El abrazo de oso

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La mejor manera de que un “abrazo de oso” fructifique es que lo aplique un oso. Eso es lo que parece que está pasándole a Ucrania bajo el acecho ruso.  

Durante la semana pasada los llamados de auxilio del gobierno ucraniano se amplificaron. Haciendo eco del tono algo desesperado de su Ministro de Política Exterior, referido en una columna anterior, el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, realizó una fugaz y arriesgada presentación en la Conferencia de Seguridad de Munich el viernes pasado. Su discurso se centró en echar en cara la situación en Ucrania y acusar de cómplices a aquellos países que muestran indiferencia o se mantienen en silencio frente al acecho ruso. 

Por un lado, Zelenskyy acusa del incumplimiento del Memorándum de Budapest que otorga garantías de seguridad a Ucrania a cambio de la entrega del arsenal nuclear heredado de la extinción de la Unión Soviética y, por el otro, exagera la importancia de Ucrania al declarar que la situación de seguridad que hoy se vive allí es muestra de la inoperancia y caducidad de la arquitectura de seguridad tanto global como europea.

Zelenskyy insistió en que el apoyo actual que ha recibido Ucrania para su defensa no es una donación sino una contribución a la defensa europea y volvió a dejar en claro que cualquier negociación para la solución de la solución de la crisis debe incluir al gobierno ucraniano.

Frente a esto conocimos, en las últimas horas, dos noticias que están lejos de ser buenas para el pueblo ucraniano. Primero, supimos de la voluntad “en principio” de Joe Biden para reunirse con Vladimir Putin (bajo auspicios del gobierno francés) con el objetivo de discutir y negociar una salida a la crisis, haciendo exactamente lo contrario a lo que Zelenskyy exigió: que no se dejará a Ucrania al margen. Segundo, se dio a conocer que, tras una reunión del Consejo de Seguridad ruso que incluyó a líderes de la Duma, el gobierno de Putin ha decidido reconocer la independencia de las repúblicas de Donetsk y Luhansk al oeste de Ucrania (hay que entender que también hay un importante público ultranacionalista al interior de Rusia al que Putin debe satisfacer).

Sin embargo, no hay que suponer que el reconocimiento a las repúblicas separatistas de Ucrania signifique que las fuerzas rusas iniciarán una invasión de inmediato. Si el reconocimiento se realiza implicará, muy probablemente, el apoyo económico, político y militar por parte de Rusia de manera ahora sí, abierta y oficial. 

También significa incrementar la posibilidad de un intercambio de agresiones que justifique una intervención militar próxima. El anuncio del reconocimiento lanza, pues, un claro mensaje de que el gobierno de Putin está dispuesto a aumentar la presión sobre el gobierno ucraniano, a desafiar el nacionalismo de su población y a contravenir la Resolución 68/262 de la Asamblea General de la ONU que garantiza la integridad territorial de Ucrania apresurando a su contraparte estadounidense a negociar. 

Este es pues un claro ejemplo de “abrazo de oso” que aprieta a Ucrania, a Europa, a los Estados Unidos e incluso a la ONU en un solo estrujón.

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