De sexo y censura

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Verga. Esa fue la palabra que hizo enfurecer la semana pasada a una mujer en Instagram gracias a uno de mis relatos eróticos. Verga, mejor conocida en su acepción más decente como la v word, seguramente frustraría de sobremanera a algún marinero que no pudiera gritar “¡vergas en alto!”, sino “¡v words en alto!”, no vaya a ser que una de las turistas en el velero se ofenda y decida bajarse, arruinándole el viaje al grupo entero.

Vagina. Otra v word. Esa fue otra palabra que utilicé para asustar a otra mujer (no fue intencional, lo juro), lo que la llevó a etiquetarme de potencialmente peligrosa por mi predilección por el lenguaje soez. ¿Vagina es lenguaje soez? ¿Cómo le hará cuando va al ginecólogo, se levantará indignada de la cama de exploración porque el médico le dice “voy a introducir el pato en su vagina para hacerle el Papanicolau”? Sucede el mismo caso con vulva, otra palabra altisonante, otra v word. No me quiero imaginar en el caso de una revisión lo confuso que puede llegar a ser que le diga al doctor “tengo molestias en mi v word”. Señora, ¿podría ser más específica? 

Otra. Estoy en la Feria de libro de Monterrey, en mi stand, ofreciendo separadores de libros con mis frases: “tengo predilección por alinear objetos: tu ombligo con mi ombligo, por ejemplo” o “¿cómo no te van a gustar mis piernas, si sostienen al tórax que sujeta el cuello que soporta la cabeza que contiene una inteligencia como la mía?” o  “si la vida es un cuento, mejor que sea erótico” o “sí, soy sexy natural” o “fallar es humano. Follar también” o “no sólo amo el sexo: el sexo me ama a mí” o “yo no veo calles, pasillos o banquetas, veo pasarelas”, todos con el consabido hashtag #porunavidasexy. Como puede verse, las frases están escritas en lenguaje neutro con el ánimo de incluir a hombres, mujeres y personas agénero porque creo que el erotismo es humano, independiente de predilecciones.

En ese contexto de pronto llega un joven a preguntarme si tengo algún libro de erotismo LGBT, a lo que respondo que no, que mis títulos tratan el erotismo desde el punto de vista heterosexual. Nada más vi cómo el gesto de sus labios transitó de la sonrisa a la curva descendente y ahí empezó a regañarme por no ser inclusiva y difundir el erotismo como si los únicos habitantes del mundo fuéramos los heteros. Perorata que escuché con educación y apertura.

Confieso que al principio sí sentí algo de culpabilidad por nunca haber pensado en la posibilidad de escribir una historia lésbica o asexual, pero luego recordé que mi stand no es de literatura erótica en general, sino que es de mi obra en lo particular; entonces debí responderle que para mí escribir erotismo está anclado a mi manera de experimentar lo sensorial del mundo, que, por más que lo haya intentado alguna vez no soy lesbiana y mucho menos asexual, que estoy muy identificada con ser mujer y escribir historias políticamente correctas para que no me critiquen por ser quien soy, sentir como siento y compartir lo que comparto no es mi ideal de escritora, y que además hacerlo significaría apropiarme de una identidad que no me pertenece. Pero que con mucho gusto le recomendaba a varias autoras de poesía lésbica. Reflexionó unos segundos, me dio las gracias y se fue. Sin las recomendaciones. 

Óscar Wilde decía que “una idea que no es peligrosa no es digna de ser llamada idea”, así que tendré que agradecer cada vez que alguien intenta sabotear la difusión de mi trabajo en las redes sociales al denunciar mis publicaciones, lo que limita la visualización; o a aquella persona que le pone una estrella a todos mis libros en Amazon para bajar las calificaciones e inhibir la venta; y a quienes miran mis contenidos sin seguirme o interactuar, cual voyeristas, (por ejemplo, en Instagram la interacción con mi cuenta según las estadísticas de la aplicación es, en promedio, de 10% seguidores y 90% no seguidores) porque me hacen darme cuenta de que mis ideas son peligrosas, del tipo de peligro que, cual canción de Ana Bárbara, asusta, pero gusta, y por eso amerita esos esfuerzos de censura.

Ser un gusto culposo me fascina, quiere decir que voy por buen camino.

Más de la autora: 40 centímetros de lujuria

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