Estamos enfermas de control y formar personas dependientes de nosotras es la manera de sentirnos necesarias para seguir ocupadas. Lo cual, si es el caso, es algo que nos urge resolver yendo a terapia y buscando mejores cosas que hacer. Tener una vida. Un proyecto. Un algo que hacer que no sea estar metiendo las narices en donde no nos importa por más ganas que nos den, por más bien que nos llevemos y por más cercanas que sean nuestras relaciones.

Insisto: no se engañen. Tenemos que aprender a delimitar cuándo es nuestro lugar estar y cuándo la neta es una ridiculez y ya no viene al caso. 

Hay una enorme diferencia entre llevarnos bien con nuestros hijos y gerenciarles la vida y peor aún, los amores. Eso se llama relaciones tóxicas y co-dependientes que lo único que van a traer como resultado son corazones rotos. Los nuestros.

La vida amorosa de nuestros hijos no es, de ninguna manera, nuestro pedo.

Queremos que nuestros hijos sean capaces de enfrentarse a sus sentimientos solos, a pararse enfrente de alguien y decirle quiero estar contigo. A pedirle que se case. O que se quiere divorciar. A enfrentar cualquier tema que tenga en asuntos del corazón, solo, con madurez, con valor, con el corazón en la mano y no con su mami (o su papi).

No sé ustedes, pero yo me hubiera muerto del horror de pensar que mi suegra se hubiera metido a mi cuarto (el recinto más personal de un adolescente) a ponerme globitos y serpentinas y marcar desde ahí su territorio con un mensaje muy subliminal (y enfermo) de marcaje de territorio hacia su hijito. 

Creo que (si son indispensables) se vale ayudar con estas mamadas sí y solo sí: el escuincle en cuestión es quién corre con los gastos, la iniciativa y la ejecución y la mamá sirve, únicamente, de chófer siendo que eso es algo que el puberto ¡realmente! no puede hacer: llevarse al lugar. 

Esa es la técnica para discriminar siempre ante estas decisiones, preguntarnos: qué realmente no puede hacer sin mí, y actuar en consecuencia.

No es lo mismo apoyar que resolver, no hay manera de controlar todo y no tienen ningún valor para nadie que las cosas del corazón nos las manufacture alguien más. La intención pierde sentido cuando alguien que no siente ese amor, mete las narices donde no le corresponde. 

Saquen sus narices por el amor de dios… somos sus papás, no sus mejores amigos.

Por la salud mental de todos los involucrados… ubíquense de una vez.

Otro texto de la autora: Que dice la señora que siempre no

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