Las últimas batallas de Trump

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Bien dicen que no hay plazo que no se cumpla y el de la presidencia de Donald Trump se cumple el 20 de enero próximo

El proceso de transición ha sido sinuoso y tortuoso. El presidente insiste en calificar de fraude su derrota electoral; derrota histórica cuyos resultados finales reportan una diferencia de siete millones de votos entre Joe Biden y Donald Trump

La jornada electoral de mayor participación de votantes en más de 100 años en los Estados Unidos (66.3%) se ha visto opacada tanto por la insistencia del presidente de vociferar ¡Fraude! (sin aportar pruebas) como por la indigencia ideológico-política del Partido Republicano que ha caído víctima de su propia inoperancia y falta de cohesión. 

El fin de la administración Trump también puede significar el fin del Partido Republicano como lo conocemos hasta el día de hoy.

Entre los días de hoy y mañana se librarán las últimas batallas de Trump en dos campos distintos.

La primera es la elección (de segunda vuelta) de senadores del estado de Georgia, derivada del hecho que ninguno de los candidatos obtuvo el 50% o más de los votos el pasado 3 de noviembre. 

Esta elección es vital para las aspiraciones republicanas de contrapesar (o, mejor dicho, obstruir) por los menos los dos primeros años de la administración Biden/Harris, ya que con ganar una sola de las contiendas, el partido de oposición controlaría la mayoría en el Senado; y viceversa, los Demócratas requieren ganar los dos asientos en juego para poder controlar el Senado (y la Cámara de Representantes).

Para bien o para mal las elecciones senatoriales de hoy en Georgia son un plebiscito sobre la administración Trump y por ello esta última ha movilizado toda su maquinaria propagandística en respaldo de los senadores David Perdue y Kelly Loeffler

Ambos senadores de Georgia son de reciente elección y han demostrado tener una base electoral tambaleante: Perdue fue electo Senador en 2015 y Loeffler apenas fue nombrada, hace poco más de un año, senadora (interina) por el gobernador de ese estado (Brian Kemp) tras la renuncia del exsenador Johnny Isakson por razones de salud. La moneda ha sido echada y hay probabilidades (reducidas, eso sí) de que los dos puestos senatoriales de Georgia puedan ser ocupados por Demócratas.

El segundo campo de batalla es la certificación de la elección presidencial a llevarse a cabo el día de mañana en el Capitolio. El Congreso, encabezado por el presidente del Senado (el todavía vicepresidente Mike Pence) debe “abrir” los votos emitidos por el Colegio Electoral y certificar la legalidad y legitimidad del resultado

El presidente Trump ha propuesto abiertamente que el vicepresidente haga lo necesario para que la certificación no se realice y se anulen los votos en una serie de estados que permitan reducir los votos del Colegio electoral para Biden de 306 a algún número por debajo de los 270 necesarios para ganar la elección. 

Lograr esta “descertificación” de votos no sólo representaría una gran afrenta al sistema político (democrático) estadounidense sino que llevaría a la elección del presidente en la Cámara de Representantes con un voto por estado, lo que podría (aunque difícilmente) abrir la puerta a la reelección de Trump.

Insisto, es altamente improbable que intentar boicotear la certificación de los votos del Colegio Electoral el día de mañana en el Congreso le otorgue el triunfo a Donal Trump, pero lo que es más probable que, de suceder el boicot, desate un serio debate sobre reformar la Enmienda 12 Constitucional en el futuro próximo con el fin de aclarar los alcances de la certificación por parte del Congreso. 

El presidente Trump ha decidido pelear esta batalla hasta su último aliento y, aunque todo plazo se cumple, esto no se acaba hasta que acaba.

Otro título del autor: Exorcizando la Casa Blanca

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