El “tapado”, una tradición que inventó el PRI y que ha regresado con el nombre de “corcholatas”

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En 1910, México vivió la primera revolución del siglo XX. La guerra comenzó por la exigencia de democracia, luego de los 35 años de dictadura de Porfirio Díaz

Con la consigna de “sufragio efectivo, no reelección”, Francisco I. Madero, nieto de Evaristo Madero, un prominente político, militar y empresario del norte del país, demandó elecciones democráticas. Pero el régimen al que derribó en las urnas lo asesinó en 1913, en un golpe de Estado -conocido como la Decena Trágica- encabezado por un militar, Victoriano Huerta.

Entonces comenzó la Revolución Mexicana, una cruenta lucha entre distintos bandos, que dejó un saldo de 3,500,000 de personas muertas hasta que en 1917 se promulgó la Constitución Política Mexicana, la más avanzada de la época por introducir derechos sociales y que sigue en vigor hasta ahora. 

Esta experiencia dejó ganadores y perdedores. Comenzó la época de los caudillos. Los militares se afianzaron en el poder y para mantenerlo más allá de su periodo, Plutarco Elías Calles, quien fue presidente de México de 1924 a 1928, creó en 1929 al Partido Nacional Revolucionario, el germen primigenio del PRI.

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Plutarco Elías Calles se valió de ese partido para extender su poder durante seis años más en los que designó a los presidentes de México. Ese periodo es conocido como el Maximato. Así fue como nació el ‘dedazo’, una práctica política en la que el mandatario en turno elige y designa a su sucesor, apuntan textos como La sucesión presidencial, del historiador Daniel Cosío Villegas, y La herencia, de Jorge Castañeda Gutman. 

El primer ungido por el ‘dedazo’ fue Emilio Portes Gil, quien gobernó México como presidente interino de 1928 a 1930; después lo sucedió Pascual Ortiz Rubio, quien estuvo de 1930 a 1932, Abelardo L. Rodríguez, de 1932 a 1934, y por último Lázaro Cárdenas, presidente de 1934 a 1940, y quien rompió con el Maximato en 1936 cuando a mitad de la noche ordenó sacar a Plutarco Elias Calles de su casona en la calle Veracruz, en la Condesa, y expulsarlo del país. Dos años más tarde cambió el nombre del PNR a Partido Revolucionario Mexicano.

De acuerdo con el libro La herencia, el ‘dedazo’ fue la manera en la que la sucesión presidencial se organizó en casi todo el siglo XX.

Esta práctica surgió, apunta Cosío Villegas, por la necesidad de mantener la unidad y la continuidad de planes y programas del gobierno en una época en la que un partido todopoderoso administraba la vida política del país.

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De esa época también es una frase hecha famosa por Fidel Velázquez, el eterno líder sindical de la Confederación de Trabajadores de México, una organización que agrupaba sindicatos a modo, y quien dijo: “quien se mueve no sale en la foto”. Es decir, el ‘dedazo’ implicaba disciplina, pues la decisión del presidente, el gran elector, no debía cuestionarse. 

La designación cerraba las puertas a la participación ciudadana y a la democracia, pues el presidente era quien decidía y sus ungidos siempre fueron miembros de su gabinete y de un reducido grupo político.

El ‘dedazo’ está ligado inevitablemente al PRI, que obtuvo sus siglas actuales en 1946, pero mantuvo sus prácticas arraigadas hasta que perdió el poder en 2000 y 2018.

En la práctica, la sucesión presidencial a la priista implicaba símbolos y formas, como exhibir a los aspirantes en un acto que también acuñó su propio término: ‘placear’. 

En el último año de su sexenio, el presidente en turno elegía dos o tres perfiles, los llamados ‘tapados’, como lo comentó Porfirio Muñoz Ledo en La Herencia. Él, dice, fue el second best, cuando el presidente Luis Echeverría se decantó por su amigo de la infancia, José López Portillo, para sucederlo. 

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Los perfiles elegidos servían al presidente para ocultar su juego, de ahí la práctica del ‘tapado’, que era el personaje al que el presidente entregaría el poder y mantendría cubierto para protegerlo de ataques al interior del grupo y por parte de la minúscula oposición.

El puesto del Gabinete presidencial que más veces ha sido favorecido por el ‘dedazo’ en la sucesión presidencial mexicana en los siglos XX y XXI es el del secretario de Gobernación.

Desde 1916 hasta 2018 ha habido siete secretarios de Gobernación que se convirtieron en presidentes y 10 que fueron ‘tapados’.

Plutarco Elías Calles fue el primer secretario de Gobernación en ser presidente de México. Su sucesor, Emilio Portes Gil, fue el primer ‘tapado’ y titular de Segob que se convirtió en presidente.

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Luego le siguieron Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortinez, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.

A esta lista se suman los ‘tapados’ que no llegaron a ser presidentes, pero que estuvieron muy cerca del poder. Entre estos figuran Francisco Labastida, Santiago Creel y Miguel Ángel Osorio Chong.

El primero en romper la tradición de que el secretario de Gobernación se convertía en presidente fue Adolfo López Mateos, quien durante la administración de Adolfo Ruiz Cortinez fue secretario del Trabajo.

A finales de los setenta la tendencia cambió y la Presidencia de la República comenzó a ser ocupada por perfiles ligados a la economía como José López Portillo, quien fue titular de Hacienda; Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, de Programación y Presupuesto y con quienes inicia la etapa de los tecnócratas, profesionales egresados de universidades de EU y Gran Bretaña enfocados a conseguir la reducción del Estado y la privatización de bienes públicos pregonada por académicos como David Osborne y Ted Gaebler, de la Universidad de Chicago.

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La práctica del ’dedazo’ es una invención priista que ha trascendido a otros partidos. Durante la sucesión presidencial de 2006, el presidente emanado del PAN, Vicente Fox, conservó la tradición del ‘tapado’. Sin embargo, la práctica del ´dedazo’ comenzó a modificarse. 

Sin embargo los problemas internos del PAN impidieron que Fox designara libremente a quien lo habría de suceder.

Respaldado por sectores del PAN, Felipe Calderón, quien había sido diputado federal y ocupaba la Secretaría de Energía, desobedeció las indicaciones de Vicente Fox -quien instruyó que no se adelantara la sucesión- y anunció que competiría por la Presidencia de la República. Esto provocó un rompimiento con Vicente Fox.

 El PAN eligió a su candidato a la Presidencia luego de tres rondas de votaciones al interior de ese partido. 

Continuando con el ‘tapadismo’ todos los aspirantes fueron funcionarios del gabinete foxista. Estaban Santiago Creel, Alberto Cárdenas y Felipe Calderón.

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Santiago Creel era el favorito de Fox, pero incluso se rumoró que lo que en realidad buscaba Vicente Fox era impulsar a su esposa, Marta Sahagún. 

Respaldado por amplios sectores conservadores del PAN, Felipe Calderón terminó por imponerse.

“No es el ideal, pero es el idóneo”, dijo un resignado Fox sobre Felipe Calderón.

Ya como presidente, Felipe Calderón ejerció su poder al ‘dedazo’ llegado el momento. Tras la muerte de su sucesor natural y amigo, el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, en un sospechoso accidente aéreo, eligió a Josefina Vázquez Mota, quien perdió ante Enrique Peña Nieto en las elecciones de 2012. 

Cuando el presidente Enrique Peña Nieto tuvo que elegir a su sucesor, designó a su secretario de Hacienda, José Antonio Meade. En la búsqueda de que el ‘dedazo’ los favoreciera estuvieron el secretario de Educación Pública, Arturo Nuño,  y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.

Hoy, en el debate de las llamadas “corcholatas”, parece repetirse la historia. ¿El ‘dedazo’ ha pasado a Morena?

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