Jugar a los trenes

Compartir:

- Advertisement -

Hay algo peculiar en la fascinación del presidente López Obrador con los trenes. Tiene mucho de nostálgico, como gran parte de los proyectos de esta administración: siempre están mirando al pasado, sea con la energía, el desarrollo social o el transporte.

También tiene algo de infantil en varios sentidos. Uno, porque ver la alegría de Andrés Manuel subido en sus vagones casi jugando al trenecito no puede evocar más que a un niño en Navidad. Claro, financiado por millones y millones del erario público.

Pero también es infantil en el sentido de la ingenuidad y desprolijidad con la que se ha hecho todo el proyecto. Este siempre respondió mucho más a un sueño o fantasía del gobernante que a un plan bien hecho y diseñado por expertos.

Así, López Obrador pudo decir con soltura que no se talaría ni un árbol, sabiendo perfectamente que eso era imposible. Pudieron diseñar y hasta cambiar el trazado sin hacer estudios ambientales, ignorar amparos para frenar obras, y un largo etcétera. 

Es, para él, un juego de niños. 

Pero no lo debería ser para nosotros. Y mucho menos después de que se descarriló un vagón esta semana. La obra ni siquiera está terminada y ya está teniendo accidentes. Hoy podemos celebrar que no había gente que se pudiera lastimar, pero es sumamente grave que empiecen los accidentes tan pronto.

Eso nos habla precisamente del descuido, las prisas y el desorden con el que se ha ejecutado esta obra. La reacción del gobierno, por supuesto, responde a la misma actitud infantil: “yo no fuí”.

López Obrador aseguró en su conferencia de prensa del día siguiente que “estaba raro” lo que pasó, insinuando que podría haber algún tipo de sabotaje. Como de costumbre, sus huestes en redes, esas que dice que no tiene pero que controla su vocero, saltaron con sus teorías de la conspiración. Una predecible reacción de un gobierno que no asume responsabilidad por ninguno de los problemas que enfrenta.

Resulta tristemente irónico este descarrilamiento en el contexto de las grabaciones dadas a conocer por Latinus, en la que el primo de los hijos del presidente se ríe de las tranzas que están haciendo y bromea justo con esto.

Pero más allá de los caprichos e infantilismos hay temas que sí deben preocupar a los adultos. Dos son particularmente importantes en el tema del Tren Maya. Uno, es justo esto: el dinero. No solo el Tren ha representado un astronómico sobre costo para el pueblo de México, sino que por lo que se ha descubierto, se han robado una gran parte. A la Fiscalía por supuesto se le cayó el internet ese día y no se ha enterado de estas acusaciones. Ahora que Xóchitl Gálvez interpuso una denuncia quizá se haga algo, pero sería bastante ingenuo imaginarlo.

Además del tema del costo, está el problema del beneficio. En este momento es difícil de argumentar que será un proyecto autosostenible, ya ni se diga rentable. Así que no es solo lo que se han gastado, sino lo que seguirán gastando por años venideros.

Dos, es innegable el ecocidio. Era también bastante predecible, y resulta algo curioso que los apasionados defensores del Lago de Texcoco no sientan ninguna incomodidad con la destrucción de nuestra selva. 

El daño que se ha hecho es irreversible según ambientalistas y las evidencias son contundentes. Seguirlo negando es otra vez encerrarse en el infantilismo negacionista que protege al Palacio Nacional como una burbuja. 

La incógnita que nos queda es si la mujer que llegue a gobernarnos recogerá el enorme tiradero infantil que le están dejando, o si simplemente mirará en otra dirección.

Más del autor: Que la deje aquí

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.