No queremos niñas bonitas

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Puedes escuchar este texto narrado por L’amargeitor dándole click aquí:

Hace unos días me topé con un artículo de la BBC hablando del trend y el problema que se está gestando en torno a las niñas y su consumo de productos de belleza para la piel.

Resultase ser que, con eso de que las “influencers” anuncien cosas a gogo sin ningún disclaimer de nada  (ni cualquier tipo de regulación), que los empaques sean hiper atractivos y diseñados para llamar la atención de las chavitas, más el viejo truco del “producto milagro”… las niñas se han convertido en uno de los principales mercados consumiendo este tipo de productos.

Niñas no por su género: las clientas tienen entre 8 y 10 años y se están embarrando cosas llenas de sustancias tóxicas, abrasivos, ácidos, retinoides y muchas mierdas más que no solo su piel no necesita (¡¡¡díganme por favor qué chingados puede necesitar la piel de una niña de 8 años más que un poco de agua de vez en cuando!!!) sino que se está convirtiendo en un problema de salud porque, evidentemente, las alergias, eczemas y demases reacciones a estos productos están a la orden del día, además por supuesto del riesgo de echarse a perder la piel para el resto de su vida a los 8 años.

 ¿¡¡Por qué, por qué, por quéeeeeeeee chingados estamos permitiendo que las niñas dejen de ser niñas en lugar de proteger su infancia a toda costa?!!

¿Por qué les compramos corpiños con relleno y push up a los 8; ropa de 16 a los 10; les hacemos fiestas de discoteca a los 7? ¿Cómo puede ser que nos parezca normal que se pongan chichis, botox y rellenos a los 20 y las pongamos en contextos, situaciones y circunstancias que NO SON APTAS para su edad

Cosas que NO necesitan. Que les impiden desarrollar sus propios procesos a su tiempo, que las hipersexualizan, las confunden y lo peor de todo: las hacen sentirse feas, gordas, flacas, altas, chaparras… ¡inadecuadas! cuando todavía son niñas, sin importar cuántas de esas cosas hagan, o dejen de hacer.

Pero lo más enfurecedor es que no solo lo permitimos ¡lo fomentamos! ¡Y lo financiamos! sin entender el problema a largo plazo, no solo para su piel como dice el artículo, para su autoestima, su salud mental, su paz. Les estamos jodiendo su percepción de ellas mismas y enseñándoles a enfocarse en todo lo que NOOO importa.

Todo pinches mal.

Me parece que nuestra principal misión tendría que ser no empujarlas a eso antes de tiempo y, contrario a fomentar que busquen afuera todo lo que las va a hacer “ser y verse mejor”, nos enfoquemos en construirlas por dentro, para que puedan navegar mejor eso de los trenes del mame y la trampa mortal de la industria de la belleza.

¿Qué tal que mejor esa lana que invierten en toda esa mierda innecesaria se las van poniendo en una cuenta de banco y las enseñan a invertir y gastar en cosas que sí valen la pena?

¿Qué tal que mejor les alimentamos el cerebro? ¿Que las enseñamos a aportar, a encontrar su causa, a saber para qué son buenas? ¿A enfocarse en encontrar su lugar y su misión por su verdadero valor, no por cómo se ven?

Cómo es posible que en pleno 2024 sigamos jugando el juego de que lo más importante que una mujer puede ofrecer, es cómo se ve. No qué sabe hacer. No qué tipo de ser humano es. Ni cuáles son sus habilidades. Es como si todo eso no importara. Si estás “gordita” pierdes puntos. Si no estás vestida como de revista, pierdes puntos. Si el novio no es el chavito bien por el que todas mueren, pierdes puntos. Si no te ves como se ven las demás, pierdes puntos.

La atención está centrada en que nuestras hijas cumplan el perfil homogenizado de todas las demás porque si no ¿qué van a decir?, “pobrecita se va a traumar” y bajo esa bandera cedemos a cualquier tipo de necedad sin importar que nos cueste el ingreso anual de una familia de bajos recursos y sin pensar en las consecuencias a corto, mediano y largo plazo en cuestión de salud y de… pues sí…. consecuencias.

Todo, absolutamente todo, con tal de palomear lo que la real academia del mame dicta.

Tenemos en nuestras manos el acceso a la información para poder tomar mejores decisiones, pero preferimos que nuestra amiga nos recomiende qué hizo porque quedó “increíble” (y eso en el mejor de los casos, porque a veces nos guiamos solo por los comentarios del post de Instagram o los reviews de Amazon para cualquier producto). 

No tenemos pinche idea de qué es, pero como vemos que la cajita tiene maripositas y colores pastel, asumimos que es para niñas. Y se los compramos. Porque todas las demás también lo tienen. Y porque salió en TikTok, y ya con eso es prueba de que está ok.

#todopinchesmal

Les estamos enseñando a agradar. A gustar. A ser elegidas. A ser aceptadas y validadas por su imagen. Y a que lo más importante en la vida… es cómo se ven.

Eso en cuanto a su carita, pero ¿qué tal lo de su cuerpo? Según un artículo de la Revista UNAM, “un estimado del 25% de los adolescentes en México sufre de algún tipo de Trastorno de la Conducta Alimentaria”… PLOP.

¿De dónde creen que viene esto? ¡De nosotros! por supuesto que de nosotros, no solo porque les seguimos la corriente en todas estas necedades, les damos dinero para comprar, comerse, untarse, tragarse, arreglarse, mejorarse… les estamos dando el ejemplo. Y ese, ese es realmente el problema.

Porque nosotras, queridas mamás (aunque no descarto a muuuchos papás por aquí también obsesionados con cómo se ven y cómo quieren que sus hij@s se vean) nos estamos gastando la vida, la energía y los ahorros, en nuestra propia imagen.

Nuestros hijos han crecido viéndonos a dieta, comiendo pasto licuado, productos “light”, castigando a nuestro cuerpo con sesiones de ejercicio irreales para justificar una pinche barrita de dátil seca y sin azúcar (en lugar de celebrarlo por lo que sabe hacer y a disfrutar eso de moverse y aprender a gozar y  relacionarse con la comida), mirándonos en el espejo constantemente (probablemente escuchando nuestros “estoy gordísima”, “soy un cerdo” “qué asco me doy”); nuestros hijos han sido testigos de cómo nuestra cara va cambiando con rellenos, botox, tratamientos estrafalarios.

Escuchándonos hablar con todas nuestras amistades de todo lo que hacemos para “mantenernos taaaan bien” y por supuesto, babear cuando alguien nos lo dice, porque todas las chingas y hambreadas valen la pena cuando alguien te dice “ay guauuu te veo más flaca amigaaaa”, “parecen hermaaanaaas” (con nuestra hija junto probablemente pensando qué dice de ella ese comentario porque entonces… la que se ve jodida, ¿es ella?)

No estamos entendiendo nada. Y no está mal quererte ver bien y hacerte arreglos que te hagan sentir mejor. Totalmente a favor. Pero con medida. Con la claridad de que no es lo mismo un arreglo, que vivir en la compostura. Y lo más importante: entendiendo como principio fundamental que no es lo mismo un adulto que quiera mejorar su calidad de vida o hacer algo por su autoestima, a echarle a perder la suya a nuestras hijas (insisto: también hay varios hijos por ahí atrapados en esto) haciéndolas sentirse insatisfechas con ellas mismas, desde los 8 años.

Cuando tú le compras uno de esos productos a tus hijas, para verse más joven, más bonita, más brillante, más lisita, más o menos cualquier cosa… le estás validando que lo necesita.

Es así de sencillo.

¿Qué tal que la siguiente vez le dices que no?

Que tal que la enfocas en algo que sí importa. Que sí le va a servir. Que sí es una herramienta para ser la mejor versión de ella misma. Y una buena inversión en su futuro. Qué tal que le explicas que no importa cuántas cosas te hagas por fuera, si no aprendes a estar bien por dentro, no sirve para absolutamente nada. ¿Qué tal que, si ves que tiene todos estos vacíos, le pagas una terapia para que pueda aprender a resolverlos, y de pasada te vas tú también a una mana?

Porque no, no queremos niñas bonitas, lo que queremos antes que nada, es dejarlas ser niñas, y nada más. Si quieres leer el artículo de la BBC dale click aquí  

Otro título de la autora: ¿Ya tienes la tuya?

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