Abusos de la estadística

Compartir:

- Advertisement -

Borges definió a la democracia como un “curioso abuso de la estadística”. Ciertamente, la democracia convierte en regla de decisión una medida de tendencia central (la preferencia más frecuente en el grupo), y el autor argentino alude a este hecho de manera irónica. En última instancia, es una de sus ingeniosas gracias. 

En cambio, es más curiosa la forma en que las principales figuras de Morena, comenzando por el presidente, presentan el mecanismo por el que el partido seleccionó a su candidata a la presidencia. Sin ápice de ironía (al menos voluntaria) afirman que la selección a través de una encuesta es un ejercicio de democracia. Y esto sí que es un abuso de la estadística.

En una elección democrática la población vota. El acto de votar representa tanto una decisión como el ejercicio de uno de los derechos de participación fundamentales en una democracia. Esto es mucho más que tener una preferencia. Cuando los partidos políticos definen sus candidaturas o a su dirigencia por elecciones otorgan a su militancia el derecho a participar en estas decisiones y es entonces que se puede decir que en tales partidos existe una democracia interna.

Algunos partidos optan por designar sus candidaturas por encuestas. A esto se recurre cuando se prevé que la militancia podría preferir una candidatura poco atractiva para la población general, o bien que una elección interna podría generar conflictos y divisiones que acabarían por debilitar al partido. Ambos motivos son muy razonables y válidos, pero esto no debe distraernos del hecho fundamental, que es que la selección por encuesta es algo que se hace en vez de las elecciones internas, y no una variedad de competencia democrática.

Sin embargo, tanto la dirigencia de Morena como las personas que competían por la candidatura han insistido en referirse a su proceso de selección por encuesta como “elecciones”, y a las respuestas de las personas encuestadas como “votos”. 

La dirigencia comenzó a hablar de las encuestas como algo distinto de una elección sólo después de conocido el resultado, en voz de la senadora Citlalli Hernández, segunda al mando de Morena, que en días recientes provocó una polémica innecesaria al explicar (es un decir) el uso de ponderadores en las encuestas realizadas por su partido. 

Comentó la senadora que la agregación final de los resultados se realizó sin representantes de las candidaturas porque se debía asignar ponderadores a cada persona en la muestra. Dijo que, según lo que las encuestadoras le explicaron (es un decir), la persona con más preferencias a su favor podría ser distinta a la ganadora, en virtud de los famosos ponderadores.

Tal vez la senadora se habría mordido la lengua si se hubiese detenido a considerar cómo se oye una dirigente partidista relatando que un grupo se reunió en privado para aplicar unos ponderadores mapaches que alteran el resultado. La andanada posterior en redes sociales fue exactamente como cabía esperar.

En una elección real el uso de ponderadores sería impensable, pues implica la violación del principio “una persona, un voto”, pero es del todo normal y legítimo en la investigación por encuesta. Cuando se toma una muestra aleatoria de una población, cabe esperar que las características de la muestra sean aproximadas a las de la población, pero no exactamente iguales. 

Esta diferencia es conocida como “error muestral” y es inherente a toda muestra bien hecha. En algunos casos, es posible hacerse una idea de la magnitud del error. Por ejemplo, por el censo sabemos que la población del Estado de México representa el 13.5% de la población total. Podría ocurrir que en una muestra aleatoria las personas residentes en dicho estado representen el 12%. Los ponderadores, lejos de “equilibrar las votaciones” (como dijo la senadora) se usan para corregir el error muestral en forma tal que la distribución de ciertas características de la muestra se ajusten mejor a las de la población. Esta es una primera precisión.

Segunda precisión: los ajustes que hacen los ponderadores no tendrían que ser muy drásticos. Con muestras del tamaño de las usadas en el proceso de Morena el error muestral máximo (en un intervalo de confianza de 95%) es de alrededor de dos puntos porcentuales. El ajuste producido por los ponderadores tendría que ser en ese tenor. Salvo en condiciones muy específicas, el primer lugar tendría que ser el mismo antes y después de aplicar los ponderadores. Si los ponderadores dieran un vuelco en el primer lugar, y con una ventaja como la que obtuvo Sheinbaum, hay buenas razones para pensar que la muestra estuvo mal diseñada, o el levantamiento fue muy accidentado o los ponderadores mismos son inapropiados.

Tiendo a pensar que la senadora no recibió una explicación apropiada sobre los aspectos técnicos de la forma en que su partido toma las decisiones. Esto no es excusa: la dirigencia de un partido que incorpora el azar en tantos aspectos de su vida interna tendría que estar familiarizada con nociones básicas de probabilidad y estadística.

Otra posibilidad es renunciar al engaño y al autoengaño, bajarle un nivel al abuso de la estadística y democratizar en serio sus procedimientos.

Otra colaboración del autor: Enseñanza de las matemáticas: un lenguaje para resolver problemas

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.