Hablemos de memes

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Hay cosas que están tan integradas en nuestra cultura que ya ni pensamos en ellas; cosas que vemos todo el tiempo y jamás reparamos en su origen, significado, ni en los riesgos que pueden representar.

Tal es el caso de los memes. ¿Cuándo comenzaron, de dónde vienen, por qué se llaman así? Son preguntas que no nos hacemos, así como no nos preguntamos cómo los memes pueden servir para manipularnos. Como sea, hoy casi nadie que esté en las redes puede evitar ver, compartir o reirse con los memes.

El término meme es mucho menos nuevo de lo que creemos; de hecho precede por décadas a la existencia del internet. En sentido estricto, un meme es una unidad de información cultural que se transmite por la imitación. Históricamente, esto aplica para un amplio abanico de cosas, como una habilidad, actitud, frase o moda que se replica.

Desde esa lógica, los memes han existido desde que hay sociedad. Podemos decir que hasta los jeroglíficos son una forma de meme. Ahora se han adaptado a nuestra realidad hasta ser una parte constante de nuestra comunicación.

Si bien el término viene del francés même, que significa “igual”, no se convirtió en el concepto que es hoy hasta 1976. Fue entonces cuando el biólogo evolucionista Richard Dawkins, autor del célebre libro El gen egoísta, los concibió como la manifestación cultural de ciertos genes. Estos genes, como los memes, contienen información y se reproducen, multiplican y transmiten de persona en persona, cambiando y evolucionando. 

Los memes funcionan también como un virus, piensan algunos teóricos, saliendo del control de la gente y multiplicándose, a veces con efectos dañinos. Una de las cosas que los hace potencialmente peligrosos es precisamente su aspecto de inocencia.

La mayor parte de nosotros concebimos los memes como algo que sirve para reírse de una situación, hacer comedia sobre realidades que enfrentamos o para recordaros que hay muchas personas que a veces se sienten como nosotros. 

¿Por qué pueden entonces ser maliciosos? El caso más radical sería, por supuesto, su uso para transmitir virus informáticos que sustraen información o secuestran equipos para chantajes. Pero hay formas mucho más sutiles.

Una de ellas es la manipulación. El mercado pronto se dio cuenta del potencial de los memes, convirtiéndo a muchos de ellos en comerciales de productos o servicios. Haciendo a la gente pensar que era un chiste, terminaban recibiendo un anuncio.

La clase política pronto también se dio cuenta que era una gran herramienta de propaganda. Así, los memes han sido utilizados estratégicamente por la ultraderecha en todo el mundo, a fin de propagar ideas extremistas. A través de aparente humor o ironía, erosionan la resistencia hacia pensamientos más radicales, la violencia y el discurso misógino o de odio. Agencias de inteligencia de Europa se lo toman en serio, ya que han detectado mensajes ocultos para ataques terroristas en memes de grupos de supremacía blanca.

No es solo la derecha, por supuesto. La política nacional se ha vuelto una arena libre para el uso de memes que ridiculizan, humillan o buscan desprestigiar a quién piense distinto. Dada su naturaleza anónima y su aparente humor, son útiles herramientas para difundir información falsa, difamaciones y radicalismos sin enfrentar consecuencias.

Así, las granjas de bots los generan, diseñan y promueven, esperando que impacten en la opinión pública. La polarización es un gran terreno para que prosperen, ya que cada vez somos más una sociedad que disfruta del desprecio y del maltrato antes que de la reflexión.

Esa es la joya de la sobre simplificación y de la sátira: no acepta debate. La sátira no acepta debate, pero sí planta la semilla del odio.

En estos tiempos de tensión política la responsabilidad que recae sobre nosotros es sencilla: compartir con conciencia. No seamos replicadores de mensajes falsos o de odio, no dejemos que nos utilicen.

No seamos cómplices.

Más del autor: AMLOburgueses

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