Vivir en chinga

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Por alguna razón que no entiendo -aunque obvio entiendo y justo de eso vamos a hablar hoy- hay gente a la que le parece que es súper cool quejarse constantemente de la cantidad de trabajo que tienen, lo ocupados que siempre están, el acelere en el que viven y todas esas cosas que tienen que hacer todos los días.

Hay personas que, genuinamente, creen que vivir en chinga es ser súper atractivo y que implica que eres productivo y yo, honestamente, pienso que es todo lo contrario.

Desde mi muy personal punto de vista, la gente que siempre llega tarde a todos lados, que está saturada de cosas, que empalma compromisos, aunque sepa de entrada que es imposible cumplirlos y que simplemente vive permanentemente en el estrés y ¡además lo presume! es en realidad alguien absolutamente ineficiente -además de una protagonista profesional.

¿A poco no es de hueva sentarte a comer con alguien que llega tarde, se sienta haciendo un show y se la pasa enumerando todas las razones por las que su vida es tan ajetreada y lo chingona/víctima que (cree) que es por (disque) hacer todo eso todos los días, obvio esperando que la adules y caigas a sus pies rendido de admiración?

La gente que se queja continuamente de “estar tapado de chamba”, “no, es que te juro que estoy full”, “ya no puedo”, “neta no me pagan lo suficiente para esta chinga”, “odio mi vida laboral” y todos sus secuaces, con todo respeto parecen, todos, comentarios hechos desde el privilegio que lo único que busca es llamar la atención y hacer pensar que son personas muy importantes o que, al contrario, claramente están haciéndolo todo mal y les uuurge organizarse mejor y muy probablemente aprender a decir no y dejar de pretender ser el ajonjolí de todos los moles.

Porque les voy a decir una cosa: tener trabajo, es un privilegio.

Siempre, pero hoy, más que nunca.

El Sponsor se ha quedado sin chamba de la noche a la mañana, varias veces -porque sí, la vida es culera y el medio financiero culero y medio. La primera vez que le pasó, consiguió chamba casi un año después y el día que firmó su contrato llegó a la casa y me dijo “no me vuelvo nunca, jamás, en toda mi vida, a quejar por tener demasiado trabajo y cuando me quiera jalar los pelos por la carga, o por mi jefe, o por el sueldo, en lugar de mentar madres voy a agradecer que tengo eso: una chamba con muchas cosas que hacer”.

Eso fue hace 15 años y es una promesa que ha cumplido a pie juntillas porque solo alguien que no ha tenido trabajo, sabe que lo único peor a tener carretillas de trabajo, es no tener uno.

En general, trabajo o no trabajo, la gente que solo habla de ella misma, de sus desgracias, de sus pedos, de sus lesiones, de su dieta, de su agenda y de toda la gente que conoce o los planes jetseteros en los que siempre está… es absolutamente in-ma-ma-ble. ¿Estamos de acuerdo?

Pero la gente que usa su profesión para vanagloriarse de ser la mujer o el hombre maravilla y que todo el mundo le aplauda y le diga: “híjole estás gruesa manaaa cómo le haces”, “Wow”, “te admiro cañón”, “eres un ejemplo a seguir”, bla, bla, bla, bla… me parece que lo que necesita es irse a una buena terapia y empezarse a validar sola y sin importar lo que opinen los demás.

También es cierto que la gente chingona trabaja, y trabaja mucho.

Nadie que haya logrado algo realmente trascendente lo logró echando la hueva tirado en su cama viendo Tik Tok y siendo, únicamente, activista de Twitter.

No, lograr cosas cuesta muchísimo trabajo. Y disciplina. Y esfuerzo. Y una pinche tenacidad e inspiración incansables para seguir adelante cuando la vida te cierra puertas en la cara ya seas empleado, jefe o emprendedor, lo cual sucede bastante más seguido de lo que quisiéramos y es inevitable.

Pero contrario a los quejosos en chinga perpetua, la gente realmente chingona:

a) Asume que el éxito tiene un costo y tienes que estar dispuesto a pagar el precio de lo que sea que quieras lograr porque nadie te va a regalar nada.

b) No tiene tiempo de andar pedereando lo chingones que son. Ni de estarse quejando. Están en lo suyo: chambeando.

c) Saben priorizar y distinguir lo urgente de lo importante, en lugar de vivir hechos bolas, quedando mal con todo el mundo sin saber ejecutar el palitos uno de una agenda eficiente y funcional.

d) Saben lo fundamental que es desconectarse y tener tiempo para descansar.

La gente que nunca tiene tiempo de nada más que de “trabajar” ¿qué creen?, no está trabajando más sino que está, muy probablemente, trabajando mal y le uuurge un coaching de cómo ser más eficiente.

La gente que está perdiéndose de ver a sus hijos crecer, a sus padres envejecer, de gozar a sus amigos y hacer algo por ellos mismos o saber cuando es hora de apagar el celular y tener tiempos para estar con su pareja y hacer nada -¡o todo!- juntos, bajo la bandera de “tengo muchísimo trabajo” …está tirando su vida a la basura.

Porque… ¿Quién quiere tener solo dinero?

A ver, no me malentiendan ¡claro que yo quiero una vida en donde el dinero no sea una preocupación!, pero también quiero tener con quién disfrutarla, ¿ustedes no?

De qué sirve tanta chinga y tanta lana -si es que la ganan-, si al final no sabes quiénes son tus hijos, no estás conectado con tu pareja y no tienes un solo amigo que no esté contigo por tu dinero.

A ver, evidentemente hay épocas en la vida en la que uno está en chinga porque son épocas de cierre, de planeación, presupuestos, ferias, lanzamientos, levantamiento de capital o proyectos especiales.

¡Claro que hay etapas en las que toca arremangarse más duro y con más enjundia a la chamba! …O siempre… A veces la chinga es siempre y, entonces, incluso con más razón: ¿neta se van a pasar la vida quejándose y creyéndose los únicos que están ocupados echándole ganitas a la vida?

Creo que necesitamos de manera unánime dejar de glorificar vivir en chinga y pensar que estar siempre súper ocupados nos hace ver más interesantes.

Porque no. No nos hace interesantes. Nos hace evidenciar que no nos organizamos bien. Que no tenemos otra cosa de qué hablar y que muy probablemente no estamos produciendo ni la mitad de lo que nos gusta aparentar y que lo único que realmente sí sabemos hacer, es estar chillando.

Uno de los principales efectos negativos de la pandemia en la vida de cualquier empleado o emprendedor -a cualquier nivel- ha sido que ya no hay horas de oficina y que estemos, todos, a todas horas, de cualquier día, contestando mensajes, correos y cosas de trabajo sin respetar nuestros espacios personales de descanso.

Esclavos del pinche teléfono.

Y eso está perfectamente mal.

Porque lo primero que una persona exitosa tiene que saber hacer son pausas para descansar.

Buscar espacios para desconectar, momentos para convivir y jugar con los demás y tal vez más, lo más importante de todo, ratos con uno mismo para poder no hacer nada más que vegetar, sin que eso nos de pena, nos remuerda la conciencia o se lo tengamos que explicar a alguien más.

Il dolce far niente, le dicen los italianos.

Yo le digo: mandar todo -y a todos- a la chingada.

Sin celular. Sin horarios. Sin agenda. Sin fechas de entrega.

No hacerlo, lejos de ser cool, es un accidente esperando a suceder porque nos drena, nos pone neuróticos y nos roba poco a poco la alegría de vivir, además de que no hacer nada más que trabajar, se convertirá eventualmente en un problema de salud física, mental… o las dos cosas juntas.

Parar.

Así que, precisamente, eso es lo que voy a hacer.

Después de dos años de entregas quincenales puntuales en este prestigioso medio y un año y medio de pandemia. Dos programas semanales de mi principal terapia llamada La Burra Arisca, más lo de contener -y soportar- a mis hijos y al Sponsor en este encierro, más el tema de salud de mi papá y todo lo que se agrega todos los días, más mi grandiosa idea de ponerme a escribir un libro para “tener un nuevo proyecto y salirme de mi zona de confort” -ya veeeeen ¡yo también puedo pederear todo lo que hago! 😉-  de pronto me siento un poquito rebasada y necesito un ratito para respirar.

Con el permiso de todos ustedes -o no- me voy a dar unas pequeñas vacaciones sin publicar, sin grabar, sin hacer mucho más que poner un meme por aquí y por allá y me voy a ir a resetear a mi misma y a tirar en un sillón a leer y ver muchas cosas que luego les pueda yo recomendar.

La recomendación mientras tanto es: paren.

Respiren un poco.

Oblíguense a desenchufarse y descansar regularmente para poder inspirarse, recargarse y volver a empezar.

#Lamargeitorrecomienda

Otro título de la autora: Salir del clóset es de viejitos

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