Mi nueva oficina

Compartir:

- Advertisement -

Últimamente viajo tanto (dando conferencias) que mi App de Uber marca que mi oficina (por ser el lugar más frecuente al que me lleva), es la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (que, dicho sea de paso, por más que hablemos del tema, nunca habrán palabras suficientes para acabar de definir el mierdero que es. En mi tour por el país, he comprobado que cualquier aeropuerto de provincia, and I mean ¡c.u.a.l.q.u.i.e.r.a! está mucho, and I mean, ¡m.u.c.h.oooooo! mejor que nuestra flamante terminal 2 … *se le pudre el hígado del coraje).

Un promedio de dos localidades por semana los últimos dos meses (o sea 4 vuelos. 4 filtros de seguridad, 4 veces abordar, des-abordar -soportar gente que no sabe hacer eso e insiste en «ser el primero» 🙄; 4 idas y vueltas a aeropuertos… y, a veces, más). Además, sin ayuda en casa durante ese tiempo (porque obvio todo tiene que pasar al mismo tiempo). Dos adolescentes con agendas complicadas. Y la brutal realidad de que no hay otro adulto que se quede ahí in situ, con ellos, cuando yo me voy (tenemos que hablar más de las implicaciones y demanda de ser mamás solteras y el altísimo grado de dificultad, malabar y, a veces, soledad, que eso implica).

Alguien me preguntaba ayer ¿cómo le haces? La respuesta inmediata es… no tengo la menor idea 😂. Como siempre pasa a la hora de sobrevivir, uno no gasta energía en cosas innecesarias como pensar en cómo hacerle; simplemente lo hace. 

Pero, mirándolo con distancia en mi Uber de hoy a las 6:00 AM rumbo a mi «oficina», creo que lo que me ha mantenido semi cuerda y con la posibilidad de seguir teniendo energía es apegarme a mis hábitos de manera obsesiva. 

Cuando empecé este trajín a principios de año, mi amiga/doctora de cabecera Elisa Sacal me habló para decirme “güey he estado viendo tus ires y venires, estoy preocupada, ¿te estás cuidando, verdad? Acuérdate de hacer tus rutinas, todas tus rutinas, en cualquier parte en donde estés para no quemarte los fusibles”…

Y es que sí, sería realmente lamentable, qué oso, que la señora que va por el mundo dando conferencias de cómo prevenir el Burn Out,  se quemara el disco duro, por decirlo de algún modo.

Así que eso hago. A donde sea que voy, cargo con mis doscientos suplementos (la 1/4 parte del peso de mi maleta, sin duda); mi botella que relleno con agua de cada lugar. Los electrolitos son mi nuevo drink favorito. Me muevo, aunque sea media hora, aunque esté agotada, voy al gimnasio de cada hotel, o me conecto a mi clase de tortura personal desde mi cuarto, o camino un rato, pero me muevo, porque moverme hace que me pueda seguir moviendo. 

Me duermo temprano. No me brinco comidas. Me fijo en la comida que como. Me doy ratos de descanso. Cargo con un libro, que leo a ratos, cargo con mis cremas, porque los aviones deshidratan, con mi bloqueador porque qué solazo el mexicano; cargo con mi cargador, a todos lados, cargo con cajas de libros llenos de mis intensidades para vender y firmar (puedes comprar Las cosas que no nos dijeron aquí) y oooobvio cargo mis millas de viajero frecuente porque de lo perdido, lo encontrado.

Me he vuelto experta en empacar, vestirme para aeropuertos, para eventos, para calcular horas, tiempos, me voy aprendiendo los atajos, los trucos, las cosas obligatorias y las que de ninguna manera.

En mis escalas en mi casa, cocino, guardo cosas en tuppers (para que los habitantes no vivan de cereal con leche y pasta) hago control de daños en el inmueble, abrazo a mis hijos, bendigo mi cama, paseo a mis perras y riego mis orquídeas que florean mientras yo me voy, entre muchas otras cosas.

En los ratos que no vuelo, me conecto a zooms, contesto mensajes, pido el super, pago cosas, voy a mi terapia, escribo columnas, administro mi vida, posteo pendejadas y procuro tener un tantito de vida personal y de recreo, porque sí, eso también es ser productiva y eso es lo que hace que pueda con la vida.

Qué maravilla lo de la tecnología que nos permite hacer todo eso sin importar donde estés (menos en la pinche terminal 2 donde la señal de internet es una absoluta mierda, como todo lo demás, incluyendo el olor 🤢).

Pero, más allá de los hábitos. Las sobresalientes habilidades de organización (que, no es por nada, sí les manejo) y los poderes mágicos de mi celular, lo que más me ayuda a navegar este momento de mi vida son dos cosas:

1. La gente que me acompaña a todos lados. Mi tribu (empezando por mis hijos 🫶🏻), que viaja conmigo a través de mensajes, llamadas, comentarios en mis redes. Está pendiente. Me hace bromas. Me echa porras. Me llama. Me pregunta cómo salió el evento de hoy y si estoy nerviosa… Me sigue la pista. Me pide que le diga en qué hotel me quedo. Y que le avise cuando llegue. 

Voy sola a todas partes pero, en realidad, nunca estoy sola y eso es muy poderoso.

2. Practico el deporte extremo de bajarle unas rayitas a mi estándar de calidad, constantemente. Mi mantra es done is better than perfect (la perfección está sobrevalorada y solo sirve para robarnos la paz) el chiste es hacer las cosas. No importa, no importa que mi casa no esté perfecta. No importa si no contesto todo hoy. No importa si solo hiciste 20 minutos de ejercicio. No importa si no estoy en todos lados al mismo tiempo, como quisiera. No importa si no vas al evento, mejor quédate a cenar con tus hijos. No importa si se retrasa el vuelo, aprovecha el tiempo para otra cosa…

Relajarse un chingo se está volviendo mi constante. Soltar. Respirar. Tratar de fluir.  

Aprender algo que te cuesta tanto, (porque no, soltar y fluir nooo es naturalmente lo mío) mientras lo tienes que hacer, no está divertido a veces, pero es un fast track a apréndelo a hacer mejor.

La experiencia de mis últimos dos meses ha dejado muchos aprendizajes, para mi, y para mis hijos que, puedo reportar con infinito orgullo, lo han hecho fenomenal. 

Confieso que, cada que regreso, abro la puerta de mi casa con algo de miedo pensando en cómo me la voy a encontrar, y siempre, ¡siempre! me sorprende el resultado… no sé si me tienen terror, o he hecho un buen trabajo formándolos en los menesteres del hogar pero, francamente, wow.

Todos hemos crecido. Todos valoramos lo que hacen los demás. Todos apechugamos, cooperamos, resolvemos, nos regañamos menos, estamos más… cuando estamos. Todos hemos aprendido de qué estamos hechos y todo lo que podemos hacer que no sabíamos. 

¿Me da culpa? ¿Preocupación ? ¿FOMO? ¿Ganas de parar? ¿Angustia catastrófica galopante y estoy agotada?

¡Claaaaraaaaa que sí! 

Todas al mismo tiempo, muchísimas veces. Pero la cosa, ahorita, es así. Es lo que hay. Lo que hay que hacer. Lo que toca. A mí, y a ellos. Esta es mi vida hoy. Y la Terminal 2, mi nueva oficina.

Me dan ganas de llorar millones de veces, pero luego me acuerdo de mi amiga Shak que dice, sabiamente que “las mujeres ya no lloran, las mujeres… facturan”, y se me pasa.

PD. Reporto que ya cuento con asistencia en el hogar, ¡OMG qué paro es eso!, necesitamos también hablar del tesoro y el privilegio que implica contar con mujeres que trabajan en nuestra casa, para que nosotras podamos trabajar fuera de ellas y poderlas dejar un poco más en paz.

Más de la autora: El que paga, ¿manda?

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.