Invasión del narco nos deja sin sitios mayas ni acceso a la Selva Lacandona

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Llegar a Yaxchilán, Chiapas, no es nada sencillo y aún así llegó el narco. Hay que conducir dos horas y media desde Palenque hasta la Frontera Corozal donde está el centro turístico Escudo Jaguar. Después hay que tomar una balsa rudimentaria río arriba por el Usumacinta, la frontera líquida que separa México y Guatemala hasta llegar a las ruinas mayas. Allá en el corazón verde y misterioso de la Selva Lacandona, las agencias de viajes se han detenido; el narcotráfico ha penetrado en ellas.

El río, testigo silencioso de innumerables historias, lleva consigo el peso de la historia, la magia de la selva y ahora el eco de la inseguridad.

En el corazón verde y misterioso de la Selva Lacandona, donde la historia y la naturaleza se entrelazan en un baile eterno, 15 agencias de viajes han suspendido los recorridos hacia los enigmáticos tesoros arqueológicos de Bonampak y Yaxchilán. Como un eco sombrío entre los árboles centenarios, la inseguridad se ha alzado, oscureciendo el sendero de los viajeros, de la historia maya y sembrando dudas en el aire fresco de la selva.

FOTO: CUARTOSCURO.

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Estamos frente a una de las noticias más tristes porque en esa zona en particular están los edificios más emblemáticos y más bonitos de la cultura mayense con sus tres estilos más significativos; el Río Bec, el Puuc y los Chenes”, advierte el antropólogo mexicano Gonzalo Suárez-Belmont.

El Río Bec es un estilo arquitectónico que se distingue por el uso de torres paralelas que simulan escalinatas que llevan a templos adornados con crestería puramente ornamentales, el estilo Puuc es constructivo y decorativo “incorporó detalles barrocos, adornos de grecas y mascarones en todos los muros”, explica el docente y agrega el estilo Chenes con edificios que tienen fachadas en tres partes y máscaras de animales en las puertas. Pero ahora la triada arquitectónica maya no se verá más, la delincuencia organizada extorsiona a los visitantes para acceder a ella. 

El presidente de la Asociación de Agencias de Viajes de Palenque, Miguel Ángel López Cruz, ha alzado la bandera de la precaución, deteniendo el flujo de turistas hacia la tierra de los antiguos mayas. Son 15 los agentes turísticos que han cerrado temporalmente sus puertas a este par de destinos turísticos como una manera de proteger la integridad física de aquellos que buscan descubrir los secretos enterrados en la selva porque se podrían topar con el narco.

Hasta hace unos 70 años, la selva lacandona era vírgen y nada más estaba poblada por los lacandones, recuerda el maestro Suárez-Belmont. “Tenían sus cabellos largos, estaban aislados, cazaban con hachas”, describe el catedrático de Historia del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM ). 

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La selva chiapaneca es para el antropólogo y académico una zona que siempre ha estado muy abandonada por las autoridades locales y federales, “un terreno fértil para los grupos ilegales porque la autoridad no se mete y tienen mucho temor porque son territorios de selva espesa ”.

El dominio del narco en la selva Lacandona

En el corazón latente de la Selva Lacandona, se alza un señor de las sombras: el narcotráfico. Lo que una vez fue un santuario de biodiversidad, ahora se ve envuelto en el velo oscuro del crimen organizado: el Cártel de Sinaloa teje sus redes de poder en esta tierra ancestral en disputa con el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Según los lacandones, guardianes silenciosos de la selva, el Cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación son un cáncer que ha arraigado sus garras en lo más profundo de la tierra. Testimonios de aquellos que han sido testigos de esta transformación, cuentan a los medios de comunicación de extorsión, secuestro y derecho de piso para ingresar a las zonas arqueológicas de Bonampak y Yaxchilán.

María Luisa Prado sintió un dolor en el pecho profundo, hondo y una vergüenza mayúscula cuando se enteró por la televisión que el narco controla algunas zonas turísticas chiapanecas. La antropóloga cultural mexicana asegura que los mayas son la cultura más sabia a nivel mundial y negar su acceso por la delincuencia organizada “es un acto de barbarie de lesa humanidad”.

Hace cincuenta años, María Luisa Prado Anguiano y Gonzalo Suárez-Belmont, llegaron a la selva lacandona cuando todavía había que abrirla con machete. Enclavados en la selva, los antropólogos descubrieron las piedras mayas y aprendieron a leer en ellas la ciencia, la astronomía, la matemática, la arquitectura, el manejo del tiempo. 

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Es por eso que a Prado Anguiano se le hace “terriblemente doloroso que las fuerzas oscuras venzan a la cultura de la luz, el arte y la ciencia”.

Bonampak y Yaxchilán son dos sitios arqueológicos fascinantes ubicados en el estado de Chiapas, México, ambos en medio de la exuberante selva Lacandona. “Cada uno tiene su propia historia y encanto único que atrae a visitantes y arqueólogos por igual”, cuenta para Cuestione la antropóloga mexicana y agrega que las personas más sabias del mundo visitan esta zona para aprender de nuestros antepasados; “físicos, científicos, antropólogos, matemáticos de todo el mundo”.

Sin embargo, pobladores de la selva, dicen que el cártel de Sinaloa ha armado a personas para que se dediquen a la extorsión, el secuestro y el control de las zonas arqueológicas como Bonampak y Yaxquilán. De acuerdo con los lacandones, las áreas mayas también son usadas como punto de aterrizaje y despegue de avionetas cargadas con droga y armas. 

Como le contamos en esta nota, en los últimos años Chiapas, el pintoresco estado del sureste mexicano, ha sido testigo de un preocupante incremento en la violencia perpetrada por grupos armados, tanto vinculados a cárteles del crimen organizado como herederos del paramilitarismo de décadas pasadas. Esta espiral de violencia ha dejado a su paso miles de personas desplazadas de sus comunidades, sumiendo a diversas regiones del estado en un clima de temor y desesperación.

Según el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Centro Frayba), entre 2010 y octubre de 2022, al menos 16,755 personas han sido víctimas de desplazamiento forzado en Chiapas. Este número refleja la violencia y la falta de seguridad que afecta a las comunidades más vulnerables del estado.

FOTO: CUARTOSCURO.

En particular, la zona fronteriza con Guatemala donde emergen las zonas arqueológicas mayas, ha sido escenario de conflictos violentos, donde al menos 2,000 personas, equivalente a 400 familias, han abandonado sus hogares debido a la amenaza constante de grupos criminales que disputan el control territorial, de acuerdo con la institución humanitaria. 

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Por su parte, El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) sostiene que las zonas arqueológicas están bajo su control, pero los pobladores desmienten estas afirmaciones, apuntando con dedos temblorosos hacia el narcotráfico.

Agencias europeas también dicen adiós 

En Europa las agencias de viajes han cerrado las puertas a la Selva Lacandona, retirando sus lazos con los operadores turísticos mexicanos. Bélgica, Francia e Inglaterra, ciudades lejanas y ajenas a la violencia que asola estas tierras mexicanas, han tomado la decisión de alejarse para dejar de promover sus tours por el peligro lo que alguna vez fue un destino de ensueño maya; Bonampak y Yaxquilán.

Ambos sitios ofrecían a los visitantes la oportunidad de sumergirse en la grandeza de la civilización maya, explorar sus ruinas, hasta que la Selva Lacandona se convirtió en bastión de cárteles del narcotráfico. 

De acuerdo con información de El Universal, desde hace tres meses el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación mantienen el control de acceso a caminos y comunidades del municipio de Ocosingo, donde hay zonas arqueológicas, ríos y lagunas. La compañía mexicana ATC Touroperadores señaló que sólo llevarán turistas a Palenque, situado al noreste de Chiapas.

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“Hemos decidido no seguir llevando turistas a toda la zona Lacandona” acordaron en un comunicado conjunto agencias mexicanas y europeas. 

¿Qué se debe hacer? Le preguntamos a los antropólogos mexicanos. María Luisa Prado dice sin cortapisa que hay que  denunciar este atropello “porque nos están negando el derecho a nuestras raíces” y no podemos ser un pueblo “amordazado y callado”. Para Gonzalo Suárez-Belmont, lo ideal es que la fuerza pública se haga cargo del problema aunque duda que lo hagan. “Si no pueden con Guerrero y Guanajuato en la selva menos”.

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