La patria es primero

Compartir:

- Advertisement -

Pasaron las fiestas patrias, en las que la ciudadanía mexicana se unió en torno a los mitos de los héroes, sueños y aspiraciones nacionales. Son los días en que cada persona de este país deja de lado sus diferencias y enconos para unirse en un “viva México”, para recordar que con todo somos una sola nación, un solo pueblo, y que lo importante es la patria.

O no.

Porque tristemente lo que vimos fue muy distinto. El presidente López Obrador anunció el 13 de septiembre -día de los Niños Héroes- que había decidido dejar fuera de la conmemoración independentista a los otros poderes de la federación. Dijo que no invitaría al Poder Judicial porque “no tenemos buenas relaciones”, aprovechando como siempre para llenarles de los calificativos habituales. 

Tampoco quiso invitar a las presidentas del Senado o la Cámara de Diputados. A la del Senado porque es parte de otro poder del Estado, aunque sea de Morena. A la de la Cámara de Diputados porque es del PRI.

Andrés Manuel no quiso que fuera una fiesta de la Nación, quiso que fuera su fiesta. Una en la que el pueblo celebrara sus “vivas” y sus “mueran”, en la que el protagonismo no fuera del Estado Mexicano, sino de él.

El presidente siempre ha detestado la división de poderes y las limitaciones que le da a su mandato. Son incontables las veces que ha atacado a la Suprema Corte de Justicia si no le da la razón. Lo mismo al Legislativo si no aprueba sus reformas constitucionales.

Olvida que la aspiración democrática con la que se construyó esta separación es que haya equilibrio en el ejercicio del poder. Que se eviten los abusos de uno u otro, conteniendo así las inclinaciones autoritarias que siempre existen.

Desde el año 1997, ningún presidente había tenido una mayoría tan amplia en el Congreso como la del actual, y aún así a López Obrador le parece insuficiente. Logró colocar a ministras cercanas en la Suprema Corte, pero no le alcanzó para dominarla. Y si no la puede controlar, su única opción es despreciarla.

Quizá en términos absolutos no es especialmente importante si se invita o no a los poderes del Estado a la máxima celebración de nuestro país. Pero en un gobierno obsesionado con el mensaje y la imagen, nos da una señal clara. Quiere un país de un solo hombre.

Y así como mandó una señal al país, aprovechó también para mandar un mensaje al mundo. La invitación del Ejército Ruso al desfile de la Independencia fue el broche de oro para decir que solo importa una opinión, y es la del presidente.

Era evidente que generaría molestia excluir a los poderes, pero era aún más claro que ofendería a mucha gente darle un espacio tan destacado a un país que está tratando de quitarle la independencia a otra nación, justamente lo contrario a lo que celebramos ese día.

Es difícil saber si es por su admiración a Vladimir Putin o su desprecio a los muertos de Ucrania, o si es simplemente para decir “aquí se hace lo que yo digo”, sin importar la imagen que genera de nuestro país.

Lo que sí queda claro es que estas fiestas patrias ni nos unieron como nación, ni nos acercaron al mundo. Nos mostraron que no, la patria no es primero: primero es López Obrador, sus aliados y subordinados. El resto puede vitorearlo o criticarlo, pero no mucho más.

Sabemos que esto ya no cambiará en esta administración. El gran desafío de la próxima presidenta será la construcción de un país diferente, en el que sea más importante lo que nos une que lo que nos separa.

Más del autor: Lo mejor del mundo

SUSCRÍBETE A NUESTRO NEWSLETTER

Recibe las noticias más relevantes de México cada mañana, inicia tu día informado.