Brecha salarial

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En el 2022, los hombres promediaban un ingreso de $8,800 pesos mientras que las mujeres ganaban $7,600. Sin embargo, las mujeres representaban sólo el 40% de la población económicamente activa, una cifra baja cuando se considera que el 52% de la población mexicana son mujeres. 

Mientras 77 de cada 100 hombres tienen un trabajo remunerado, solo 45 mujeres de cada 100 lo tienen. No solo muy pocas mujeres en edad productiva entran a la economía remunerada, sino que de acuerdo con datos del Instituto Mexicano de la Competitividad, el 70% de ellas ganan menos de dos salarios mínimos, y son pocas las que llegan a puestos de toma de decisión que son los mejores pagados. 

Por eso no debemos dejarnos engañar: la brecha salarial entre mujeres y hombres en México es del 14%, incluso menor que la de Islandia, el país con más igualdad entre mujeres y hombres, pero eso para las mexicanas no significa igualdad de oportunidades laborales. ¿Por qué? 

En principio, porque lo que sí tienen las mujeres es más horas de trabajo no remunerado y por tanto, menos tiempo libre para dedicarse a su crecimiento profesional, a buscar opciones laborales remuneradas, al emprendimiento o al autocuidado.

Las mujeres dedican sin retribución económica mucho más tiempo a las tareas del hogar o de cuidado de otras personas. Incluso, las mujeres que trabajan remuneradamente jornadas completas, siguen dedicando casi 26 horas a la semana en el trabajo del  hogar y los cuidados, contra las 11 horas que destinan los hombres, ambos bajo la misma condición de trabajar 40 o más horas para el mercado. Es decir, que las mujeres destinan 2.6 veces más tiempo a estas actividades. 

Las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres ante un trabajo de igual valor. Y esta diferencia de ingresos se vuelve aún mayor para las mujeres con hijos e hijas. Mientras que las carreras de los hombres siguen una trayectoria de crecimiento constante, las de las mujeres decae o se interrumpe temporalmente cuando nace el primer hijo. Y sólo el 28% de las mujeres empleadas en todo el mundo disfrutan de una baja de maternidad remunerada, lo que las hace buscar empleos parciales o peor remunerados pero que les permitan conciliar el trabajo y la maternidad, a costa de su trayectoria profesional e ingresos futuros.

Además de que los estereotipos de género que impulsa a las mujeres a dedicarse a sectores de cuidados o de servicios que no requieren conocimientos especializados y que tienen retribuciones salariales menores, algunos dicen que en la incorporación al trabajo las mujeres no sabemos negociar nuestros salarios, y en parte es cierto, porque muchas mujeres lo que necesitan negociar es cierta flexibilidad de horarios o la posibilidad de trabajar remotamente cuando los hijos se enferman y no los reciben en la escuela. Y en realidad ¿por qué tendríamos que negociar? 

Si las empresas e instituciones quieren llegar verdaderamente a una igualdad de oportunidades y salarial entre mujeres y hombres es indispensable que las posiciones vacantes se ofrezcan de una manera transparente, con una oferta que describa las funciones, los requerimientos, el salario y las prestaciones, y que lo que te paguen no quede sujeto a cuánto te pagaban antes o al criterio de quien te contrata y juzga tu experiencia en dos entrevistas. 

Los trabajos de cuidados pueden ser no remunerados, pero es lo que sostiene la vida y nuestra cultura patriarcal ha hecho que sean solo las mujeres quienes absorben todo este costo y responsabilidad. Cerrar la brecha de género requiere de la colaboración del Estado, de la sociedad, del empresariado y de las familias. La cultura laboral debe de estar regulada en función de la vida, porque paradójicamente cuando el trabajo remunerado permite cuidar la vida, también aumenta la productividad.

Otro material de la autora: Fast Fashion

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