Medios fomentaron politización y desinformación en la pandemia

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La politización de la pandemia por parte de medios de comunicación y autoridades, además de la falta de formación científica entre periodistas, contribuyeron a que la ciudadanía recibiera mensajes que no comunicaban adecuadamente el nivel de riesgo ni qué medidas podrían ayudar a reducir contagios de SARS-CoV-2, de acuerdo con periodistas especializados que entrevistamos.

La construcción de mensajes en los medios pasó por un primer momento de duda sobre la gravedad de la pandemia, pero cuando por fin se entendió su importancia, el tema se dejó en manos de los periodistas de política, señala el periodista Antimio Cruz, quien ha cubierto la fuente de ciencia por más de 27 años. 

“En los primeros meses de la pandemia, a los periodistas especializados no nos hacían caso; en ese momento yo estaba en prensa, radio y televisión pero no creían nada”, lamenta.

“Los medios en la pandemia nunca tuvieron la visión de largo plazo, terminamos contando muertos y no vimos temas de fondo: la inteligencia fue rebasada por una histeria emocional que no permitió llevar a la gente a tomar decisiones correctas y los medios y los periodistas participamos de ese cortoplacismo y ese escándalo”, explica Antimio Cruz. Para ganar audiencia, señala, los medios optaron por una forma poco reflexiva y más emocional de manejar la información.

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Cuando el tema cobró importancia, a los especialistas los hicieron a un lado y enviaron a los periodistas de política, “al gran tiburón que va a ir a hacer cuestionamientos a los secretarios y al presidente”.

Durante la pandemia del AH1N1 de 2009 ocurrió lo mismo, narra el periodista, quien recuerda que en esa emergencia también se hacían conferencias diarias de salud que terminaron convertidas en un circo político. 

“Acudían periodistas que sólo buscaban ser vistos y posicionarse como el periodista crítico pero no llevaban datos o los llevaban y no los entendían. Terminó siendo una competencia de egos y la esencia fundamental del problema no estaba sobre la mesa: la angustia, la incertidumbre no se estaba atendiendo con datos sino con creencias”, nos dijo.

El gobierno tampoco envió mensajes correctos

La mala comunicación de la pandemia no fue algo exclusivo de los medios. Para Alma Juárez, economista que estudia un doctorado en salud pública en la Universidad de Berkeley, la conferencia de prensa de salud que se hacía diariamente a las 19:00 horas se volvió rápidamente algo tedioso y los mensajes que eran clave se perdieron. 

Añade que tampoco hubo una estrategia más técnica por parte del gobierno que los medios pudieran replicar o darle seguimiento y plantea que si bien las conferencias de prensa pueden transmitir la idea de continuidad, constancia y rendición de cuentas, también se convirtieron en espacios que erosionaron la imagen de quienes las dictan. 

“Cuando López-Gatell dijo que el virus se transmitía así y dijo ‘Achú’, estaba buscando ser accesible y no dijo nada falso pero quizás le faltó ver a los ciudadanos de una manera menos paternalista, más seria y entender que se necesitaba más información de calidad y ser menos chistoso o coloquial”. 

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De acuerdo con Juárez, esta visión paternalista se replicó en la creación de personajes como Susana Distancia, una caricatura usada para explicar una política pública; un video reciente en el que se usan botargas para explicar cómo la buena alimentación combate al virus, fue criticado en redes por infantilizar a la población, el cual además desinformaba sobre cómo tratar el COVID-19 y sobre las formas de contagio.

Entre los mensajes que se perdieron, la experta en salud pública señala que el uso de cubrebocas era una idea muy fácil de explicar y que debió transmitirse al inicio de la pandemia, sin embargo “vimos al subsecretario decir que no había evidencia de que usarlo fuera útil”.

Cuestionados sobre los mensajes que transmite el presidente y la reacción que genera en la oposición, Antimio Cruz y Alma Juarez coinciden en que López Obrador quiere transmitir tranquilidad y que el país sigue en marcha “pero en el afán de no generar incertidumbre en la población sí ha exagerado al tratar de crear calma; como es una figura muy influyente, posiblemente si hubiera caído en un acto de histeria todo el país habría caído en histeria”, señala Cruz.

“Para mí sería aventurado decir que fue irresponsable pero sí fue muy ingenuo al proyectar tranquilidad y serenidad, me parece que no imaginó que esto iba a llegar a ser tan grande y ha mantenido esa línea discursiva porque ya hay una tensión: por un lado un los grupos de interés tratan de decir que el país está en una situación grave, pero el gobierno ya ignora sus propios números para decir que en realidad no es tan grave; a los ciudadanos esto ya nos generó letargo”, dice Cruz.

Sobre los mensajes de la oposición y sus críticas a la estrategia de gobierno, Cruz señala que vivimos un tiempo de facciones en el cual los mensajes no están pensados en el bien colectivo, sino en la ventaja que cada quien va a sacar posicionando uno u otro tema.

Alma Juárez apunta que siempre es más fácil ser oposición pero reconoce que en el gobierno hay errores que la oposición va a capitalizar. Pone como ejemplo que nunca logró entenderse el modelo Centinela y eso fue usado para decir que de manera deliberada nos daban información equivocada o complicada.

La conferencia de salud fue propaganda

Pero la periodista Elizabeth Hernández, formada como ingeniera mecatrónica y generadora de contenido en Los Intangibles – analizando las bases de datos de las dependencias públicas-, asegura que los mensajes del gobierno no fueron errores, sino mentiras abiertas.

Hernández asegura que representantes del gobierno han fabricado una realidad alterna: “En el caso específico de la pandemia, trabajando con datos y modelos matemáticos, cachamos muchos errores de la Secretaría de Salud al comunicar el riesgo” y plantea que sumado a la polarización en la que los periodistas dicen una cosa y el Gobierno Federal dice otra, la gente dejó de recibir información primordial para poder cuidarse.

Sobre la conferencia de salud, la periodista afirma que era un aparato propagandístico en donde se dijeron mentiras y que la propia base de datos de la Dirección General de Epidemiología, que ha estudiado durante toda la pandemia, contradecía lo que se comunicaba en la conferencia. 

Ella asegura que el riesgo de contagio fue minimizado en la comunicación del gobierno. En la conferencia del 8 de abril de 2020, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, reconoció que había un subregistro en el número de contagios que se comunicaba en la conferencia. Planteó que la cifra real, en ese momento, debía ser 8 veces mayor de acuerdo con el modelo Centinela; esta cifra fue nombrada factor de actualización y se dijo que ese factor iba a cambiar a lo largo de la pandemia. 

Sin embargo, en la opinión pública se mantuvo la idea de que el factor de actualización era de ocho. Hernández calculó ese factor usando la misma metodología y datos de la Secretaría de Salud y señala que éste llegó a ser de 25 o 30 en distintos momentos de la pandemia.

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“Esto es súper importante porque en lugar de que digas que por cada positivo hay 8 más contagiados, hablar de 25 o 30 veces más es una dimensión totalmente diferente” y ese es un mensaje al que los medios de comunicación no supieron darle seguimiento.

Otro mensaje que Hernández identificó usando la base de datos fue el rezago en el reporte de resultados de casos positivos. Los datos de la dependencia reportan que hay personas cuyas pruebas no eran procesadas hasta por cuatro meses, lo que aumenta la brecha del subregistro de casos.

Sus investigaciones obligaron a las autoridades de salud a reconocer el rezago; incluso cambiaron la metodología del reporte y admitieron que había 12 millones de personas que se hicieron la prueba pero que no iban a tener resultados porque no tuvieron tiempo de procesarlas. 

En la conferencia del 30 de octubre de 2020, el entonces director de promoción de la Salud, Ricardo Cortés Alcalá, reconoció las observaciones de Danielle Lupin, seudonimo de nuestra entrevistada, para mejorar la calida de los datos presentados por la Secretaría de Salud.

Para ella, el valor del periodismo de datos es que va más allá del trascendido: “No es lo mismo que un trabajador te diga que están saturados a que la base de datos te dé la prueba de que hay 12 millones de personas que no pueden recibir sus resultados”.

Aunque su conocimiento de las bases de datos le permitió identificar mentiras en los mensajes gubernamentales sobre la pandemia, acusa que en las redacciones existe una tendencia fuerte a politizar los datos: “A veces tienes que poner el alto; yo he tenido problemas por decir que no voy a firmar textos porque son incorrectos. Políticamente puede que sí haya una motivación, pero si los datos no me la indican, no se puede afirmar”.

¿Qué pueden aprender los medios de la pandemia?

A manera de reflexión, Elizabeth Hernández lamenta que en los medios no se dedique tiempo a estudiar una base de datos. Ella señala que el conocimiento que llegó a tener de la base de la Dirección General de Epidemiología es resultado de estudiarla a diario.

Recomienda a los periodistas especializarse. “La única manera de distinguirnos es especializándose y eso incluye a lo mejor no hacer datos pero sí buscar una fuente mucho más especializada o una manera de encontrar historias que no sea la manera típica”.

Además, plantea que sólo se puede competir en exposición contra medios grandes creando redes entre los medios más pequeños.

Antimio Cruz apunta que los datos duros no sirven si no son transformados en decisiones. “La ciencia parece a veces que trabaja aislada y no llega rápido a la toma de decisiones, pero no llega porque o los científicos no salen de su laboratorio o porque los políticos no tienen a alguien que esté mirando qué pasa en los laboratorios; los datos de laboratorio en un cajón no sirven, hay que sacarlos y llevarlos a tomadores de decisiones”.

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