No es la religión, sino el autoritarismo el que atenta contra los derechos humanos en países como Irán, Afganistán y Corea del Norte

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El libre desarrollo de la personalidad unifica y dirige todos los derechos humanos fundamentales con la finalidad de brindar una protección integral a las personas, tanto a nivel individual como colectivo.

En México este derecho está reconocido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en un concepto de libertad “indefinida” que se extiende más allá de otras libertades específicas como la libertad de conciencia o la libertad de expresión, pues “la función del derecho al libre desarrollo es salvaguardar la ‘esfera personal’ que no se encuentra protegida por las libertades más tradicionales y concretas”.

Y habrá que aclarar que el Estado mexicano ha tenido algunos reveses en la protección de este derecho. Ejemplos prácticos los encontramos en las recientes modificaciones de la Ley Antitabaco y en la lentitud con la que se han movido las y los legisladores para despenalizar el uso recreativo de la marihuana, como te contamos en esta nota.

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Pero en pleno 2022 existen países en el que el Estado no sólo no protege este derecho, sino que sus imposiciones culturales, religiosas o simplemente sus regímenes autoritarios están violentando constantemente los derechos de su ciudadanía.

Cuando pensamos en naciones que oprimen la libertad de su ciudadanía, es casi un reflejo automático que pensemos en países cuyo gobierno se rige por los mandatos de su religión, por ejemplo, el Islam en Irán o Afganistán, pero es prudente también voltear a ver otras naciones donde el sistema de gobierno no permite el desarrollo de la personalidad sin que se base en una religión, nos explicó Ana Ortega, internacionalista especialista en temas de Medio Oriente.

Un ejemplo de esto es Corea del Norte, donde el régimen totalitario de la familia de Kim Il-sung, que continúa su descendencia -actualmente por su nieto Kim Jong-un– ha impuesto un culto a la personalidad de los líderes norcoreanos sostenido por un “lavado de cerebro” sobre la realidad fuera de los límites del país asiático.

Medios internacionales reportan una serie de actividades cotidianas -incluso mundanas- que el líder supremo norcoreano ha prohibido a sus ciudadanos: el sarcasmo, tomar fotografías en ciertos lugares, ver dibujos animados que no hayan sido previamente aprobados por el régimen, adquirir bebidas alcohólicas caras o comida extranjera, por mencionar algunos. Las faltas por incumplir alguna de estas medidas puede llevar a pena de cárcel, incluso de muerte.

Al régimen norcoreano se le ha acusado de instruir a sus más de 25,000,000 de habitantes para que construyan -de manera obligatoria- una sociedad perfecta, donde no existe el divorcio, las discapacidades ni la homosexualidad, aún cuando esta no está prohibida por la ley.

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La internacionalista Ana Ortega resaltó que países como Afganistán, Irán o Arabia Saudita también son señalados como Estados que coartan la libertad de su ciudadanía y frecuentemente se ve al Islam como una religión inherentemente opresiva, pero este selectivismo también es peligroso, advirtió.

“Por ejemplo, es ilegal ser homosexual en Jamaica, Guyana y Liberia. En Rusia no es ilegal, pero el gobierno abiertamente ataca a estas personas y no hay provisiones legales contra la discriminación y la violencia que sufren (…) Éstos no son países islámicos y su discriminación sistemática se asocia a la gente de su gobierno y no se le atribuye a su orientación religiosa”, resaltó la experta.

El Islam no es inherentemente una religión opresiva, pero sí es legalista, nos explicó Ortega y detalló que a diferencia del dogma que sigue la población judeo cristiana en Latinoamérica -que al final es bastante laxo-, la práctica del Islam permea todos los aspectos de la vida de las personas. 

“Si a una religión legalista sumamos un régimen autoritario que dicta que ésa debe ser la religión oficial del Estado y seguida por la población o cuyos principios deben al menos ser respetados, en caso de que permitan que haya gente de otras religiones, tiene sentido esta limitación tan fuerte de la libertad de expresión personal”, añadió la especialista Ana Ortega.

Para ser justos al exponer las condiciones de la ciudadanía de otros países, es prudente advertir nuestro propio sesgo cultural y reconocer que sí hay cuestiones que vulneran los derechos humanos y el derecho al libre desarrollo de la personalidad en otras naciones, pero eso no exenta a nuestro sistema político de atentar contra las libertades, aunque seamos Estados democráticos.

“El ejemplo más claro (aunque dista de ser el único) quizá sea Estados Unidos, cuyos movimientos derechistas frecuentemente basan sus discursos de odio y discriminación en su interpretación de la religión cristiana, que usan para limitar los derechos de las personas”, destacó la especialista.

La lucha por el derecho legal al matrimonio homosexual y la adopción de la comunidad  LGBTI+ está más avanzada en el hemisferio occidental, pero sigue habiendo amplios sectores que se oponen a ella, del mismo modo que hay grupos dentro países islámicos que luchan fervientemente a su favor aunque les cueste la libertad y la vida, añadió Ortega. 

Esto lo hemos visto con las protestas que se generaron en Irán desde el 2022 tras la muerte de Mahsa Amini, quien falleció luego de ser detenida por la llamada “policía de la moral” por no portar adecuadamente el velo que para las mujeres es obligatorio en ese país, como anteriormente te explicamos en esta nota.

El régimen iraní respondió al levantamiento de la población condenando a la ejecución pública a protestantes y opositores. Además ha sido acusado de realizar juicios a modo a los detenidos, todo esto con el objeto de sembrar terror entre las y los manifestantes.

Lo mismo está sucediendo desde 2021 en Afganistán donde la reinstalación del régimen talibán tomó control sobre la vida de la ciudadanía, especialmente sobre las mujeres quienes tienen restricciones sobre su vestimenta, la prohibición del trabajo femenino, el acceso a la educación, de realizar cualquier actividad fuera de casa sin la compañía de un pariente masculino (mahram), cerrar tratos con comerciantes masculinos, ser atendidas por doctores hombres y otras más.

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Como enfatizó Ana Ortega, estas violaciones a los derechos humanos y al libre desarrollo de la personalidad no se recargan sobre la religión, sino que es el sistema de gobierno el que utiliza las creencias religiosas de la ciudadanía para controlarla (o hasta las impone). De hecho, es importante destacar que el Islam nació como una religión particularmente tolerante, resaltó la especialista.

“Inicialmente, las mujeres en la comunidad islámica no eran oprimidas. La primera esposa de Mahoma jugó un papel muy importante no sólo al ser la primera conversa sino por ser una gran mercader. El velo no formaba parte de la cultura islámica al principio, esa idea la tomaron de los cristianos”, nos dijo Ana Ortega.

Donde convergen todos estos ejemplos es en la sed de poder y control sobre la ciudadanía, ya sea basándose en principios religiosos o simplemente inventando una realidad que permita la continuidad del régimen, aunque sea a costa de los derechos que, por lo menos para nosotros como país democrático, son fundamentales. 

¿Serán sostenibles estas dinámicas a largo plazo en una actualidad hiperconectada y super informada? 

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