Gobierno de El Salvador, en la ruta al autoritarismo, denuncia político exiliado en México

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Gerson Martínez fue guerrillero desde los años 70 del siglo pasado en El Salvador. Pasó de la guerrilla con las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí” (FPL) a ser parte, en los años 80, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), partido de uno de los dos extremos políticos que gobernaron en El Salvador antes de la llegada de Nayib Bukele.

Desde el FMLN, Martínez (seudónimo de Manuel Orlando Quinteros Aguilar), fue parte de un proceso que contribuyó a pacificar a El Salvador a través de la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec.

“Me uní al núcleo inicial de la primera guerrilla cuando no tenía nombre, 10 años antes de que formaramos el FMLN. Luché durante toda la guerra civil contra la dictadura hasta los Acuerdos de paz; cuando bajamos de la montaña fui el primer jefe del grupo parlamentario del frente. Fui vicepresidente del parlamento en los dos gobiernos del FMLN, fui ministro de obras públicas y fui precandidato a la presidencia en la elección que ganó el señor Bukele”, cuenta en entrevista con Cuestione.

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Nos cuenta eso desde un hotel en México, donde es asilado político, pues en El Salvador, este hombre que irónicamente presentó la primera iniciativa de una ley antilavado, ahora está acusado de lavar dinero durante el gobierno de Mauricio Funes (2009-2014). Las acusaciones involucran a nueve exfuncionarios de los gobiernos del FMLN, entre ellos el expresidente Salvador Sánchez Cerén. 

Tras escapar de El Salvador, la administración de Bukele solicitó a la Interpol una ficha roja para su captura, pero fue rechazada tras analizar el caso y concluir que se trataba de una persecución política.

Aumenta autoritarismo en AL

Desde el exilio, comparte su visión de la democracia en América Latina. La charla se dio tras la publicación del Latinobarómetro 2020 en el cual se advirtió sobre el ascenso del autoritarismo en la región.

Martínez hace un diagnóstico para el caso de El Salvador desde los resultados de Latinobarómetro, aunque nos advierte que la medición le parece neoliberal, y apunta dos cosas: el divorcio entre el programa de gobierno ofrecido y aprobado por el pueblo en las urnas y el programa que finalmente se realiza y el ascenso al poder de lo que él llama una generación de Bolsonaros, gobernantes que llegan al poder por la vía democrática pero ejercen una autocracia.

En su opinión, el gobierno de Nayib Bukele se ajusta a ambas cosas, la generación de Bolsonaros y el divorcio entre lo ofrecido y lo que finalmente ocurre en el gobierno. Y uno de estos divorcios tiene amenazados los derechos humanos en El Salvador.

El ascenso de Bukele

Gersón Martínez comienza por explicarnos cómo llegó Bukele al poder. De acuerdo con él, Bukele es producto de un cartel de intereses, de distinto signo y de distinto tamaño, que cruzan todo el espectro ideológico pero cuya principal motivación es la económica: “Este grupo lo que quiere es ocupar una silla en la oligarquía, es decir, desplazar a determinados grupos; sí tiene un discurso antioligárquico pero porque los quiere desplazar para ocupar ellos ese lugar”.

“Su gobierno es resultado de diversos intereses; él fue apoyado por fuerzas tanto de derecha como de izquierda, lo que Bukele usó para plantearse como una opción democrática, pero una vez en el poder se ha dedicado a traicionar a esas fuerzas, perseguir a la oposición y atentar contra la prensa”.

Uno de estos intereses es el partido que lo llevó a la elección presidencial, el partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), el cual es señalado en la medición de Latinobarómetro como un partido nuevo, pero en realidad fue resultado de una separación del partido Arena, que es de ultraderecha, explica Martinez. 

Además, señala que los otros intereses detrás de Bukele son el grupo conformado por el expresidente católico Elías Antoncio Saca y la familia del Bukele, un adinerado clan árabe al que acusa de construir una cleptocracia, “son como un califato o sultanato gangsteril”, señala.

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Acusa que la familia de Bukele ha hecho un entramado de negociaciones ilícitas para capturar los negocios públicos: “Por ejemplo, el Bitcoin, ese es un negocio de ellos. Ese punto no estuvo nunca en programa de gobierno ni fue anunciado, ni estudiado por el parlamento; está fuera de la constitución porque no es una moneda, es un token. ¿Y cuál es el interés del país, el interés de la gente, si más del 90% de la gente se opone?”, pregunta.

“El Bitcoin en El Salvador permite que la industria del lavado de dinero goce de mayor impunidad”, señala Martínez y agrega que esta estrategia es aún más perversa que los paraísos fiscales, pues estos al menos están domiciliados y el Bitcoin está en completo anonimato.

Sobre el partido Arena, el tercer grupo que apoya a Bukele, Martínez nos narra cómo fue traicionado Ernesto Muyshondt, exaliado del presidente salvadoreño: “Ernesto Muyshondt tenía aspiraciones presidenciales y Bukele quiere imponerse para reelegirse, lo que está expresamente prohibido en la Constitución del El Salvador”

“¿Qué hizo Bukele? Comenzó a golpear a su aliado, Muyshondt, y este señor fue con Almagro y se ofreció como asistente en la Organización de Estados Americanos (OEA), que incluso lo presentó públicamente. Entonces Bukele, que había dado un golpe de mano para quitar al fiscal y poner a uno que es aliado suyo, acusó legalmente a Muyshondt, quien fue tomado preso y utilizó eso de excusa para decir que no podía tener acuerdo con la OEA”. Este movimiento también fue usado por Bukele para romper el acuerdo que tenía con la Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador (CICIES) y poder expulsarla del país, pese a que prometió en campaña cooperar con la Comisión. 

Ni de izquierda ni de derecha

Bukele se posicionó ante el mundo como un líder joven y progresista, por lo que le preguntamos a Martínez cómo hizo eso pese a haber sido postulado por escisiones de un partido de ultraderecha. 

Explica que en El Salvador la constitución establece que para poder optar a una candidatura se debe estar afiliado a un partido político: “Aunque no seas militante, tú te matriculas y eso hizo Bukele, se afilió al FMLN en Nuevo Cuscatlán para ser lanzado como alcalde sin tener militancia, ni haber participado nunca en política. Posteriormente, Bukele fue alcalde de la capital salvadoreña, San Salvador, también por el FMLN”.

Martínez señala que el FMLN buscaba lanzar como candidato a la presidencia a Bukele pero para ese momento, el actual presidente ya tenía detrás a los clústers surgidos de Arena, el partido de ultraderecha.

“Bukele decía que no era de izquierda ni de derecha pero el cien por ciento de las veces que eso se dice, esa gente es de derecha y además resulta vergonzante”, sentencia Martinez. 

Bukele llegó apoyado por los extremistas que llevaron a Trump a la presidencia, explica Martínez, y asegura que el presidente de El Salvador mantiene lazos con estos extremistas, al tiempo que es criticado por liberales democrátas como los congresistas Jim McGovern y Norma Torres. Entre los senadores estadounidenses que se oponen a Bukele están Patrick Leahy, que forma parte del grupo que apoyó la investigacion del asesinato de los padres jesuitas, Monseño Gerardi en Guatemala y Monserñor Romero en El Salvador.

Ese día, el presidente del El Salvador usó al Ejército para exigir a la legislatura la aprobación de un préstamo de 109,000,000 de dólares para financiar su plan contra las pandillas, llamando incluso a la insurrección popular si el legislativo no avalaba el préstamo.

“Fue una conquista reafirmar en la constitución que el Ejército tiene que ser profesional, apolítico, obediente y no deliberante”, plantea Gersón Martínez, quien combatió a las dictaduras militares, para exponer lo grave que fue ingresar al Congreso acompañado del Ejército.

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“Él comenzó a meter el Ejército a la política y ha ofrecido triplicar el presupuesto. Es una violación de los Acuerdos de Paz y de la Constitución, documentos fundacionales de El Salvador”, sentencia Matínez. 

Toda la escena es surrealista, señala Martínez: “No sólo militarizó, sino que llegó y dónde se iba a sentar el presidente del Congreso, él se sentó y dejó al presidente de pie, quien era de otro partido, y tomó el bong para abrir la sesión. Con eso, dijo ‘el Estado soy yo, el gobierno soy yo, la economía soy yo, el país soy yo’”.

Lo iban a juramentar y dijo “No, no es así, yo los voy a juramentar a ustedes”.

Autocracias amenazan a América Latina

Cuestionado sobre si esta es la imagen de una autocracia, Martínez señala que América Latina está padeciendo a una generación de autócratas de diferentes edades que tienen cierta impronta neofascista, pues son xenófobos y antifeministas.

En la primera sesión de la asamblea legislativa nueva, en la que Bukele ya tenía control, dio un golpe de Estado al Poder Judicial, decapitó al Tribunal de lo Constitucional y en ese mismo acto impuso otra sala de lo constitucional, cuando la ley establece que el Tribunal de lo Constitucional debe ser el resultado de unas elecciones de primer grado de parte de la comunidad juridica y colegios de abogado.

“Ese mismo día destituyó al Fiscal, que era un hombre de él pero que no era incondicional, y colocó a alguien totalmente incondicional violentando todos los movimientos legales”, explica Martínez.

Para el exguerrillero, Bukele quiere tener control total de El Salvador, y la lista de violaciones a los derechos humanos que ha cometido para lograrlo incluyen la emisión de un decreto para jubilar a los jueces de mayor edad por la fuerza; la vigilancia, persecución y acoso diario a la prensa; la politización del Ejército; la desprofesionalización de la Policía Nacional Civil y el maniatar al Instituto de Acceso a la Información Pública, una institución impulsada por Martínez, “hemos vuelto a los tiempos de la dictadura en que lo público es secreto”.  

“Es un régimen de terror. Están preparando golpes para los sectores de la judicatura que puedan tener algún grado de imparcialidad”, advierte. 

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