Un año para cambiar al mundo

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Este podría ser un año absolutamente transformador para el planeta Tierra: cerca de la mitad de los 8 mil millones de personas en el globo votarán para elegir a sus gobernantes. Decenas de países, algunos de ellos de los más poblados del mundo, acudirán a las urnas para decidir qué diseño de futuro aspiran para los próximos años.

Aquí estaremos obsesionados con la elección más grande de nuestra historia, pero también habrá procesos electorales en Estados Unidos, la India, Taiwán, Rusia, Ucrania, Gran Bretaña, Finlandia, Venezuela, entre muchos otros países. Incluso serán las elecciones para el Parlamento Europeo. 

Esto debería ser visto como una enorme oportunidad para el mundo. Millones estarán escuchado propuestas y haciéndose escuchar; se podrán abordar los temas difíciles como la corrupción, la violencia, el cambio climático, las guerras, la migración y la desigualdad económica.

La gente podrá valorar las propuestas, escucharlas, cuestionarlas. La prensa podrá analizar el desempeño de los partidos gobernantes, sus desafíos y su visión ante el futuro.

Se podrá debatir, dialogar; candidatos y candidatas construirán alternativas que convenzan a la gente, harán análisis de problemáticas y buscarán las mejores soluciones. Así, será un año en que la mitad de la población mundial tomará decisiones cruciales, que además podrán afectar a la otra mitad de la gente debido a la integración internacional. 

O no.

Quizá lo que veamos este año en el mundo sea algo totalmente diferente. Hay varias situaciones específicas que deberíamos tener presentes:

Fortalecimiento del populismo: olvidemos las propuestas sensatas, los análisis profundos, las estrategias realistas. Acá lo que importa son las emociones y los sentimientos. Veremos a los y las aspirantes prometiendo lo que sea con tal de ganarse el amor del pueblo. ¿Te molestan los migrantes? Los tiramos al mar; ¿Necesitas más dinero? Te lo regalamos. Al final, un liderazgo populista escucha los deseos más básicos y los encarna, haciéndose uno con “el pueblo”. Amor con amor se paga, no con promesas sensatas.

Fake news y manipulación: aspirantes y sus operadores no escatimarán en difundir noticias falsas, engañosas y manipuladas con tal de reafirmar a sus seguidores y desprestigiar a los otros. ¿Para qué queremos un debate de altura si podemos insultarnos y difamarnos? Es  mucho más divertido. La prensa, esa que no está vendida al sistema, estará en una perpetua batalla para desmentir todas las falsedades, haciendo difícil su labor de informar sobre lo importante. Una avalancha de mentiras opaca unas cuantas verdades.

Polarización como herramienta: No hay mejor forma de descalificar a alguien que convirtiéndolo en el demonio. ¿El opositor hizo una buena propuesta? No importa: es un conservador o comunista o vendido o corrupto o lo que sea. Es el enemigo de la nación. Es todo el mal encarnado. Con el diablo no se debate, se le destruye.

Ascenso de los ultras: En ese mismo sentido, en la polarización prosperan las posiciones ultras. Ya sean de izquierda o de derecha, quién grita más fuerte y dice cosas más delirantes gana más audiencia. Esto podría ser el caso en las elecciones europeas.

Democracias cada vez más fallidas: gran parte de los países que van a elecciones son democracias débiles o en riesgo. Rusia y Venezuela a duras penas fingen ser democracias. En Ucrania Zelensky buscará reafirmar su debilitado liderazgo en medio de la guerra.

Estados Unidos lleva años en un proceso de debilitamiento democrático gracias a Donald Trump, que a pesar de sus muchos crímenes puede ganar a fuerza de gritos e insultos.

La India también tiene una democracia tambaleante, con un gobernante muy popular -y populista- que controla gran parte del sistema político. 

Y México, bueno. Llevamos cinco años viendo como desde el Palacio se ataca y debilita al sistema electoral y de transparencia por todos los flancos y con todos los métodos. Hemos visto la construcción de una maquinaria electoral financiada por el Estado como no había desde los años ochentas. La oposición está débil y en gran medida cooptada. 

Lo que veremos en nuestro país será una peligrosa combinación de varios de estos factores: populismo, fake news, polarización y democracia debilitada. 

Pero al final, siempre hay un remedio para todo esto: votar.

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