Tulum, el paraíso caribeño que está entre la opulencia y la marginación

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“No hubieran venido aquí” fue la frase que más repitieron las personas que viven y trabajan en Tulum, Quintana Roo cuando fuimos de vacaciones en mayo de 2023 a conocer las paradisíacas playas caribeñas que inundan de bellas fotografías tantos perfiles de Instagram.

De entrada nada parece distinto desde los ojos de turistas que nos pusimos cuando llegamos a la pequeña población de 46,721 habitantes casi a las 22:00 horas en un autobús ADO tomado desde el Aeropuerto Internacional de Cancún. Después de una travesía de casi siete horas desde la Ciudad de México debido a los retrasos en los vuelos tras la contingencia ambiental por la actividad del volcán Popocatépetl.

Lo primero que notamos fue el alto costo del servicio de los taxis, que son la única opción de transporte “privado” en la zona, pues los sindicatos de taxistas no permiten que entren servicios de aplicaciones como Uber

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Pagamos $150 pesos por un trayecto de escasas 11 calles desde la estación de autobuses ubicada en la avenida Tulum, en el centro del pueblo, hasta la calle Gallinolas.

Mar turquesa, pero antes montañas de sargazo

Como en un golpe de mala suerte, la Zona Arqueológica estaba cerrada a causa de los trabajos del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza) que iniciaron el 15 de mayo de 2023 y que se suponía que terminarían el 22 del mismo mes, pero se prolongaron días más, según nos explicó la persona encargada de la caseta turística.

A este lugar llegamos gracias al “aventón” que nos dio un regiomontano que trabajaba en la zona, quien nos reiteró lo complicado que es transportarse en el área. En el camino nos volvió a decir “¿por qué no fueron a otro lugar?”. Aún no entendíamos por qué.

Luego de caminar desde la Zona Arqueológica hasta la playa pública más cercana –Playa Paraíso– supimos por qué. Los elementos de la Secretaría de Marina tratando de contener el abundante sargazo que invade la playa era mayor que las y los visitantes. Habría que entrar al mar al menos unos veinte metros para librarse de las algas muertas que reverdecen el mar turquesa.

Este problema no es nuevo, pero cada vez es peor. El sargazo en la Riviera Maya no solo es una incomodidad para las y los turistas, sino una grave señal de los efectos que está produciendo el cambio climático.

Y es resultado del aumento de temperatura del mar a causa de la contaminación, no solo en las playas de Quintana Roo, sino que afecta a otras zonas del Caribe: Florida en Estados Unidos, Guatemala, Panamá y la isla de Aruba.

El contraste social en unas cuantas calles

Luego de la experiencia en Playa Paraíso las opciones para disfrutar de la playa se acortaron. Podríamos haber ido al club de playa de Caleta Tankah que nos recomendó Víctor, el taxista que nos llevó de regreso desde la Zona Arqueológica, quien nos dijo que la bahía que se forma en esa área mantiene el beach club relativamente libre de sargazo.

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Sin embargo, decidimos aprovechar el día siguiente para recorrer caminando el pueblo hasta encontrar un lugar donde poder descansar y comer sin que una botella de agua costara $70 pesos como en muchos restaurantes del centro de Tulum. Lo encontramos en una modesta palapa en medio de una calle de terracería escoltada por matas de plátano.

El lugar estaría completamente solo de no ser por las mujeres que atendían el restaurante donde vendían agua de piña y mojarras fritas. Un refugio perfecto para esconderse del agobiante calor caribeño. 

Sin mayores planes decidimos visitar a una vieja amiga que vive hace años en Tulum. Jackie nos compartió su ubicación, la aplicación de Google Maps nos indicaba 20 minutos caminando desde la palapa hasta su departamento. Así que alrededor de las cuatro de la tarde iniciamos la caminata, para matar el tiempo y seguir conociendo esta parte del pueblo que no sale en publicaciones de redes sociales.

En el camino al hermoso departamento donde vive Jackie, en un fraccionamiento privado con piscina al mero estilo tuluminati, nos encontramos con otro Tulum. Decenas de casas construidas con techos de cartón en calles de arena ardiente, sin servicios, ni banquetas.

Niños y niñas tendiendo ropa, haciendo quehaceres o mandados, montañas de basura, ramas y materiales de construcción esperando en las esquinas un servicio de limpia que probablemente nunca llegue.

Las y los vecinos nos veían como lo que éramos: invasores de su realidad. Una realidad que no aparece en los medios, ni en los post de gente “bonita” disfrutando el paraíso. 

La caminata hasta el departamento de Jackie fue desoladora y el incandescente ambiente no ayudó mucho. Jackie nos recibió con plena consternación en el rostro “¿Cómo se les ocurrió caminar hasta aquí?”, nos reclamó mientras nos ofrecía agua fría.

Ni ella sabía que esos parajes existen detrás de donde vive. Cuando le contamos la historia nos repitió “¿Por qué vinieron a Tulum?”.

La gentrificación está absorbiendo a Tulum

Tulum -como gran parte de la zona turística de la Riviera Maya, incluída Playa del Carmen- está sufriendo un proceso de gentrificación que consta de desplazar a la población local hacia la periferia de las ciudades para darle paso a personas con mayor nivel adquisitivo.

Esto se hace a través del encarecimiento de los costos de vida -principalmente la vivienda y el transporte- y de la paulatina desaparición de las condiciones originales de los barrios que buscan adaptar sus dinámicas para ser más atractivos a personas que puedan pagar mejores rentas.

No es algo nuevo, de hecho tiene sus comienzos en la década de los 90 gracias a prácticas neoliberales que permitieron vender tierras de propiedad social -como las ejidales- a la iniciativa privada para explotar los recursos turísticos.

Lo que se ha observado es que con la llegada del turismo se generó el desplazamiento de gran parte de población maya, pescadores y habitantes de las zonas turísticas, en favor de inversionistas privados, grupos privilegiados económicamente y turistas.

Con esto, un gran número de personas empezaron a ubicarse de manera irregular en predios aledaños a la zona céntrica y turística de Tulum, muchas veces incluso engañados al comprar el terreno donde habitan que, debido a sus condiciones, no cuentan con servicios básicos como luz, alumbrado público o drenaje.

El contraste de los dos Tulum -el de la opulencia y el de la pobreza- muestra la desigualdad en la que conviven cotidianamente dos estratos sociales que no se hablan entre sí y que, sin embargo, uno sirve al otro: los locales sirven y trabajan para las mismas personas que causaron sus carencias y que dejan a una gran parte de la población con muy pocas opciones para hacerse la vida en la tierra donde nacieron.

¿Será que a alguien le interese lo suficiente en algún futuro?


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