Política Exterior Feminista

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La idea comenzó en el 2014 cuando Suecia, con un gobierno socialdemócrata, anunció la adopción de una Política Exterior Feminista que ponía en el centro la igualdad entre mujeres y hombres como un objetivo fundamental de su política internacional y como una condición indispensable para impulsar el desarrollo sustentable, además de atender problemas que se consideraban eran resultado de las desigualdades sistémicas e históricas.

Las especialistas Karin Aggestam y Annika Bergman-Rosamond, en el 2016, la definían como una política más ambiciosa que desafía las jerarquías de poder y de género existentes. Esto permite incluir y atender narrativas divergentes y las distintas necesidades de las mujeres y otros grupos marginados en la sociedad internacional. 

En los siguientes años, más países se fueron uniendo a esta tendencia. Canadá, Francia, México en el 2020, España y Alemania entre otros, adoptaron una Política Exterior Feminista que coloca por delante los derechos y la representación de las mujeres en la política internacional. De esta manera, se prioriza a las personas y al planeta por encima de la conquista militar o el predominio económico. Y da más valor a la colaboración que a la competencia. 

Aunque no hay una sola definición de Política Exterior Feminista hay algunos principios que la mayoría de los países que la han adoptado sostienen: los derechos de las mujeres y otros grupos minoritarios, promover la paz y la seguridad, prevenir la violencia sexual, acabar con el racismo, y detener el cambio climático a través de la colaboración internacional. 

En sus estrategias más ambiciosas, la Política Exterior Feminista propone establecer objetivos y metas que beneficien las condiciones de vida de las mujeres y niñas en el mundo, y sobre todo que les permitan tener influencia en lo que respecta a las políticas comerciales, intervenir en la seguridad para propiciar acuerdos de paz y reducir el militarismo e incluso, ayudar en las políticas migratorias. 

La participación de las mujeres, según demuestra un estudio de Naciones Unidas, puede ser clave en la resolución pacífica de conflictos. El documento establece que cuando las mujeres han tenido mayor influencia en procesos de negociación de paz, hay mayores posibilidades de que se llegue a un acuerdo. Igualmente, muestra que al garantizar la participación de las mujeres en las etapas de negociación y de post conflicto, la probabilidad de que los acuerdos duren al menos dos años se incrementa en un 20%, y que su participación aumenta la probabilidad de sostenibilidad de los acuerdos una vez firmados en un 35%.

Sin embargo, en el escenario internacional están ganando espacio los partidos y movimientos que se inclinan hacia posiciones más conservadoras y de derecha que apuntalan políticas tradicionales de la seguridad o del interés nacional por sobre los derechos humanos y políticas migratorias discriminatorias, así como actitudes xenófobas que ponen en peligro a grupos de personas. Y en algunos países ha habido incluso una regresión en los derechos humanos de las mujeres.

Por eso es especialmente importante hoy que las naciones se comprometan a una Política Exterior Feminista. Porque lo que eso significa, al final, es la construcción de relaciones internacionales basadas en el respeto, la cooperación y el apoyo mutuo. No es solo un tema de mujeres: si el feminismo significa cuidar la vida y proteger a todas las personas, todas las políticas deberían ser feministas.

Otro material de la autora: Libertad para no morir

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