¿El problema es la narcocultura o el uso que los gobiernos le dan al tema del narco?

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Para modificar la narrativa que exalta al narcotráfico se necesita un trabajo en todos los niveles: político, económico y educativo, según especialistas.  

Prohibir los contenidos en los medios masivos de comunicación no ha funcionado e incluso se ha demostrado que la prohibición de un contenido incentiva su consumo, nos dijo la doctora en Ciencias Políticas Andrea Samaniego Sánchez, especialista en análisis de discurso y medios de comunicación.

La narcocultura es la construcción cultural y simbólica que emana de una actividad delictiva y está asociada al crecimiento del fenómeno del narcotráfico y de los cárteles de la droga, expuso en entrevista la también profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. 

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Así, tenemos las narrativas y las historias que se han creado desde hace varias décadas y que actualmente tienen muchas formas de difundirse, como los narcocorridos y las narcoseries, dijo Andrea Samaniego, también integrante de la Red de Politólogas

Parte de la narcocultura, detalló, es la exaltación de la supuesta vida de glamour y riqueza que se dan los narcotraficantes. Es la exaltación de valores asociados al capitalismo, para comprar lujos. Es un discurso que vemos en medios de comunicación o en las películas de lo que te venden como sinónimos de éxito y que el propio sistema te ha negado. Entonces es una manera para acceder a esos beneficios de una manera ilegal. 

Pero dichos productos culturales no reflejan la realidad, no cuentan la parte negativa, que no es glamurosa, como que estos grupos están siempre bajo el asedio de otros, que siempre están huyendo y que cometen delitos graves.   

“¿Por qué muchos quieren entrarle al tema del narco? Si más del 90% de los delitos no llegan a denuncias esto es una invitación a delinquir y si la mayor parte de los delitos no se sancionan pues es un incentivo fuerte para cometer delitos”, sostuvo Andrea Samaniego.

Por tanto, las instituciones de procuración de justicia también tienen que trabajar para que haya una reestructura de estas instancias.

Responsabilidades de la reproducción de la narcocultura

Andrea Samaniego nos expuso que en México no existe una restricción de contenidos en medios de comunicación ni prohibición explícita de este tipo de productos culturales –narcoseries y narcocorridos-, solo “la clasificación que hay en la televisión con ciertos horarios infantiles, familiares y de contenido para personas adultas”.

También nos dijo que siempre ha habido “la tentación de las autoridades de prohibir” que se transmitan algunos contenidos en la televisión o que se puedan cantar determinadas canciones. Bajo el argumento de que los narcocorridos y las series, al ensalzar esta supuesta vida de lujos de los narcos, pueden alentar a la ciudadanía a elegir enrolarse a las filas del narco y así normalizar esta violencia.

Pero esta visión prohibicionista reduce mucho el marco de responsabilidad de las autoridades. Ya que pensar que nada más porque la gente ve en la televisión las series o escucha las canciones se puede convertir en narcotraficante o elegir cometer actos delictivos, es dejar de lado muchas problemáticas y responsabilidades de las instituciones de los gobiernos y del Estado.  

La politóloga cuestiona ¿por qué muchas personas toman la elección de enrolarse en las filas del crimen organizado? Porque tal vez no hay opciones laborales donde se desenvuelven. Porque tal vez hay una ausencia del Estado. Porque no hay instituciones de procuración de justicia “y el narco puede hacer o deshacer y te enrola si quieres y aunque no quieras”.

Por tanto, es colocar mucha responsabilidad a los productos culturales que, sin lugar a dudas, al repetir un discurso hegemónico apoyan o refuerzan la narrativa de la narcocultura. Pero deben de analizarse las tareas y responsabilidades institucionales que no han funcionado, nos expuso la especialista.

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¿Se puede cambiar la narrativa de la narcocultura?

Andrea Samaniego señaló que se podrían regular contenidos en medios de comunicación para quitarle el glamur a este tipo de productos culturales, pero también tendría que haber una respuesta multifactorial para cambiar el contexto de la violencia a nivel general. 

Así, habría que trabajar para que haya condiciones sociales, educativas, económicas y de justicia distintas en el país. Como una reestructura en materia educativa para que se den materias encargadas de valores cívicos, pues “no creo que dar la Cartilla Moral va a servir, porque esa cartilla se creó en un contexto que es muy diferente al México de hoy”, indicó la doctora Samaniego.

“A veces, reducimos el problema a: ‘las canciones hacen que los chicos quieran ser narcos’. ¿Pero tú como Estado qué has hecho, has abierto oportunidades laborales en esta comunidad? A veces, las autoridades le echan la culpa solo a una cosa, porque no quieren responsabilizarse de lo que les corresponde”, indicó.

Para Samaniego Sánchez también es necesario señalar que estos grupos criminales laceran el tejido social, la comunidad y los valores del Estado. Por tanto, habría que cuestionar “¿qué tanto deberíamos de exaltar el glamur y las supuestas riquezas de aquellos que rompen y fragmentan a la comunidad?” 

Narconarrativa que legitima la militarización

De acuerdo con el escritor Oswaldo Zavala, “el fenómeno del narcotráfico en México ha estado siempre determinado por el lenguaje, por narrativas que imaginan organizaciones criminales que se convierten en el enemigo doméstico para justificar un conflicto armado”.

En su libro La guerra contra el narco, detalla cómo durante más de cuatro décadas, el sistema político mexicano “ha logrado imponer la narrativa sobre el ‘narco’ que la sociedad en general ha aceptado como la explicación dominante para comprender los altos índices de violencia en el país”. 

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Pero se trata, puntualiza Zavala, de un relato que es efectivo por su simpleza conceptual y al que denomina “narconarrativa y que puede reducirse a la siguiente aseveración: los ‘cárteles’, con un ‘gran poder’ – económico, social militar-, ante ‘la ausencia y debilidad histórica del Estado mexicano’, desataron una guerra por el control de las rutas y las plazas del mercado de la droga, provocando ‘una tragedia de dimensiones colosales’”.

Zavala expone que esta narrativa ha sido aceptada por la mayoría de las y los periodistas que reportan el fenómeno y así reproducen fuentes oficiales y legitiman como reales las estrategias de seguridad del gobierno de México.

Es una narrativa que repiten también la clase intelectual, incontables novelas, películas, canciones, estudios académicos y hasta el arte, para atribuir a los supuestos “cárteles” toda la responsabilidad de la corrupción y violencia generalizada en México.

Explica Oswaldo Zavala que la narconarrativa permite a la clase política designar un enemigo permanente que justifica la militarización de la sociedad y el estado de excepción que violenta los derechos humanos de la ciudadanía.

El periodista y profesor de literatura y cultura latinoamericana en The College of Staten Island y en The Graduate Center de la City University en New York documentó que las instituciones del Estado mexicano utilizan al “narco” para deslindarse de su participación en el crimen organizado y en las economías clandestinas

Poner en entredicho esa narrativa, no sé si afecta al narcotráfico como fenómeno, pero sí a la política de seguridad. Mucha de la violencia que estamos experimentando en realidad es producto de la política de seguridad más que de la actividad de los traficantes”, afirmó Oswaldo Zavala para El País.

“La violencia es real, pero la explicación oficial dominante es un ardid político, una fantasía redituable que permite a las autoridades ejercer la más cruel violencia en contra de la población, pero siempre legitimada por la reciclable trama de la ‘guerra contra el narco’”, advierte Zavala en su texto.

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