Bukele, o la popularidad y la tentación autoritaria

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“Como ciudadano el sentimiento de seguridad es innegable, sin embargo como elector es un sentimiento agridulce ver cómo desaparece la oposición no por sí sola”, nos dijo el periodista salvadoreño Gabriel Labrador. 

Nayib Bukele, el presidente reelecto de El Salvador, se ha convertido en uno de los líderes más reconocidos de América Latina tras su contundente victoria en las urnas. Con un impresionante 88% de aprobación según la evaluación realizada por la Sociedad de las Américas (AS) y el Consejo de las Américas (COA) publicado por Bloomberg, Bukele lidera la gráfica de popularidad en la región.

A pesar de que la oposición pide anular las elecciones debido a irregularidades en el proceso y desventajas para los partidos políticos, Bukele es nuevamente el presidente del Salvador. 

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Cómo es que volvió a ganar… ¿no es ilegal?

A Nayib Bukele, por medio de un decreto presidencial, y varios cambios en la Corte, se le permitió la reelección inmediata, a pesar de la prohibición constitucional. 

Según explicó la periodista Claudia Espinoza a Cuesitone, en pocas palabras, la Sala de lo Constitucional revisó una demanda de inconstitucionalidad presentada por un abogado. Esta demanda cuestionaba los derechos de una ciudadana que dijo que Bukele debería buscar la reelección. La Sala, nombrada por el presidente, decidió que esta demanda debía ser interpretada en los próximos cinco años, lo que podría permitir que Bukele se postule para un segundo mandato.

Fue precisamente esa decisión de los magistrados en 2021 la que le permitió a Bukele asegurar su lugar en la boleta de las elecciones generales celebradas el pasado 4 de febrero, donde se declaró ganador tras obtener el 83% de los votos. 

El autoritario cool 

Bukele ha sido objeto de críticas por su manejo autoritario del poder, incluyendo acusaciones de abuso de poder y violaciones a los derechos humanos. Su gestión se ha caracterizado por su enfoque en la seguridad pública y la lucha contra las pandillas, así como por su postura confrontativa hacia la oposición política y los medios de comunicación críticos.

Desde que llegó al poder, Bukele le declaró la guerra a las pandillas. En junio de 2019, a pocos meses de ser presidente, lanzó un plan de control territorial como estrategia de seguridad y un mes después anunció el estado de “emergencia máxima” en los centros penitenciarios tras actos violentos perpetrados por grupos delincuenciales.

La violencia, finalmente, comenzó a disminuir en uno de los países más violentos del mundo- Pero según investigaciones periodísticas, fue en parte por las negociaciones del Gobierno con altos dirigentes de las tres principales pandillas salvadoreñas, como lo habían hecho sus antecesores. 

Según el periodista Gabriel Labrador, la “innegable seguridad” que vive su país se dio en parte a esa negociación con las pandillas. 

Sin embargo, dicho acuerdo se mantuvo hasta marzo de 2022, cuando los grupos delincuenciales desataron una serie de asesinatos sin precedentes en el país centroamericano. Estos incidentes fueron los que llevaron a Bukele al Congreso, para que le permitieran declarar el “régimen de excepción” (estado de emergencia) con la intención de frenar un “incremento desmedido” de asesinatos.

“Desde el inicio de su mandato tenía canales de comunicación con las pandillas y poco a poco hemos descubierto las negociaciones con tres pandillas. Eso lo ha ocultado y lo ha hecho con imágenes de mano dura. Con eso vende la imagen de que jamás va a negociar”, cuenta Labrador. 

No es cosa menor, según datos de seguridad, bajo el estado de emergencia, las fuerzas de seguridad han arrestado a más de 75,000 individuos. Mientras que lla tasa de homicidios disminuyó en 2023 a 2.4 por cada 100,000 habitantes cuando en 2018, era de 51.

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Desaparece la oposición 

Según el periodista salvadoreño, el sentimiento de seguridad es innegable, sin embargo “como elector” es un sentimiento agridulce. Por la forma de moldear la ley y ver cómo desaparece la oposición. Y no solo por sí sola, sino porque Bukele ha remoldeado el sistema para que se vaya haciendo más pequeña. 

Y es que la popularidad de Bukele ha dejado a la oposición en El Salvador al borde de la extinción. A pesar de la creciente inconformidad ciudadana por la crisis económica, la oposición no ha logró capitalizarla. 

Los partidos tradicionales, FMLN y ARENA, han perdido gran parte de su base de apoyo y no han logrado recuperarla ni hacer frente al arrasador dominio de Bukele. La última encuesta del consorcio electoral Observa El Salvador antes de las elecciones, señalaba que Bukele gozaba de un 70.9% de preferencia electoral entre la población. 

El control hegemónico de Bukele también se extiende a los partidos que fueron sus aliados, como GANA y PCN. Partidos eclipsados por el oficialismo. Además, los cambios en el Código Electoral, han dificultado aún más la representación de las minorías en el parlamento, beneficiando a los partidos mayoritarios.

La reelección de Nayib Bukele como presidente de El Salvador es y seguirá sido objeto de controversia debido a las tácticas utilizadas para asegurar su permanencia en el poder. Su gobierno disminuyó la oposición política y manipuló el sistema legal para mantener su control. 

La falta de competencia electoral y el dominio hegemónico de Bukele han llevado a una situación en la que los partidos de oposición tradicionales. Estos han perdido gran parte de su base de apoyo y enfrentan dificultades para representar efectivamente a la población. A pesar de las preocupaciones sobre el autoritarismo y las tácticas cuestionables, Bukele continúa siendo una figura dominante en la política salvadoreña, con su popularidad y control político aparentemente intactos.

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