¿Por qué paramos las mujeres el #9M? Aquí te explicamos

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En julio de 2017, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México nos dijo que te suicidaste en frente de tu novio, Lesvy. No era verdad. Tu novio te mató con el cable de un teléfono público. Salimos a las calles a exigir justicia por ti y por todas las mujeres violentadas. Ahora, tu asesino está en la cárcel.

En octubre de ese mismo año muchas mujeres nos sumamos al #MeToo para denunciar los abusos sexuales y acoso a manos de compañeros o jefes de trabajo, inspiradas por el caso del escándalo por las violaciones que cometió el productor de Hollywood Harvey Weinstein en contra de varias actrices.

El hashtag se hizo viral y señaló a escritores, periodistas, actores, productores y músicos. Desde ahí, sabíamos, nunca más nos callaríamos. Si tocan a una, nos tocan a todas.

En 2018 nuestro país ya era uno de los más peligrosos para las mujeres, con diez asesinadas cada día. En septiembre de ese año supimos que Mara Castillo, una joven de Puebla, tomó un Cabify y nunca llegó a su casa. Fue asesinada por el chofer. Volvimos a marchar y desde entonces, la frase “Avísame cuando llegues a tu casa” y compartir la ubicación en tiempo real se convirtió en mantra entre las amigas. Nos empezamos a cuidar entre nosotras, porque sabíamos que las autoridades no lo hacían.

Meses después, nos enteramos que Daniela Ramírez, de 18 años, tomó un taxi al salir del trabajo, en Xochimilco, y nunca llegó a su destino. Pidió ayuda a un amigo por WhatsApp, pero la ayuda nunca llegó. Su cuerpo sin vida fue encontrado días después. Hicimos notas de qué hacer en caso de que tu amiga te diga que se la están llevando. Bajamos aplicaciones con botones de pánico para saber qué hacer si algún día nosotras éramos las siguientes. Otra vez, tejimos estrategias para seguirnos cuidando entre nosotras. 

En 2019, cuando se cumplía un mes de la entrada del nuevo gobierno, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, queríamos creer que las cosas podían mejorar. Pero las palabras “queríamos creer” fueron la clave, porque todo siguió igual. En agosto de ese año, una joven de 17 años denunció que cuatro policías la violaron en Azcapotzalco, a unos pasos de llegar a su casa. Estábamos hartas, salimos a las calles, pintamos paredes, rompimos estaciones del Metrobús, y Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, nos acusó de provocadoras. Nuestra “provocación” fue aventar glitter rosa al ahora exsecretario de Seguridad Ciudadana, Jesús Orta“No me cuidan los policías, me cuidan mis amigas”, fue la consigna más poderosa de esa marcha. 

Pero los medios de comunicación dijeron que hacíamos vandalismo, y la gente empezó a decir que “esas no eran las formas”. Ojalá se preocuparan tanto por las mujeres que desaparecen, violan, matan, solo por el hecho de ser mujeres, como lo hacen por las pintas. La pintura se limpia, pero las mujeres que nos arrebataron ya no regresan jamás. 

En noviembre de 2019, supimos que te mataron, Raquel. Eras historiadora, toda tu vida trabajaste en la investigación de las comunidades yaquis en México. Tu pareja te mató a puñaladas en frente de tu hijo. Tu feminicidio fue uno de los mil 10 que se cometieron en contra de mujeres ese año.

Marchamos el 29 de noviembre por ti y por todas, en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero ese día mientras protestábamos, Abril Pérez fue asesinada a balazos, también frente a sus hijos. Meses antes, Abril denunció a su esposo, Juan Carlos García, por intento de homicidio. Pero un juez determinó que atacarla a golpes con un bat de beisbol en la cabeza mientras ella dormía no probaba que la quisiera matar. Reclasificó el delito a lesiones y García salió libre. Él es el principal sospechoso en el feminicidio de Abril. Volvimos a tomar las calles.

El primer feminicidio que nos estremeció este 2020 fue el de Ingrid Escamilla. Algunos periódicos nos enseñaron su cuerpo destajado en primera plana. Su pareja la asesinó en su propia casa. La policía filtró las fotos de su asesinato y fue replicada en redes y en medios. Usaron su cuerpo para vender.

Mientras salíamos a las calles de nuevo paraa exigir justicia por Ingrid, otro acto de cruel violencia contra nosotras se llevó a cabo: Fátima, una pequeña de siete años fue secuestrada. Abusaron de ella y la mataron. Al otro día su cuerpo apareció en una bolsa de basura tirada en la calle. Un feminicidio más. Mientras, el presidente López Obrador nos pedía que no rayáramos las paredes.

Por eso es que hace unos días un colectivo de feministas convocó a un paro nacional, para que las mujeres protestemos el lunes 9 de marzo en contra de la violencia de género en el país y mostremos qué pasaría si mañana desaparecemos todas, como a diario desaparecen tantas. Un paro al que pronto los partidos políticos se sumaron. Pero este paro es de nosotras.

López Obrador nos llamó “groseras” porque protestamos después de que decidió iniciar su rifa del “avión presidencial” este nueve de marzo, el día que todas paramos.

Ante las críticas –que le han costado al menos ocho puntos de aprobación– dijo que ni cuenta se había dado del día, que esa no era la intención y que reprogramarían la venta de los cachitos. “No lo tenía en la mente”, nos dijo. 

¿Que por qué paramos? 

Las mujeres de este medio estamos hartas de vivir con miedo. Porque no queremos esperar al siguiente feminicidio para volver a tomar los espacios que nos pertenecen. 

Porque estamos peleando por vivir sin miedo, para nuestras hijas, hermanas, tías, mamás, amigas y primas. 

No queremos ser una cifra.

No queremos ser una portada de un periódico.

Queremos llegar a nuestras casas.

Queremos relaciones libres de violencia.

Queremos que se haga justicia.

Queremos vivir.

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