Talibanes contra las mujeres afganas: ya no tienen derecho ni a elegir cómo vestirse

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El régimen talibán -que retomó el poder en Afganistán desde agosto de 2021 como te contamos en esta nota– anunció la imposición de un código de vestimenta que obliga a las mujeres a cubrirse con un velo o, preferiblemente, una burqa, la prenda que cubre todo el cuerpo dejando solo libres los ojos.

Esta restricción se suma a una larga lista de imposiciones que atentan contra los derechos humanos de las mujeres en ese país entre las que se encuentran la prohibición del trabajo femenino, el acceso a la educación, de realizar cualquier actividad fuera de casa sin la compañía de un pariente masculino (mahram), cerrar tratos con comerciantes masculinos, ser atendidas por doctores hombres y otras más.

Recordemos que este grupo extremista fue dotado de armamento por Estados Unidos en la década de los 80 -cuando apoyó a movimientos opositores anticomunistas- durante la llamada Guerra Fría, luego de que la entonces Unión Soviética invadiera Afganistán en 1979. 

Además, el régimen talibán se reabasteció de las armas que el ejército estadounidense “abandonó” tras su salida del territorio en 2021.

Los talibanes se rigen por la ley sharía, la cual parte de una interpretación del Corán, el libro sagrado del Islam, en la que, según acusa la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán​ (RAWA por sus siglas en inglés) “las mujeres no tienen la menor importancia”.

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Ana Ortega, internacionalista especializada en estudios islámicos y de medio oriente, destacó la importancia de señalar que las prohibiciones han sido graduales y no anunciadas desde el inicio del régimen.

“Durante unos meses intentaron convencer al mundo de que no iba a ser lo mismo que la primera vez que tomaron el poder en los 90. Primero se les recomendó no ir a trabajar hasta que la situación de seguridad hubiera mejorado o se hubiera estabilizado, y después les fueron diciendo que ya no regresaran a sus oficinas (a excepción de los pocos trabajos que son considerados aceptables para las mujeres), ni a las escuelas”, nos explicó Ortega.

De acuerdo con la especialista, hace falta considerar cómo era su situación antes de la segunda llegada de los talibanes, ya que cuando fueron derrocados la primera vez, sí hubo una Constitución y algunas leyes que enmarcaban y protegían los derechos humanos de las mujeres, “pero no es lo mismo escribir una ley que aplicarla”.

Las restricciones violan la autonomía de las mujeres en Afganistán

Para Julia Escalante de Haro, abogada y asociada de RAÍCES (organización feminista especializada en el análisis, propuestas de políticas y acciones desde la perspectiva de género), lo más preocupante en el incremento de las restricciones a las mujeres en Afganistán es la violación de tres autonomías fundamentales.

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Primero, la autonomía corporal que es el derecho a tomar decisiones sobre la vida, el cuerpo y el futuro propios; segundo, autonomía económica que tiene que ver con la posibilidad de estudiar, trabajar y generar tus propios recursos; tercero, la autonomía política, que se refiere a la capacidad y condiciones de las mujeres para participar de las decisiones vinculadas al desarrollo de sus países y de ocupar lugares de poder.

De esta manera, el régimen talibán vulnera todos los derechos reconocidos para las mujeres principalmente en la Convención para Eliminar Todas las Formas de Discriminación Contra las Mujeres (CEDAW por sus siglas en inglés) porque hay una obligación de Estado muy importante para coadyuvar a la modificación de patrones culturales que transgredan los derechos a partir de prejuicios, estereotipos y roles de género, detalló Escalante.

¿Qué otras prohibiciones tienen las afganas?

RAWA (la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán​) enlista, además de las ya antes mencionadas, imposiciones como el sometimiento a azotes, palizas y abusos verbales contra las mujeres que no vistan acorde con las reglas del talibán, contra las mujeres que no vayan acompañadas de su mahram -hombre con algún parentesco con la mujer que sirve como su protector- o que no oculten sus tobillos.

Además se ejecuta la lapidación pública contra las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, la prohibición del uso de cosméticos, de hablar o estrechar las manos a varones que no sean su mahram, reír en voz alta, llevar zapatos con tacones que pueden producir sonido al caminar y de tomar un taxi sin su mahram.

¿Alguien tiene derecho a prohibir o imponer una forma de vestir?

A pesar de que en los últimos años hubo mayores libertades para el desarrollo social, profesional y laboral de las mujeres afganas, en 2011 Afganistán seguía siendo el país más peligroso del mundo para ser mujer, nos dijo Ortega. Sin embargo, la internacionalista Ana Ortega resalta que para entender el contexto local en Afganistán, debemos hacer a un lado nuestra visión occidental.

“En occidente se considera incorrecto obligar a alguien a cubrirse con un velo, pero con frecuencia también se considera incorrecto permitir que se cubra por voluntad propia, porque en esta sociedad no nos lo pondríamos a menos que alguien nos obligara. Mostrar nuestro cabello y nuestro cuerpo es parte de la cultura aceptada”, ejemplificó Ortega.

En este sentido, imponer el uso del velo es igual de grave que prohibirlo, pues nadie tiene el derecho a decirle a una mujer qué puede o no puede ponerse, acotó Ana Ortega. Es el caso de países como Francia donde la Ley busca prohibir el uso de la burqa y de esta manera están atacando el derecho de una persona a vestirse como quiera.

“Para una mujer que quiere usar un velo para cubrir su cabello con este trasfondo cultural y religioso, obligarla a quitárselo es como obligarla a quitarse la blusa”, acusó la entrevistada.

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Las mujeres afganas tampoco pueden tener presencia en la radio, la televisión o en reuniones públicas de cualquier tipo, no puede haber imágenes de mujeres en ningún espacio ni publicación impresa; no deben practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo, montar en bicicleta o motocicletas -aunque sea con el mahram- ni llevar indumentarias de colores vistosos. 

Se les impide también reunirse con motivo de festividades o con propósitos recreativos, lavar ropa en los ríos o plazas públicas, asomarse a los balcones de sus departamentos o casas, acceder a baños públicos, viajar en el mismo autobús que los hombres, usar pantalones acampanados o ser fotografiadas o filmadas.

También se impuso la modificación de toda la nomenclatura de calles y plazas que incluyan la palabra “mujer”, la opacidad obligatoria de todas las ventanas para que no puedan ser vistas desde fuera de sus hogares y que ningún sastre pueda tomar medidas a las mujeres ni coser ropa femenina. 

Ana Ortega, especialista en temas de medio oriente, resaltó que si las mujeres desobedecen estas reglas, las castigadas no son ellas: son sus familiares masculinos, sus guardianes. 

“Yo infiero que es una forma efectiva de disuadirlas: una cosa es que tú hagas algo porque crees que es lo correcto y aceptes ponerte a ti misma en peligro, pero cuando sabes que es a alguien más -en especial a tu familia- a quien vas a dañar, eso, comprensiblemente, cambia”, concluyó Ortega.

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