“Me considero una sobreviviente de todas las mujeres desaparecidas”: víctima de trata de personas

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A María (nombre ficticio para ocultar su identidad) no le tiembla la voz cuando dice que ella es una sobreviviente entre las miles de mujeres que han sido prostituidas y asesinadas dentro de las redes de trata de personas en México

Está sentada en la cocina de su casa, en sus manos sostiene unas hojas sueltas de un diario que escribió durante los 20 años en los que fue explotada sexualmente, primero, en Chicago, Estados Unidos, y después en México, por el grupo criminal de Los Zetas.

Ser sobreviviente de trata de personas en México es desafiar las estadísticas. Sólo dos de cada 100 personas víctimas de trata logran escapar o ser rescatadas, el resto (98%) mueren o son asesinadas al interior de las redes criminales, de acuerdo con la Comisión Unidos Vs.Trata.

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La libertad no les regresa su vida. Se enfrentan a un mundo que cambió sin esperarlas mientras eran explotadas, a la revictimización de una sociedad que las trata como criminales, como si estar enroladas en una red criminal hubiera sido una opción para ellas. 

Además, sin dinero, con estrés post-traumático que las sumerge en espirales de depresión, ansiedad y ataques de pánico. Sin opciones de trabajo y familias rotas por la desaparición o que algunas veces ya no está. 

Este escenario hace presas fáciles a las sobrevivientes de volver a ser captadas por los grupos criminales, de caer en adicciones o vivir en la pobreza.

“Yo escribía mi día a día lo que viví en el secuestro, pero luego un día sales, ¿a qué? Mejor que me hubieran matado ahí”. 

María ahora lucha por mantenerse en libertad, pero siempre con el miedo de regresar a las redes de trata. A sus 60 años es difícil reconstruirse. Le arrebataron 20 años de vida.

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Reparación del daño que no llega

María fue reconocida en 2017 como víctima de trata de personas por la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y desde entonces recibe un apoyo mensual para su renta, sus comidas, atención médica y psicológica, tal y como lo indica la Ley General de Víctimas

Sin embargo, esto no es suficiente, porque las sobrevivientes como María necesitan una reparación integral para que puedan restablecer su vida, pues las consecuencias que tienen son irreversibles, nos dice Teresa Ulloa, directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATLAW).

No es sólo una reparación de a ver cuánto dinero necesitas para terapias psicológicas y se acabó. Cuando hablamos de reparación integral, se cubren una serie de aspectos de la vida. Por un lado, lo que se haya interrumpido si fueron estudios, si fue trabajo, lo que se dejó de percibir. El Estado tendría la obligación de restaurar cada uno de esos derechos que perdió la víctima”, nos dice Teresa Ulloa.

“En México no existe ninguna sobreviviente de trata que haya obtenido una reparación como lo indican las leyes internacionales, no hay, no existe”, lamenta Ulloa.

Organizaciones como CATLAW e I(dh)eas, Litigio Estratégico en Derechos Humanos, han documentado que cuando las víctimas son atendidas por personal de psicología de la CEAV, son revictimizadas, pues no está capacitado para atenderlas.

“Cómo una psicóloga me va a ayudar a olvidar el pasado y volver al presente. ¿Cómo vuelvo al presente cuando no puedo dormir en la noche? Cuando me levanto y tengo que moverme y buscarle porque con la edad ya nadie te da chamba.Y cómo como hoy”, dice María.

No hay ningún plan integral de acompañamiento para las sobrevivientes de trata de personas. (Las autoridades) piensan que a la víctima hay que mantenerla callada la boca dándole un apoyo económico para alimentación y otro para vivienda. Hasta ahí llega el apoyo”, lamenta Juan Carlos Gutiérrez, director de I(dh)eas, Litigio Estratégico en Derechos Humanos.

Cuestione solicitó una entrevista con algún representante de la CEAV para hablar de la reparación integral del daño para las víctimas como María, sin que hasta el momento de esta publicación haya obtenido respuesta.

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La pesadilla de la trata de personas

Si el cuerpo de María hablara, contaría todas las veces que fue torturada. Sus piernas relatarían la vez que desobedeció y dos balazos las perforaron. Sus brazos darían cuenta de las incontables ocasiones que los usaron de cenicero para apagar cigarros, pero también de los arponazos de heroína que le obligaban a inyectarse para que no opusiera resistencia con los hombres que la usaban.


María muestra sus heridas en la cocina de su casa. Fotografía: Gabriel Pichardo.

Los últimos datos registrados por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en 2019, calculaban que habían más de 5,000 víctimas de trata de personas en el país (entre 2012 y 2017), de las cuales 85% son mujeres y niñas. Sin embargo, esta cifra podría ser mayor, pues estos datos sólo contemplan la información recibida por 11 fiscalías estatales. 

Es casi imposible saber cuántas víctimas de trata de personas con fines de explotación sexual hay en el país porque no hay cifras oficiales, ni investigación de este delito, de acuerdo con Teresa Ulloa. 

Lo que varias organizaciones civiles han documentado es que la explotación sexual de mujeres ha sido un negocio colateral de los grupos criminales, quienes se encargan de engancharlas y secuestrarlas para hacer de sus vidas mercancías.

Los estragos de la violencia

Las secuelas que deja toda la violencia y explotación sexual en las víctimas de trata de personas como María son irreparables. Viven con miedo, con carencias. Tienen síndrome de guerra (ansiedad, estrés, angustia, depresión), síndrome de indefensión aprendida (la incapacidad de defenderse ante un hecho violento) y el síndrome de Estocolmo -que es uno de los que cuesta más trabajo quitar- en el cual logran desarrollar un vínculo afectuoso con sus violentadores, nos explica Teresa Ulloa.

Pero los daños no sólo son psicológicos, también impacta directamente a su salud física, algunas de ellas desarrollan infecciones de transmisión sexual, enfermedades en el riñón y VIH. Además, desarrollan enfermedades producto del estrés y la violencia. 

“Yo les digo todas las que terminan en itis, dermatitis, colitis, gastritis, porque tienen que ver con el estrés que les impone la actividad que la mayoría de las veces, pues es una actividad impuesta por fuerza, por la seducción o por la necesidad que tienen porque estaban en pobreza extrema”, dice Ulloa.

El Estado falla cuando no garantiza su seguridad y protección desde que son niñas. Después, cuando no vela por su integridad cuando están en situaciones de riesgo para que no sean captadas, luego se vuelve negligente cuando no las busca y no hace nada por sacarlas de las redes de trata y lo vuelve a hacer cuando no repara todos los daños que causó toda esta violencia, nos dice Teresa.

El escape

Cuando María fue enganchada, la mayoría de las casas aún no tenían una computadora personal o internet, las redes sociales aún no existían. Cuando finalmente pudo escapar en 2008, con ayuda de otro narco del grupo rival, se enfrentó a un mundo ajeno. 

Los primeros años estuvo encerrada en un cuarto que pagaba el hombre que la ayudó a escapar. Ahí aprendió a hacer pulseras y aretes, aunque su sueño era abrir un restaurante porque amaba cocinar. 

Durante ocho años mantuvo un bajo perfil en Reynosa, Tamaulipas, tratando de sobrevivir y continuar su vida. Durante esa época María iba a una iglesia donde le daban apoyo. Ahí conoció a una persona que la contactó con Rosi Orozco, presidenta de la Comisión Unidos Vs. Trata, una organización que atiende a víctimas de este delito.

Rosi Orozco la orientó para que María denunciara a sus captores. En 2016 fue trasladada a la Ciudad de México con ayuda de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra) de la entonces Procuraduría General de la República, en donde se abrió una carpeta de investigación por el delito de trata de personas. Sin embargo, aún no hay ni una persona detenida ni procesada por ello.

Actualmente María vende ropa y comida para mantenerse. Sin embargo, hay días en que piensa que quizá hubiera sido mejor nunca haber salido del secuestro, como ella le llama, porque “acá afuera es un mundo más cruel”, nos dice. 

Pero también hay días en que agradece saberse viva y autosuficiente, fuera de ese mundo que le gustaría no volver a vivir.

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