Los narcocorridos surgen para contar los conflictos en la frontera con Estados Unidos

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“La pistola en la cintura y en las botas un tamal, lo rodearon en la calle siete de la judicial, le pidieron la bolsita, él no se las quiso dar”, así inicia la canción El Tamal de los Tigres del Norte que narra el enfrentamiento de Juan Manuel –quien traficaba cocaína– con elementos de la policía y cómo, en una hazaña contada de manera heroica, Juan asesinó de un balazo al comandante de la policía que dirigía el operativo.

Es una oda a un personaje del narcotráfico que se puede escuchar en alguna fiesta o reunión familiar y que pertenece a una de las versiones de los corridos mexicanos: los narcocorridos.

Aunque, de acuerdo con lo que compartió el investigador de literatura y estudios culturales de San Diego State University, Juan Carlos Ramírez-Pimienta al medio BBC, el origen de los narcocorridos se remonta a finales del siglo XIX en Estados Unidos, pues no vienen directamente de la tradición del corrido de la Revolución Mexicana, sino de historias de mexicanos en la frontera lidiando con estadounidenses.

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Los corridos, medio de comunicación y de propaganda

Los corridos, por sí mismos, son un fenómeno histórico-social, literario y musical, que además de poder ser estudiados en función de su composición y sus letras, también son “un referente histórico como parte de la tradición oral de las sociedades”. 

Surgieron de la mano de los movimientos independentistas de México, a principios del siglo XIX, como una forma de relatar e informar local y regionalmente lo que sucedía en las batallas, algo parecido a lo que sucedía con los juglares en la Europa medieval, donde un artista cantaba para contar historias o leyendas acompañado con algún instrumento musical.

Los seres humanos tenemos una transmisión oral de ideas y mucho del conocimiento de la historia y de los héroes se fueron construyendo de boca en boca. La mayoría de las personas han transmitido lo que le sucede a sus héroes y a sus villanos de esta manera”, nos dijo César Valdés, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y profesor de la UNAM.

Pero además, y cómo fueron evolucionando, tuvieron funciones de propaganda política y de sistemas de valores -principalmente de la sociedad mestiza- y tuvieron un especial auge en tiempos del Porfiriato y la Revolución Mexicana, ya que se utilizaban para identificar cada lado de la lucha, incluso como una forma de ridiculizar al enemigo derrotado en alguna batalla.

“En el caso de los corridos revolucionarios jugaron un papel para difundir las noticias, las hazañas de los grandes caudillos, pero también infundir miedo”, nos dijo Valdés.

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Los corridos hablaban de lo que sucedía, de traiciones, de bandidos. Servían para marcar una diferencia entre lo nacional y lo extranjero, como una herramienta para favorecer la ideología nacionalista, pero también de las historias de amor que trascendieron.

Los narcocorridos nacen durante la ley seca de Estados Unidos

La primera grabación de un narcocorrido que tuvo lugar en Texas, Estados Unidos y fue el tema de El Pablote, interpretada al son de las guitarras de Norverto González y José Rosales en 1931, como te contamos en este texto.

“Llegaron los policías cuando todo había pasado y ante un charco de sangre estaba Pablo tirado. Y Robles sin oponerse se entregó a la policía. ‘Si la vida le arranqué fue por defender la mía’. Martina y los cantineros dijeron lo que pasó: Pablote quería matarlo y por eso disparó”, relatan los cantantes sobre el final del entonces llamado Rey de la Morfina, Pablo González.

Los narcocorridos estaban inspirados en los conflictos que surgían en la frontera como los llamados corridos tequileros, que eran las canciones “hechas para los contrabandistas que traían tequila desde México” cuando Estados Unidos implementó la Ley Volstead, conocida como la ley seca en 1919, que prohibió el consumo y fabricación del alcohol hasta 1933.

Aprovechando esta situación, México se expandió hacia Estados Unidos con  casinos,  donde  se  comercializaron  bebidas  embriagantes, amapola  y  opiotodos  controlados  por  el  Ejército  Mexicano,  políticos  y  personas adineradas. También comenzó  la  circulación  ilegal  de  productos  de  México hacia el vecino del Norte lo que dio lugar a la creación de corridos que hablaban del tráfico ilegal de sustancias. 

Actualmente los narcocorridos se escuchan en casi todo el país, pero tienen fuerte influencia en Durango, Guerrero, Chihuahua, Baja California y sobre todo en Sinaloa. Además se han modificado de acuerdo al contexto surgiendo variantes como los corridos perrones y el Movimiento Alterado que surge a raíz de la guerra contra el narco que inició el ex presidente Felipe Calderón en 2006.

El Movimiento Alterado permite un lenguaje violento más radicalizado que enfatiza la vida de lujos y placeres de los narcotraficantes, pero también de las horrorosas situaciones que viven los sicarios, sin escatimar en detalles sangrientos de tortura, enfrentamientos, muertes, machismo, sexismo, regionalismo y droga.

La glorificación de la vida de los criminales influye en las y los jóvenes

Estas historias fantásticas y glorificadas también incitan a jóvenes a incursionar en esas actividades ilegales, nos dijo el experto en seguridad José Antonio Álvarez de León, al resaltar muertes, balazos, el estilo de vida de los criminales. 

“Desde la parte sociológica sí influye (…) la lógica de las pandillas, el ejemplo de riqueza de algunos capos, sirven como motivación para que algunos jóvenes se enrolen en el crimen organizado, pero en términos jurídicos no se considera determinante para prohibir estos contenidos”, nos dijo Álvarez de León.

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“Es tan real y tan efectivo que incluso ha habido narcotraficantes que han impedido que ciertos corridos se toquen porque hacen pública la vida de los narcos. Si los mismos narcos ven un efecto negativo para su seguridad, podemos entender la influencia que pueden llegar a tener en el imaginario de la personas”, agregó  el entrevistado.

Los narcocorridos se generan por encargo cuando se le paga a un grupo o autor para que cuente su historia, nos dijo el investigador César Valdés, pero también pueden responder a la influencia local o regional que tiene un personaje del narcotráfico que logró todo lo deseable: dinero, poder, aventuras, amores.

Esto lo hace muy atractivo para una población en la que existen grandes carencias económicas, educativas, de salud y donde existen pocas oportunidades para cambiar estas condiciones, detalló el especialista. 

“Si escuchamos estos narcocorridos, como gestas de héroes que se dedican al comercio ilegal de sustancias prohibidas, regularmente son de dos tipos: el que exalta en su totalidad la figura del héroe donde aparece como un personaje que de la nada lo tuvo todo y otros que describen esa misma trayectoria, pero que tienen un final trágico o complicado”, nos explicó.

La vida de los narcotraficantes que protagonizan estas historias se conectan con las personas desde la aspiración, porque además en los narcocorridos resaltan cualidades como el valor, la familia, la ayuda que le dan a la comunidad y la lealtad.

Lamentablemente con esta narrativa se naturaliza la hiperviolencia y las consecuencias que tiene el crimen organizado en la sociedad.

Por más que se trate de justificar como un retrato de la realidad, no dejan de ser contenidos que romantizan un fenómeno que cobra miles de vidas y en el que se paga una cuota muy alta por ser parte de esa fantasía.

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