La solidaridad, única esperanza para las mujeres oprimidas en Afganistán

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Imagínate que eres una niña que estudia la secundaria. Tienes el sueño de ser abogada o doctora, pero un día entre tu clase de Geografía y la de Matemáticas, el gobierno de tu país es tomado por un grupo radical que te prohíbe estudiar. También le impide a tu mamá trabajar, a tus hermanas asistir a la universidad y a todas las mujeres que conoces salir a la calle solas.

Para seguir haciendo tu vida normal, solamente te queda la opción de huir, pero… ¿cómo? Esto es lo que está pasando en Afganistán desde 2021 y está sucediendo ante los ojos de todo el mundo. Ninguna condena, ni pronunciamiento de los organismos internacionales ha podido hacer nada. 

Afganistán tuvo un retroceso social y de derechos humanos luego de que el régimen talibán regresara al poder tras la salida de las tropas estadounidenses y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que ocuparon el territorio alrededor de dos décadas, como te contamos en esta nota.

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Con esto, aparecieron las peores expresiones de machismo -o reaparecieron- encubiertas bajo los lineamientos religiosos de la ley sharía, que es una interpretación radical del Corán (el libro sagrado del Islam).

La ley sharía oprime específicamente a las mujeres. Controla su vestimenta, su movilidad y les quita derechos fundamentales como estudiar, trabajar y tener acceso a la salud, incluso la atención ginecológica, por lo que tienen que dar a luz en sus casas.

También las mujeres que tuvieron algún cargo público son perseguidas por el régimen talibán. La vida de profesoras, abogadas, juezas y fiscales corre peligro, sobre todo para quienes defienden los derechos humanos, como los de las niñas que han sido obligadas a casarse.

La situación es tal que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calificó al país afgano como el más represivo para las mujeres. Pero pocos hacen algo al respecto. 

Una de las iniciativas que busca ayudar a las niñas, jóvenes y mujeres afganas surgió de la sociedad civil, como pasa en muchas ocasiones. Hablamos de la asociación Netwomening, que ayuda a las mujeres de este país a refugiarse en otras naciones y comenzar de cero una vida nueva.

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Madrinas y amigas en favor de las mujeres afganas

Sin muchas herramientas más que la perseverancia y la buena voluntad, Netwomening ha sido un enlace entre la necesidad y las posibilidades de una mejor vida para algunas mujeres afganas

Su sitio web ni siquiera ha sido terminado, pero en septiembre de 2022 la organización española había ayudado a más de 80 mujeres y sus familias a salir del tormento que viven en Afganistán. La persona detrás de este movimiento se llama María José Rodríguez Becedas.

“El 15 de agosto (de 2021), Kabul cayó en manos de los talibanes. Algunas mujeres de la asociación Más Democracia recibimos peticiones de ayuda a través de la Asociación de Mujeres Juristas. Y, a pesar del caos de esos días en Kabul, tuvimos la posibilidad de ayudar a 17 familias a ser evacuadas y venir como refugiadas (a España)”, dijo Rodríguez en un evento del Congreso de los Diputados de España en 2022. 

¿Cómo funciona? Como si fueran hadas madrinas… Intercambian contactos, son un enlace con las embajadas, incluyen a las mujeres necesitadas en los procesos de evacuación y cuando ellas llegan a España ( y otros países) las acompañan, aconsejan y las guían desde cosas como rentar un lugar donde vivir hasta ayudarles a hacer sus citas con el doctor.

Esta oleada solidaria hizo eco. Existen otras organizaciones como Un Gest de Calor que nació en 2016 para auxiliar a personas refugiadas en Europa que también se enfocaron en la crisis de Afganistán. 

Además, las y los voluntarios de Un Gest de Calor llevan proyectos de acción directa y sin intermediarios en campos de refugiados de Grecia, Irak, el Líbano, el Sáhara Occidental.

También la organización Afghan Women On The Run se moviliza para encontrar madrinas y padrinos, recursos, computadoras, entre otros, para apoyar a las personas desplazadas por la crisis humanitaria que vive Afganistán. Y hay más organizaciones que se han acercado para poner su granito de arena.

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¿Tenemos esta solidaridad en América Latina?

Sí, la tenemos. Incluso la Comisión Económica para América Latina (Cepal), que es una de las cinco comisiones regionales de la ONU dedicada a promocionar y reforzar las relaciones económicas de los países, tiene una lista de organismos de ayuda a personas migrantes en su sitio web.

Entre estas encontramos a la Red Jesuita con Migrantes LAC, que promueve y defiende los derechos humanos de las personas migrantes, desplazadas y refugiadas más vulnerables de América Latina y el Caribe. 

También a la Red Regional de Organizaciones Civiles para las Migraciones, un espacio para organizaciones civiles y personas de Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y República Dominicana creada para dialogar con los países de la región sobre temas migratorios. 

Y el Colectivo Migraciones para las Américas, donde más de 100 organizaciones trabajan a favor de los Derechos Humanos de la población migrante, sus familiares y comunidades. Y hay más, pero parece que siempre es insuficiente. 

Aunque la sociedad civil -apoyada o no de los organismos internacionales- trate de mitigar los estragos de la guerra, las catástrofes y las crisis humanitarias en todo el mundo, tenemos que seguirnos cuestionando por qué no son los mismos Estados los que están preocupados por garantizar el bienestar de su población, ¿o dónde están sus prioridades?

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